Opinión

Argentina: sin margen para el error

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La incertidumbre provocada por la tensión comercial entre China y Estados Unidos está sacudiendo a los mercados cambiarios emergentes, siendo la moneda argentina una de las más castigadas. Sólo en agosto, el precio de la divisa norteamericana aumentó un 45%, un hecho fácilmente explicable debido a que el país trasandino cuenta con una de las tasas de inflación más altas del mundo (31%). En otras palabras, la devaluación es un sinónimo de la desconfianza en la moneda y el rumbo de la economía local.

Una condición necesaria para reducir la inflación alta es eliminar la causa que le da origen, que en este caso es el déficit fiscal. Si bien esto puede tener efectos contractivos en una economía cuyo gasto público es equivalente al 40% del PIB, el ajuste gradual pensado para suavizar el impacto sobre la actividad económica terminó gatillando una crisis cambiaria difícil de contener y malas expectativas sobre el futuro de la economía.

Una de las estrategias del gobierno de Mauricio Macri al comienzo de su mandato, fue la de sustituir la emisión monetaria por el financiamiento externo para cubrir las necesidades fiscales. Esta es una buena medida siempre y cuando el programa fiscal demuestre la posibilidad de alcanzar el equilibrio en el mediano plazo. Sin embargo, el relajamiento de la meta fiscal a comienzos de 2017 y el impacto de la eliminación de subsidios a los servicios públicos fueron el cóctel perfecto para la devaluación. Lo primero impactó a través de la desconfianza sobre la capacidad del gobierno de alcanzar el equilibrio fiscal, mientras que lo segundo alimentó la tasa de inflación que el año anterior se había desacelerado a 24,8% y ahora se proyecta a 40,3% para 2018.

Un recorte fiscal puede implicar grandes costos económicos que se traducen en disminuciones temporales del empleo y de la demanda agregada. Sin embargo, permite reducir la exposición a factores de riesgos tales como la necesidad de endeudarse o emitir moneda. Así, la confianza de los consumidores sobre su situación personal futura y las expectativas de rentabilidad de empresarios e inversores mejoran al disminuir las probabilidades de una crisis futura.

El golpe de timón del gobierno argentino al profundizar el ajuste fiscal es una decisión correcta. Sin embargo, no hay margen para el error. El incumplimiento de la meta de equilibrio fiscal para 2019 puede hacer perder el financiamiento de mercado y tener que recurrir de nuevo a la emisión. Esto, en un contexto de inflación elevada y persistente, se puede transformar en una grave crisis cambiaria y de hiperinflación.

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