El secreto del hormigón romano para sobrevivir 2.000 años sin caer
Un estudio afirma que una combinación fortuita de cal, ceniza volcánica y agua salada les permitió crear estructuras resistentes a la salinidad y los golpes de las olas.
Por años, los ingenieros modernos se han mostrado desconcertados ante un hecho que aún se mantiene inexplicable: ¿Cómo y por qué los pilares romanos de 2 mil años de antigüedad se mantienen en
pie, mientras estructuras de hormigón armado con acero de desmoronan tras el paso de las décadas?
La duda se presenta en las estructuras ubicadas frente al mar, donde puertos antiguos se mantienen inexpugnables a pesar del agua salada, que suele desgastar al hormigón creado en épocas
actuales y que se deteriora en cuanto entra en contacto con el mar.
Y de acuerdo a un grupo de científicos, la respuesta se relaciona directamente con el agua salada. Ésta, al mezclarse con la cal y la ceniza volcánica, deriva en el crecimiento de los
minerales, que se entrelazan y forman una pared impenetrable.
La investigación, publicada en la revista American Mineralogist sostiene que tras agotarse la cal de la estructura, aparecen la phillipsita y tobermorita, dos minerales que hacen al material más resistente a las fracturas, y que al menos en el último caso, fue detectada en algunos volcanes en erupción o descubierta por el hombre en el siglo XIX. Hoy, ambos se utilizan ampliamente para los cementos utilizados en estructuras ubicadas en el borde marino, con la salvedad que el material debe ser elaborado a muy altas temperaturas y no a los 20°, como los romanos.
Además, los expertos destacan que el material utilizado no generaba emisiones de CO2, a diferencia de lo que ocurre actualmente, en donde los fabricantes son responsables del 5% de las emisiones que provocan el cambio climático.
En el estudio, los científicos estudiaron el hormigón del muelle romano Portus Cosanus en Orbetello, Italia, detectando que aunque la "receta" utilizada por los romanos ya no existe, fue posible realizar un símil con agua de la bahía de San Francisco en EE.UU. La idea del experimento es lograr defensas que duren más tiempo del actual, y puedan ser utilizadas contra tsunamis, por ejemplo.
"Los romanos tuvieron mucha suerte con el tipo de roca que utilizaron", aseguró Marie Jackson, profesora de la Universidad de Utah y responsable del estudio.
Cabe destacar que los autores citan a Plinio el Viejo, quien el año 79 AC ya se había percatado del fenómeno y lo plasmó en su obra Naturalis Historia: "las estructuras de hormigón en los puertos antiguos se convierten en una masa de piedra única, resistente y cada día más fuerte, a pesar de su exposición al agua del mar y los constantes golpes de las olas".
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