¿Cómo seguimos el diálogo con el pueblo mapuche?



Por Natalia Caniguan, investigadora CIIR

La política indígena que se ha llevado a cabo en el país desde los años 90 en adelante nos ha dejado medidas fallidas, mecanismos de diálogo inconclusos, promesas incumplidas, pero también aprendizajes respecto de cómo poder asumir desde el Estado la relación con los pueblos indígenas y en particular con el pueblo mapuche, aprendizajes que es necesario ir poniendo en escena, de manera de resarcir la deuda aún pendiente con las naciones originarias, así como también avanzar hacia una sociedad que se cimiente sobre una verdadera interculturalidad, donde los pueblos sean los titulares de sus derechos.

El tiempo ha demostrado que la permanencia del tema mapuche dentro del Ministerio de Desarrollo Social no ha dado resultados, y Conadi pide con fuerza una revisión y cambio. Y si bien hemos visto la disposición del gobierno entrante de fijar mecanismos de diálogo y dar titularidad a Interior para asumir esta misión, también hemos sido testigos de tensiones y dificultades que, sin ir más lejos, desencadenaron la renuncia de quienes estaban a cargo de estos temas en dicha cartera, en gran medida, debido a la agenda de seguridad que se desarrolla en paralelo a las propuestas de diálogo.

Efectivamente, Interior le ha dado una mirada política a la relación con el pueblo mapuche. No obstante, la función de este ministerio es, principalmente, mantener la seguridad interior del Estado, por lo que se confirma -y así ha sido- la ya clásica medida de la zanahoria y el garrote.

Así las cosas, ¿cómo reforzar (o empezar) el diálogo entre el Estado y el pueblo mapuche?

Hoy contamos con un encargado de la Macrozona Sur, figura más bien dedicada a la seguridad, así como con un delegado presidencial, que debe asumir temas regionales de diferente índole. Y aunque ambas autoridades -y otras- son convocadas por la situación, a modo de propuesta, una opción que debería ser al menos estudiada, sobre todo si lo que se busca es diálogo y paz, es contar con un rol que asuma de manera exclusiva la relación con el pueblo mapuche.

Una figura similar se intentó configurar en el pasado. Sin embargo, hoy, la situación es distinta. El contexto pide con urgencia alguien de designación directa por parte del Presidente de la República; se requiere entregar una señal potente, empoderamiento político e independencia económica que permitan actuar con base a la realidad; dedicación exclusiva y coordinación con ministerios, pero sin las amarras propias de cada cartera; una suerte de actor plenipotenciario que permita avanzar (y no seguir estancados) en torno a temáticas concretas, con una agenda y plazos que den la posibilidad de resolver, tanto con el pueblo mapuche como con otros actores involucrados, esta fallida relación.

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