Guerra comercial

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Foto: Reuters


El Presidente de los EE.UU. ha iniciado un proceso de aumento de aranceles de importación destinado a proteger a su país de la rivalidad mercantil china. Ha sostenido que esta competencia es desleal y que afecta a la seguridad nacional. Por el momento China ha respondido escalando también sus aranceles, para infligir un daño equivalente a la economía de los EE.UU. ¿Cómo debe reaccionar nuestro país frente a esta guerra comercial entre EE.UU. y China?

La actual fase de liberalización y de globalización se ha traducido en un fuerte impulso al crecimiento económico mundial, incluyendo al de los EE.UU. Miles de millones de personas dejaron de ser pobres a partir del último cuarto del siglo XX. Este resultado es coherente con lo que, entre otras cosas, cabe esperar considerando la teoría de las ventajas comparativas de David Ricardo, el aprovechamiento de las economías de escala en la producción, y los beneficios del aumento de la competencia.

No obstante, Trump ha iniciado la mencionada progresión proteccionista. Para algunos ésta no es más que una estrategia de negociación para lograr una mayor liberalización mercantil china. Como Trump se vanagloria de ser un buen negociador, esta interpretación del fenómeno no parece descabellada.

En cambio, otros opinan que Trump, influenciado por Peter Navarro, su asesor en materia de política comercial, cree, entre otras cosas, que (1) es imposible competir con un país cuyo gobierno tiene poderes discrecionales prácticamente ilimitados; (2) el déficit comercial de EE.UU. - que reduce su tasa de crecimiento económico- es principalmente el resultado de políticas comerciales injustas aplicadas por China; y (3) el aumento de los aranceles que EE.UU. está aplicando ahora se justifica plenamente, dado el proteccionismo económico chino existente.

El impacto negativo de primer grado de las alzas de aranceles ya anunciadas sobre la economía de los EE.UU. no es, de acuerdo a estimaciones confiables, menor. Si bien reduciría el desempleo en los EE.UU. en varios millones de personas, su efecto negativo sobre el consumo (4 por ciento), la inversión (8 por ciento) y los flujos comerciales con China (30 por ciento) disminuiría significativamente la tasa de crecimiento de EE.UU., y por esa vía, del resto del mundo, incluyendo por cierto a Chile.

Sin embargo, mientras subsista la elevada incertidumbre arancelaria internacional es imposible predecir correctamente los efectos definitivos de la actual guerra mercantil. Bajo estas circunstancias, a Chile -que tiene entre muchos otros acuerdos de libre comercio vigentes con EE.UU. y China- lo que más le conviene es mantener inalterada su exitosa política de apertura comercial.

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