Opinión

Generosidad intergeneracional

Adultos Mayores

Por Pablo Vidal, diputado RD, y Francisco Meneses, economista

En tiempos de crisis como el que estamos viviendo, una de las claves para superar sus múltiples aristas ha sido comprender que el problema no es individual, que necesitamos aislarnos con tal de no ser focos de contagios para otros y, al mismo tiempo, ver soluciones colectivas para enfrentar los coletazos de la crisis, donde el empleo es un punto crítico para la mayoría de las familias en Chile.

En los últimos días fuimos testigos de cómo una de las grandes empresas del país, Cencosud, se acogió a la Ley de Protección del Empleo, dejando a muchos trabajadores con sus contratos suspendidos y acogidos a su Seguro de Cesantía personal, mientras que la misma empresa repartió más de 90 mil millones de pesos en utilidades a sus accionistas.

Si bien Cencosud se retractó de hacer uso de la Ley de Protección del Empleo, el caso sirve para ilustrar que ese acto básico de pagar los sueldos a quienes trabajan día a día para construir sus ganancias no tuvo para ellos la relevancia que debía, ni siquiera una consideración ética por ser una de las empresas más grandes de Chile pesó antes de apegarse a la práctica “perfectamente legal”.

La historia de Chile no comienza con nosotros. El país en que vivimos, con sus virtudes y defectos, fue construido, sostenido y financiado por una generación de chilenos que no podrá disfrutar de todos los frutos de su trabajo. Partiendo por la democracia, lograda hace tres décadas, las carreteras que fueron financiadas con sus peajes y hasta el mercado financiero y de capitales que fue subsidiado con sus ahorros previsionales. Varias generaciones de chilenos pagaron los costos de construir el Chile actual, y hoy los tenemos prácticamente abandonados y, en su mayoría, con pensiones miserables.

Este ejemplo nos sirve para hablar sobre el sistema previsional chileno, donde la capitalización individual nos impone una lógica tan egoísta como la actitud de Cencosud.

No podemos dejar que la generación que forjó nuestra realidad pase sus últimos años enfrentada al desempleo durante la crisis, con jubilaciones de hambre o con una salud paupérrima. Para construir un mejor futuro para Chile, debemos comprender que es injusto que en la sociedad los costos los paguemos entre todos, pero las ganancias las disfruten solo unos pocos.

Tal como en los últimos quince años nos levantamos pidiendo educación gratuita y de calidad para las nuevas generaciones, ahora demandamos salud, jubilaciones y seguridad social para la generación de nuestros padres y abuelos. Tenemos claro que estos beneficios serán financiados por nuestra generación, con la capacidad que tengamos de hacer crecer nuestra economía y con nuestros impuestos durante las próximas décadas. Pero de eso se trata la generosidad intergeneracional, de que los jóvenes le damos la mano a los más viejos cuando necesitan ayuda y sobre todo, que para mejorar este país que hemos construido, necesitamos pensar ahora también el país que vamos a construir.

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