Columna de Carlos Correa: Se cae el CAE
Al regreso de la larga celebración de las Fiestas Patrias, con los bolsillos vacíos y los estómagos llenos, a la batalla sangrienta que se ha convertido el caso Hermosilla se sumará una de menor cuantía, pero con buena artillería de lado y lado. En la noche del 22 de septiembre, mientras algunos todavía estarán luchando con el taco de vuelta, el Presidente ocupará una cadena nacional de TV y radio para anunciar su plan para terminar con el CAE.
Es primera vez que la cadena nacional se ocupa para un tema sectorial. Este hecho inédito requiere entonces una mirada profunda de las razones y las consecuencias. En la primera hay que retroceder varios años atrás, al año 2011, cuando en medio de las movilizaciones estudiantiles, un grupo representó la coreografía de Thriller de Michael Jackson con carteles de cuánto debían, para mostrar que el peso de la deuda estudiantil los convertía en muertos en vida, sin posibilidades de progresar.
Posteriormente en el gobierno de Bachelet la discusión se centró en el financiamiento de la gratuidad universitaria, dejando en segundo lugar el tema del CAE. El gobierno siguiente de Piñera presentó una reforma al sistema de financiamiento universitario, que quedó estancada en la comisión de Educación del Senado, hasta que el estallido y posterior pandemia la hizo inviable.
El gobierno actual prometió en su campaña que iba a condonar el CAE, decisión postergada por una serie de asuntos que ocurrieron en su primera mitad, entre los que se incluye la derrota electoral de septiembre de 2022 y el alargue del problema constitucional. Una encuesta Cadem de mayo de 2024, coloca el tema como de menor prioridad en la educación. En una lectura incorrecta de la encuesta mencionada, la oposición y alguno que otro representante oficialista dirá que hay otros temas prioritarios y que el CAE es un asunto de élite. Pero los datos contradicen esa consigna.
Según datos de la comisión Ingresa, los deudores de dicho sistema superan los 500 mil, y muchos de ellos no terminaron su carrera universitaria por lo que la supuesta ventaja en rentas no existe. Los morosos son más de la mitad del total que recibió dicho beneficio, con daño también al patrimonio fiscal, pues los bancos exigen las garantías que coloca el Estado en estos casos. Solamente ese nivel de morosidad hace pensar que hay un problema ahí. La mayoría de los deudores, tanto egresados de sus carreras, como los que los que salieron antes del sistema pertenecen a los quintiles 1 y 2, despejando la idea de que es una deuda de universitarios potentados con capacidad de enfrentarla. El 70% de dichos deudores tiene ingresos inferiores a 750 mil pesos y, casi la mitad, gana el salario mínimo o menos. Debido al volumen que implica este problema, la mayoría de las personas opina que debe ser abordado y resuelto, según la misma encuesta Cadem.
Además de ser un compromiso, es un problema social grave que no puede ser derivado al gobierno siguiente, pues los muertos en vida que bailaban al ritmo de Michael Jackson siguen ahí. Los deudores reclaman que no tuvieron la empleabilidad que pensaban, ni la mejora de sus ingresos por haber pasado por la universidad. Esto hace pensar que nuestro sistema de educación superior está generando ilusiones falsas y que muchas carreras que se ven pomposas en la publicidad en realidad son fábricas de cesantes o personas mal pagadas. Eso es otra bomba social que tendrá que ser abordada en su momento.
Por Carlos Correa Bau, Ingeniero Civil Industrial, MBA.