El drama del individualismo

17/03/2020 TEMATICA PERSONAS CON MASCARILLAS Mario Tellez/La Tercera


Nadie discute hoy que el Covid-19 es la pandemia más grande y dañina del último siglo. Solo 19 países del mundo no han reportado casos de contagio y hasta ayer martes, casi un millón y medio de personas estaba infectada y más de 76 mil habían fallecido por esta causa.

En Chile, esa esperanza de un país mejor que rondaba con el estallido social ha sido reemplazada por el miedo y la incertidumbre, por la ansiedad del encierro y la cercanía de la muerte. Los recuentos diarios se van transformando en una especie de reloj de arena que anuncia dramáticamente que el virus avanza, que va llegando a los amigos, a la familia y a uno mismo y que, sin importar el estatus o condición social, deja en total soledad, sofocados, sin un abrazo final y sin un funeral a quienes fallecen.

En el intertanto, en la mirada larga, crecen las preocupaciones por el día después de esta asonada, por el estado en que quedará la economía y la quiebra de centenas de medianos y pequeños emprendimientos. Si antes de la pandemia en Chile, la preocupación era cómo superaríamos el estallido social y cuál sería el país que dejarían esos meses de protesta, la gran incógnita hoy es qué quedará después de todo esto. Como punto de partida, digamos que un país con más desigualdad, con más desempleados, con más problemas económicos y, por cierto, con aun mayor descontento social.

Esto último debería estar muy presente en quienes gobiernan, ya que las señales de hoy pueden ser decisivas y determinantes para el post Covid-19. Gobierno, Parlamento y partidos darían un paso importante si consideran en sus decisiones lo que revelan los datos prácticos: tanto con el estallido social como con la pandemia ha quedado claro que el individualismo hizo crisis, que el mejoramiento de la calidad de vida no puede depender solo de la productividad personal.

Ya no es posible seguir insistiendo en la teoría de una sociedad individualista, sin sentido de lo colectivo. La desconexión con lo que le sucede a los otros fue causa principal del estallido de la crisis social. Ahora, cuando esta pandemia se impone sin distinguir fronteras, raza, condición social o género, cuando se transforma en un problema de todos, incluso de los más privilegiados, tenemos la oportunidad de revisar viejas prácticas de segregación y cambiar el switch. Ese es el desafío que tienen la clase política y el mundo empresarial: escuchar el clamor ciudadano y recuperar los cauces naturales de una verdadera convivencia en democracia. Eso pasa por asumir que Chile debe ser un país unido, tolerante y diverso, que las personas valen por lo que son y no por lo que tienen ni donde viven, que los abusos de diverso tipo se combaten y castigan por el bien ciudadano, y que la estabilidad, la paz, la convivencia e incluso la propia vida, son metas que solo son sustentables cuando tomamos real conciencia de que dependemos los unos de los otros.

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