Contar lo que sale mal
Ahora que el repaso de biografías de músicos famosos se ha vuelto pauta rentable para plataformas audiovisuales, el correlato de curiosidades por fuera del radar del éxito adquiere nuevo valor. En Chile, la persistencia de carreras llenas de dificultades es parte indisoluble de nuestra historia cultural, y blanquear esos obstáculos sería desdibujarla.

Lista de cantantes asesinados por un/a fan. Figuras más destacadas en el género del ska cristiano. Incidentes violentos durante karaokes de “My way”. Singles que se volvieron un éxito luego de editar tan solo una copia. Jazzistas con cargos diplomáticos. Grabaciones de silencios. Avistamientos de Elvis (el más reciente, de 2016). “Unblack metal”.
Ningún modelo de IA podrá adelantarse nunca a la muy humana pulsión por asociar curiosidades y extravagancias en torno a la música. En Wikipedia y otros recovecos de la web se encuentran entradas al detalle para ítems insólitos, inspirados a veces por teorías inclasificables (“Billie Eilish murió y ha sido reemplazada por una fan”); a veces, por disecciones innecesarias (“Mozart y la escatología”); y está, también, la deriva de la especialización hacia lo absurdo (todo sobre el “eggpunk” y el “emothrash”, por ejemplo).

Recuerda todo ello una verdad que excede la trivia, y es que hay mucha música por fuera del canon. Los ránkings, los festivales, el desfile de grandes estrellas por la alfombra roja de premiaciones es solo una parte de un universo que se cultiva sobre todo en la afición privada y las ilusiones sin destino, y que como tal no puede ajustarse a los trazos gruesos del éxito internacional. Las microescenas, las bandas fracasadas, los discos desconocidos alimentan un submundo de narrativa fascinante, con cada vez más libros y documentales para documentarlo. En YouTube puede encontrarse, por ejemplo, la historia de los “discos de rayos X” (también llamados “ribs” o “ryobra”) que en la ex Unión Soviética permitieron traficar, inscritas sobre radiografías, grabaciones de rocanrol entonces prohibidas por el régimen. O el registro de cómo el dúo británico KLF quemó frente a la cámara, a la manera de una performance, todos y cada uno de los billetes del primer millón de libras que les cosechó su primer hit radial, en 1995.
El gran relato de la música chilena, el de los temas clásicos y conquistas internacionales, convive con historias de carreras poco afortunadas, tanto o más elocuentes de la dinámica de la cultura en nuestro país. Las voces de los ’80, Vol. 2 es un nuevo libro de Emiliano Aguayo que se detiene sobre bandas de esa década de promoción contenida dentro del límite del cassette y alguna invitación a televisión diurna (Contagio, Equis, Dúo Top, Plástico, Jaque Mate, entre otras). El documental Los Rockers, rebelde rock’n’roll (2012) es la comedia involuntaria de una banda a la que todo le sale mal, dirigido por su baterista con un pulso que parece más perplejo que desesperado.
Ahora que el repaso de biografías de músicos famosos se ha vuelto pauta rentable para plataformas audiovisuales, el correlato de curiosidades por fuera del radar del éxito adquiere nuevo valor. En Chile, la persistencia de carreras llenas de dificultades es parte indisoluble de nuestra historia cultural, y blanquear esos obstáculos sería desdibujarla. “Rayén Quitral tuvo que hacer empanadas para subsistir en Alemania”, titulaba en febrero de 1958 una nota de Las Noticias de ÚItima Hora a la soprano chilena. No es la precariedad de la artista, sino la mezquindad del medio, lo que al fin queda como dato de referencia.
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