Columna de Sebastián Edwards: Las Isapres, la inteligencia artificial y el capitalismo popular

Andrés Pérez


Hace unos días le pregunté a dos programas de inteligencia artificial qué políticas recomendaban para solucionar el problema de las Isapres en Chile. Después de todo, me dije a mi mismo, los políticos nacionales podían beneficiarse de opiniones “inteligentes”, basadas en una muy amplia literatura en materias de salud. Como, por naturaleza, soy desconfiado, decidí usar dos sistemas y contrastar sus respuestas. Utilicé “Bard” de Google, y “ChatGPT” de OpenAI.

Como las Isapres son un problema chileno, resolví hacer las preguntas en castellano. Después de pensarlo durante unos segundos, Bard me dijo que no me entendía, ya que funcionaba solo en algunas lenguas. Le pregunté cuáles eran éstas. De inmediato me dijo que, obviamente, usaba inglés y chino. Me parece que su réplica tenía un tono burlón, y que, sin ser abiertamente soez, me quiso transmitir que la pregunta era tonta y la respuesta obvia. ChatGPT, de otro lado, me dio una respuesta en un castellano perfecto, con frases cortas y elegantes, sin adverbios y con pocos adjetivos.

La verdad es que en lo que a sustancia se refiere, ambas respuestas fueron decepcionantes, artificiales y poco inteligentes. Opiniones llenas de lugares comunes, sin una pizca de originalidad. Pero, dentro de la mediocridad, creo que Bard fue levemente más razonable. Su conclusión principal fue que, si bien las Isapres tenían una multitud de problemas y había que reformarlas, era fundamental no terminar con ellas. Hacerlo, dijo el algoritmo de Google, sería sumamente “disruptivo”. En términos políticos, fue una respuesta de “centro”, una respuesta tipo Amarillos.

ChatGPT, fue más específico, con una clara visión desde la izquierda. Su recomendación principal fue esta (es una cita literal):

“Establecer un sistema de salud universal que garantice la cobertura médica para todos los ciudadanos, independientemente de su capacidad de pago. Esto eliminaría la discriminación por parte de las Isapres y aseguraría una atención médica básica para todos”.

Después de leer la sugerencia un par de veces, decidí preguntarle a ChatGPT si tenía amigos en el Frente Amplio o si conocía al Presidente Gabriel Boric. Me contestó que era un algoritmo y que, como tal, no tenía amigos; tampoco tenía sentimientos. No me di por vencido tan fácilmente, y le pregunté por qué su posición era la misma que la de la izquierda. Sin vacilar me contestó que sus conocimientos venían de sus millones de lecturas, y que lo más probable era que la mayoría de los autores que habían escrito sobre el tema tenían esa percepción política. (¡Ojo! Recomendación para el centro y la derecha: si quieren que sus opiniones se reflejen a través de los algoritmos llamados “inteligentes”, tienen que ponerse a escribir, a investigar y a publicar. Si no lo hacen, están fritos).

Después de reflexionar un poco decidí hacer una pregunta más específica: ¿Qué pensaban de la idea que, en vez de pagar lo adeudado con dinero, las Isapres hicieran los pagos con acciones emitidas especialmente con ese propósito? La respuesta de ambos programas fue simple: la idea debe estudiarse y discutirse en profundidad.

Me parece que, efectivamente, este es un camino que vale la pena investigar. Un bosquejo muy general del plan es el siguiente: (1) Las Isapres emiten nuevas acciones por aproximadamente 1,4 mil millones de dólares (la cifra que se maneja como deuda con los afiliados). (2) Los afiliados reciben acciones en pago por los cobros excesivos. (3) Como consecuencia, los dueños actuales dejan de ser controladores; los nuevos dueños son los usuarios. (4) Los afiliados pueden, si quieren, vender las acciones. Esto, pueden hacerlo cuando lo estimen conveniente. Alternativamente, pueden mantener los títulos y recibir futuros dividendos. Este método es una mezcla del “capitalismo popular” y los canjes de deudas por acciones (debt-equity swaps) usados después de la crisis de la década de 1980. Tal como sucedió en esa oportunidad, quienes reciban los títulos podrían obtener importantes ganancias en el futuro cercano.

El plan parece simple, pero no lo es. Para echarlo a andar hay que resolver una cantidad de detalles, todos complejos, aunque ninguno insalvable. ¿Cuántas nuevas acciones debe emitir cada Isapre? ¿Qué valor se le asignará a cada una de las acciones? La participación en el programa, ¿sería voluntaria u obligatoria? ¿Es posible una solución híbrida, con parte del pago en dinero, parte en servicios y el resto en acciones?

Pero esto no es todo. Para verdaderamente resolver los problemas de la salud, y mantener su brazo privado como una opción, hay que rediseñar el sistema de cobros para que la crisis actual no se repita.

El tema tiene, además, dos implicancias constitucionales. La primera se relaciona con la libertad de elección de las personas. ¿Podrán elegir libremente si utilizan un proveedor privado o el sistema público? Al parecer, este es una de las cuestiones que los expertos aún no resuelven. El segundo ángulo constitucional es que la nueva carta fundamental no les permita a los jueces legislar desde la banca. Eso es lo que hizo la Tercera Sala de la Corte Suprema, amplificando una crisis de salud que se arrastraba por años.

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