Opinión

Game of trolls

DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

No es un misterio: a las mujeres en política se les hace todo mucho más cuesta arriba. Pero el poder de las redes sociales ha escalado esos costos, así como sus riesgos. Y esta elección presidencial lo está mostrando, desgraciadamente.

Después de masivos ataques de trolls en redes sociales contra ella, en que la muestran con lapsus y lagunas mentales, “con alzhéimer”, como dijo la misma Matthei, esta semana la candidata se hartó, se aleonó y contestó. Denunció en Tele13 radio que está siendo sometida a un ataque “asqueroso” en redes. “Esto empezó hace varias semanas, un ataque sistemático. No es un llanero solitario, acá hay una organización detrás (...). Se sabe de dónde viene esa campañita”, dijo después.

Que es algo orquestado lo sostiene un informe de Paulina de Allende- Salazar en El Mostrador. Afirma que, según el análisis que realizaron, el bombardeo de mensajes contra Matthei tuvo lugar entre el sábado 21 y el martes 25 de junio, que la información provino de un núcleo de 70 cuentas digitales que publicaron 993 mensajes durante el período, y casi uno de cada siete mensajes fue dirigido a erosionar su imagen pública. El medio El Mostrador agregó en una nota posterior que había una “arquitectura de contraste”, “orquestada por un ecosistema afín al mundo republicano, que reproducía tácticas de “childbots” que operan de manera coordinada y repetitiva para amplificar narrativas hostiles”. Los expertos que revisaron estos mensajes detectaron un conjunto de “cuentas madre” o “núcleo” encargadas de generar contenido original y trazar las líneas de ataque.

La violencia digital política es seria. Hay quienes la miran en menos, como si no fuera grave en comparación con la violencia física que se padece en el mundo real. Pero eso es no comprender, por un lado, el impacto en las mujeres que la sufren (verse en cientos de mensajes en pocas horas, que la tildan de senil o incapaz no es menor), sino que, además, el enorme efecto que la desinformación y la hostilidad misógina tienen en los electores, que reenvían o clickean estas informaciones sin filtrar. Decir mentiras, difamar, amenazar o denostar en la vida real tiene una vía de tramitación: los tribunales de justicia. Pero el mundo digital es la selva misma. Se puede hacer o decir cualquier cosa, desde el más cobarde anonimato, y luego esconder la mano.

Es cierto que los políticos -hombres y mujeres- suelen ser objeto de acoso, abusos y campañas de desinformación en internet, pero las mujeres políticas se enfrentan a un riesgo especialmente grave. “Las mujeres son objeto de abusos con más frecuencia y la naturaleza de estos ataques digitales es más despiadada que los dirigidos a sus equivalentes masculinos. En este contexto, no es de extrañar que aumente la violencia contra las mujeres políticas fuera de internet”, asegura un informe de GDI (Global Disinformation Index).

Es fundamental poner en estos episodios la mayor transparencia y rendición de cuentas posible, la que hoy es equivalente a cero. Que quienes hacen estos trabajos sucios salgan a la luz: cuáles son sus identidades, pero también, quiénes los contratan, para quiénes trabajan. Trolear a esa escala no parece ser un patético “hobby”, sino un lucrativo trabajo. ¿Quiénes les pagan? ¿Debiera tener algo que decir el Servel si es así? Y si no hay plata de por medio, sino que son troles “ad honorem” que esparcen odio en razón de su ideología, debieran responder quienes entonces los habilitan a hacer esto, con sus narrativas hostiles y agresivas que son su combustible. Es relevante, de cara a las elecciones, saber cuáles exactamente son los límites que cada candidatura acepta dentro de la batalla electoral.

Por último, es importante legislar. Podría ser un proyecto nuevo, como el ingresado por la diputada Marlene Pérez, para frenar el mal uso de IA en campañas políticas, que habrá que analizar en su mérito. Pero si no debiera incorporarse en el proyecto en trámite en el Congreso sobre la materia, como ha hecho ver Alejandra Sepúlveda, de IDEA Internacional (ese proyecto sanciona el doxing, el hostigamiento, la suplantación de identidad y la difusión no consentida de imágenes íntimas).

Hoy es Evelyn Matthei la que aparece en estos videos y trolleos armados para perjudicarla, pero mañana le puede pasar a cualquier otra política chilena. Esto la daña y la afecta no solo a ella, sino que puede perjudicar la participación de la mujer en el mundo público, como sostiene ONU Mujeres. Sólo en el Reino Unido, 19 diputadas decidieron dimitir antes del final de su mandato, explicando que el abuso en línea fue «un factor importante» que motivó su decisión.

Son décadas de avance -duro y lento- las que se ponen en riesgo. Pero peor aún, estos hostigamientos y desinformaciones en la red pueden influir decisivamente en el resultado mismo de una elección.

P.D. Al cierre de esta columna, un candidato del partido Republicano dijo que Evelyn Matthei tenía “locura temporal”. Sin comentarios.

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