Opinión

En el punto de partida

Desde 2017 distintos grupos de la sociedad civil que trabajamos en torno a la maternidad venimos poniendo en evidencia la relevancia de abordar adecuadamente la experiencia del duelo gestacional y perinatal, a nivel psico-social y de la salud. Los datos científicos sobre el impacto de esta vivencia en la vida de la mujer y la familia indican la directa relación entre una atención de salud sensible y el curso que tendrá su proceso de duelo. La muerte de un bebé afecta profunda y prolongadamente la biografía de quienes la viven y si ésta carece de un apoyo integral y personalizado por parte del contexto médico, aumentan radicalmente las probabilidades de convertirse en duelo patológico, provocar trastornos de ansiedad, estrés postraumático, depresión, entre otras dificultades. Para los expertos esto no es de extrañar, considerando que el período perinatal es el de mayor vulnerabilidad psíquica en toda la vida de la mujer.

Ahora bien, estas indeseadas consecuencias no sólo influyen en la madre y en quienes tiene ella a su cuidado de manera contingente, sino que también puede impactar sus futuros embarazos: según un reciente estudio europeo, un 30% de las madres gestantes tras una pérdida perinatal presenta síntomas depresivos significativos y casi el 40% presenta índices importantes de ansiedad (Thomas et al, BMC Pregnancy and Chilbirth). La mayoría de ellas arroja al comienzo de su embarazo niveles de cortisol indicativos de estrés prenatal.

Evidencias como ésta, fueron las que permitieron a las organizaciones no gubernamentales persuadir y permear en los ámbitos legislativos y ministeriales para comenzar a promover un trato digno, incluso a veces reivindicativo, a estas madres y familias. Surgen así las Leyes Mortinato (2019) y Dominga (2021), y se integran como parte de un plan piloto de atención integral al duelo, las “Cajas de Recuerdo” -herramientas simbólicas para la despedida de un bebé- en 39 hospitales de Chile (2020). La Ley Mortinato permite dar un nombre al bebé que fallece antes de nacer y la Ley Dominga establece un protocolo de atención en hospitales y clínicas que contempla las necesidades psico-emocionales de los padres, más allá del tratamiento fisiológico. Estos significativos avances nos sitúan hasta hoy como país pionero en la región en sumar logros en directo beneficio a las familias en duelo perinatal.

Sin embargo, la situación deja de ser alentadora cuando, desde nuestro rol como impulsores de estos cambios y también como representantes de todas las familias que han enfrentado la muerte temprana de un hijo, percibimos un estancamiento en estas conquistas. Esto, toda vez que la Ley Mortinato no ha sido aún del todo socializada en el servicio que la imparte, la Ley Dominga fue promulgada sin financiamiento y la continuidad de la entrega de las Cajas de Recuerdos a los hospitales del país se mantiene en suspenso desde hace más de un año. Nosotros desde nuestra expertisse, seguimos mostrándonos disponibles para apoyar al Estado en la mejora de la atención, pero muchas veces nos sentimos de manos atadas cuando, por ejemplo, nos rechazan audiencias solicitadas correctamente por ley del lobby, recibimos noticias desalentadoras desde los profesionales de la salud pública respecto a la imposibilidad de implementar correctamente la norma técnica de la Ley Dominga por falta de recursos, o nos cuesta ser oídos a pesar de mostrar investigación contundente y pertinente que avala nuestras actuales propuestas.

Hoy que hablamos de la importancia de aumentar la natalidad en nuestro país, queremos plantear que temas como el duelo gestacional y perinatal, son parte central en el cuidado de la maternidad propiamente tal, así como de la salud mental de la mujer y de la salud de los futuros hijos que decida tener. Y que este, no es un tema que esté resuelto con la mera promulgación de leyes; ellas son solo el punto de partida. El profundo sentido de ellas debe integrarse en el sistema, debe poderse implementar institucionalmente, debe, en definitiva, tomarse en serio para poder arrojar los beneficiosos e humanizantes resultados que implican ofrecer un acompañamiento integral y sensible a mujeres en sus momentos más dolorosos y vulnerables. Beneficios que no solo se verán reflejados en la resiliencia de esas madres y familias, sino también en una revitalización de la trascendente vocación de los mismos equipos de salud que las atienden.

Por Blanca Prat, Fundación Amparos en conjunto con Soledad Ramírez, Centro SerMujer; Aracelly Brito, Fundación Ley Dominga; Pamela Labatut, Centro Duelo y Arcoíris.

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