Opinión

El lapsus de la derrota

El Presidente Gabriel Boric entregó los principales lineamientos del Presupuesto de la Nación para 2025.

¿Habrá sido una buena idea la de aludir a José Antonio Kast en la cadena presidencial para explicar el proyecto de Ley de Presupuesto 2026? No hay ningún costado por donde lo parezca.

Regalarle el protagonismo al principal candidato de la oposición; darle a Kast la ocasión de desenfundar su lenguaje más ofensivo, volver el foco hacia los aspectos más discutidos del gasto fiscal; poner bajo la lupa a un equipo económico nuevo y frágil, y, como esas, muchas cosas más, confirman que hay en el Presidente cierta irrefrenable tendencia a dispararse en los pies.

La ley de presupuesto es el tormento del último trimestre para todo ministro de Hacienda; y el peor de todos es justamente el anterior a un cambio de gobierno, por el que inevitablemente sobrevuelan sospechas, acusaciones y trampas de todo tipo. De manera que la propia cadena nacional pasa a ser un ejercicio dudoso y hasta narcisista si de lo que se trata es obtener que el Congreso apruebe el proyecto con el mínimo de daño. Pero, bueno, habrá que aceptar que esto es como el pato hablando de su cojera: evitable, pero irreprimible.

Lo que cabía esperar es que el gobierno tratase de neutralizar algunas de las muchas malas noticias que trae el presupuesto del próximo año. Por ejemplo, evitar que la eliminación de la “glosa republicana” tuviese una interpretación electoralista. La alusión a Kast prácticamente le puso nombre y apellido, y ahora la exclusión de la glosa, en vez de una medida técnica, parece un acto de venganza.

Hay algo más de fondo: empleando un lenguaje que en más de una ocasión se refiere a lo que harán “ellos”, el discurso da por perdida la elección presidencial. Es un lapsus linguæ, pero también algo más: toda la descripción del presupuesto se orienta a explicar lo que el actual gobierno quiere que sea el presupuesto del 2026, pero asumiendo que serán sus opositores quienes lo administrarán… y que no podrán hacerlo con libertad. En este cuadro, suena hasta triste que la propia candidata oficialista solicite la reposición de la glosa republicana, con una candorosa propuesta de resolver la situación de las víctimas de los incendios de Viña del Mar, y el efecto dominó de ofender al ministro de Vivienda, ya bastante complicado con la situación recién identificada del Serviu.

El presupuesto 2026 es especialmente difícil, porque el estado de la economía chilena es muy malo y empeora cada vez que se aclara alguna zona ambigua. Recién el miércoles, la Dirección de Presupuestos corrigió por segunda vez la estimación del déficit estructural, que ya no será de 1,6% ni 1,8%, sino de 2,2% del PIB, en parte debido a que nuevamente fueron sobreestimados los ingresos fiscales. La Dipres solía ser el organismo que calculaba con un aire pesimista los ingresos futuros y decía que no a todas las presiones de gastos nuevos. Esa caracterización aparece completamente invertida y se puede anticipar que la gestión de la Dipres en el cuatrienio que termina será discutida por mucho tiempo.

Esto significa, colateralmente, que la directora de la Dipres no servirá de gran ayuda a quien debe negociar el proyecto de ley de presupuesto, el ministro Nicolás Grau, que debió hacer enormes esfuerzos para superar las objeciones a su competencia en el Ministerio de Economía y que, tras conseguirlo, ha sido puesto en la primera línea de fuego. Casi se diría que el exministro Marcel renunció antes del fin del mandato también para evitarse este estrés desproporcionado.

Hacienda puede no ser un ministerio más complicado que Economía, pero es inmensamente más sensible. Las discusiones iniciales ya sugieren que para aprobar el proyecto, el gobierno deberá retroceder unos cuantos pasos en el texto entregado al Congreso, y no sólo por la resistencia opositora, sino también por los intereses de parlamentarios oficialistas que aspiran a su reelección.

Las condiciones externas no han mejorado -en el caso de los nuevos aranceles impuestos por Estados Unidos se han agudizado-, la producción minera ha caído arrastrando al Imacec, la inflación no termina de ceder, el desempleo está en cifras récord y el gobierno de Boric se prepara para ser el segundo peor en crecimiento del PIB desde la restauración democrática, o directamente el peor, según pierda o gane una décima respecto de Bachelet 2.

Y aún así, el Presidente se permite subrayar que el candidato opositor (Kast, quién otro) no podría recortar gasto por seis mil millones de dólares, no sabe bien si para denunciar una promesa imposible (lo más probable) o para presumir de que el nivel de gasto en que está el país se ha vuelto irreversible.

Difícil elegir cuál es la peor de esas dos ideas.

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