Tiendas antiguas de Santiago reviven en muestra fotográfica
<p>La batalla contra la modernidad se libra en los espacios más inesperados. Así lo comprobó la fotógrafa Paloma Palomino.</p>

En el centro de Santiago existen tiendas escondidas y casi olvidadas que se resisten a morir. Lo hacen con la mejor arma que poseen: la nostalgia de sus clientes. Ellos mantienen la tradición de madres y abuelas, quienes compraron allí sus sombreros, calcetines o zapatos, y agradecen con fidelidad cómplice la opción de sus dueños de no cambiar nada en sus tiendas.
Es el caso de la sombrerería Donde Golpea el Monito, ubicada en la calle 21 de mayo, que desde 1915 mantiene la misma decoración. Primero se llamó Fábricas Unidas Americanas de Sombreros, hasta que en 1922 cambió de nombre tras adquirir un muñeco mecánico que, golpeando con su bastón la vitrina, llamaba la atención del público. "De las tiendas antiguas esta es la más emblemática porque tienen tradición y prestigio. Ellos saben y valoran lo que han construido en el tiempo. El muñeco lo han reparado, pero no piensan destruirlo", dice Paloma Palomino (23), fotógrafa que durante un año recorrió Santiago, registrando estas joyas comerciales. Su fiel compañera fue una Rollei Magic II de los años 60, una cámara de formato medio con la que Palomino logró traspasar esa añoranza del pasado al papel fotográfico.
Doce de estas instantáneas dan vida a la muestra Boutique, que se inaugura mañana, a las 19.30 horas, en Matucana 100. "Tengo una fijación por las cosas antiguas, ya que siento que antes las cosas se hacían con más cariño. Es importante hacer registro de estos lugares, porque la ciudad está cambiando muy rápido y en cualquier minuto estas tiendas desaparecerán", dice Palomino.
Corre el rumor de que Jorge Alessandri mandaba a hacer sus zapatos a la tienda Pepay (Tenderini 71). No sería extraño. Con 60 años de antigüedad, Pepay mantiene una larga tradición de calzados hechos a medida. Su dueño suma otro dato: Jean Luc Courcoult, director del Royal de Luxe y creador de la Pequeña Gigante, también confecciona allí sus zapatos. "Los extranjeros valoran estos locales, porque en sus países este tipo de trabajo es carísimo", dice Palomino. El buen servicio es la marca de Pepay: hombres de delantales blancos, como sacados de una sala de urgencia, hacen complicadas mediciones de pie para obtener el zapato perfecto.
El mismo esmero tiene la Casa San Marcos (Diagonal Cervantes 774) que, con 87 años de antigüedad, se dedica a vender accesorios de ballet. "Es todo un submundo. Son personas que trabajan toda su vida en un mismo lugar y se hacen expertos en su rubro, aunque en cualquier minuto pueda acabarse. El año pasado visité la única tienda que hacía cierres a medida. Este año ya no estaba", cuenta la fotógrafa.
También está la icónica tienda de pelucas Avatte y la distribuidora Moletto, que no cambia nada de su vitrina, por miedo a perder sus productos descontinuados, o la tienda Princesitas, que desde 1958 vende ropa y lencería femenina. "Estos lugares también son patrimonio de la ciudad. Sus dueños se sienten orgullosos de mantenerlos, porque también son testigos de sus propias historias familiares", concluye Palomino.
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