Opinión

Estabilizados

El deterioro de la política es un signo de los tiempos, otra evidencia de que la crisis de los Estados nacionales es una singularidad que define al actual ciclo civilizatorio. La globalización, el carácter transnacional de la mayoría los procesos en curso, parecieran convertir a la política en un engranaje cada día más disfuncional para la competitividad de los países. En simple, atravesamos un momento donde los políticos son claramente parte del problema, no de la solución. Esta semana, Perú y Francia fueron buenos ejemplos.

En Chile, las cosas no son distintas y la campaña presidencial ha estado muy a tono. En efecto, cuesta encontrar propuestas o debates a la altura de los desafíos que enfrenta el país. Más bien lo que abunda son las descalificaciones, campañas de terror y una escasa densidad intelectual. Habiendo grandes cosas en juego, no se ven iniciativas muy elaboradas y la ciudadanía permanece más bien distante e indiferente. Es quizá la razón por la que el escenario electoral aparece desde hace un tiempo estabilizado.

A poco más de un mes de la primera vuelta, los estudios de opinión coinciden en ilustrar tendencias relativamente consolidadas, que sólo cambian semana a semana en los márgenes. Jara y Kast casi en un empate técnico permanente. Matthei en tercer lugar a 8-10 puntos de distancia; Kaiser y Parisi más atrás disputando el cuarto puesto. En las proyecciones sobre el balotaje, las cosas se ven todavía más firmes: tanto Kast como Matthei le sacan cerca de quince puntos de distancia a la candidata del oficialismo. Y no hay más. Lo que queda de las expectativas de poder alterar dicho cuadro está puesto en los debates que vienen. Algún gran acierto de los candidatos desafiantes, o una gran caída de los que lideran las encuestas.

En definitiva, al mirar con frialdad las tendencias de los últimos meses, es difícil no sentir que los chilenos ya tomaron una decisión; y que esa decisión es consistente con los problemas que se han vuelto prioritarios desde el estallido social y la pandemia. Un país donde el miedo y la inseguridad son las emociones más recurrentes, y donde no hay grandes expectativas de que las cosas puedan mejorar radicalmente en el corto o el mediano plazo. En rigor, la estabilidad que hoy muestran las encuesta no es un síntoma de esperanza, sino más bien de distancia y desafección. La candidata del oficialismo se ve cada día más sola y abandonada a su suerte. En la oposición, la representante de Chile Vamos tiene como prioridad ahondar las desconfianzas hacia el líder republicano, quizá no poniendo en riesgo el triunfo opositor, pero horadando la posibilidad de entendimientos para gobernar a partir de marzo.

Son cifras, formas y contenidos que insisten en confirmar lo obvio: el deterioro de la política es hoy un factor estructural, que explica y está en el centro de los procesos que han debilitado a la sociedad chilena, desde hace ya más de una década.

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