Columna de Diana Aurenque: Ceguera generacional



Al menos desde el libro de Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito (1997), ronda la pregunta por la posibilidad y contenido de algo así como una identidad chilena. A inicios del 2000, el querido profesor de filosofía de la Usach, Sergio Jerez (†), nos encomendaba hacernos cargo de dicha pregunta. Desde aquel entonces y hasta la fecha, no solo se han escrito varios trabajos al respecto, sino que además hemos vivido una serie de eventos que aportan nuevas incertidumbres y urgencia con respecto a esta problemática -el estallido social, los dos plebiscitos y un nuevo proceso ad portas. Y aún sabemos poco lo que somos.

Y si bien esta pregunta apenas puede ser esbozada aquí, podríamos partir desde una conclusión clave planteada por la historiadora Sofía Correa Sutil en Identidad y globalización (2009). Correa sostiene que, en vez de caer en clichés geográficos o psicologistas acerca de la identidad chilena, deberíamos intentar “articular una multiplicidad de relatos históricos que nos puedan dar sentido como comunidad en el tiempo”, para “crear una identidad nacional que sea dinámica, histórica -nunca esencialista”.

Considerar a Chile como una “comunidad en el tiempo” nos obliga tanto a revisar su historia institucional -su conformación como Estado- como también su historia genealógica -su construcción generacional. Y es justo esto último algo clave para entendernos mejor hoy ante un nuevo proceso constitucional, una clave que pese a que ha sido expuesta y tratada por diversos expertos y con acentos particulares, permanece desatendida. ¿Notamos realmente la “ceguera generacional” que nos conflictúa?

No lo parece. Y peor aún: la ceguera se fortalece.

Se fortalece, por ejemplo, por la programación de los canales de TV más importantes del país; en ellos reaparecen shows y programas de los 80 -”plena dictadura”- o teleseries de los 90 -”plena transición”. Han vuelto a surgir comunicadores y animadores que durante esas décadas eran las grandes figuras televisivas. Una suerte de nostalgia por el pasado es lo que deja ver ese revival. Uno que, sin duda, emociona a muchos de generaciones mayores, porque, indistintamente de sus propias vivencias a favor o en contra de la dictadura, les recuerda tiempos de sus propias vidas y los aúna generacionalmente.

Pero esta nostalgia que permea la TV le es incomprensible a los más jóvenes -no solo porque una teleserie como “Adrenalina” o “Machos” no encaja, afortunadamente, con sus valores; sino porque, además, y eso es tan clave como lo anterior, porque no consumen lo que ofrece la TV; de hecho, buena parte la desprecia. Sus formas de información ocurren vía plataformas digitales -YouTube o Instagram. Así, el resultado de esto es desastroso para todo intento de reconciliación generacional, porque cada cual reafirma su propia identidad generacional.

La brecha generacional se acentúa justamente por los medios de información y comunicación que los agrupa generacionalmente, sin posibilidad de puentes ni conciliaciones. Ante ello, quizás se pueda recuperar el pasado de otro modo; como lo hizo el profesor Jerez con nosotros, desde un pasado que converse con los jóvenes y los invite a que se impliquen por pensar nuestro futuro.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

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