Opinión

La mariposa de seis años

Manifestación en Plaza Baquedano a 92 dia del estallido social

Seis años después de los hechos, el 18 de octubre del 2019, el imperfectamente llamado “estallido social” ha sido resignificado casi por completo. La demanda que imaginariamente presidía ese movimiento informe, impreciso, de bordes borrosos, esa demanda, que era la reforma de la Constitución, terminó en dos procesos de signos opuestos e igualmente fallidos. El cambio de la Constitución era un pretexto, un placebo que sólo satisfacía el interés de unas minorías insustanciales. Claro que, de haber triunfado, esas minorías habrían adquirido instrumentos formidables para imponer sus propios modelos al resto de la sociedad.

Fallaron.

¿Qué pasó con las demandas reales, las que sí figuraban en pancartas y rayados? La principal, la más mencionada, la reforma del sistema de pensiones, se produjo finalmente en el actual gobierno, con modestos ajustes inmediatos y efectos de muy largo plazo. De las otras -la salud y la educación- sólo se puede decir que las cosas no mejoraron.

Hablando en la prestigiosa Sciences Po de París, la exministra Carolina Tohá delineó la explicación que llamó “efecto mariposa” (más exactamente, un “efecto dominó”), según la cual se trató de un conjunto de incidentes que, a partir del día 18, desencadenó una sucesión de voluntades de violencia, con demandas de muy diverso tipo y -cabe presumir- en algunos casos sin ninguna demanda, con el puro apetito de la acción. Ahora es más evidente -aunque siempre lo fue- que se unieron en aquellos días militantes radicalizados, grupos delictivos y bandas situacionistas en torno a lo que parecía el germen de una revolución. Y es más evidente, porque se dispone de un retrato más completo de las trayectorias vitales de muchos de sus protagonistas, que, saboreando los 15 minutos de fama, se han expuesto en las vitrinas de la Convención, el Congreso, los matinales y las redes digitales.

La hipótesis de Tohá es interesante, porque es original, porque procede de una persona con conocimiento y calificación y porque hace frente al hecho de que, hasta ahora, nadie ha podido demostrar que se trató de una violencia coordinada y planificada. También porque es una explicación que no descarta que haya existido organización en episodios específicos (la quema de estaciones del Metro, los ataques armados contra Carabineros, los intentos de asalto al Costanera Center, entre muchos otros) ni que en los tres meses de incidentes callejeros se hayan desarrollado ciertos prototipos de acción coordinada. “Coordinar” puede ser a veces una palabra demasiado grande para designar una sencilla cadena de WhatsApp. Pero es lo que hay.

Por ejemplo, el atrevido dueño de la Fuente Alemana, Carlo Siri (la película sobre su resistencia, La fuente, se estrenó este fin de semana), ha explicado cómo las “líneas” de combatientes cubrían diversas necesidades de la lucha callejera, según el modelo de las barras de fútbol, tan importantes en el 18-O como lo fueron en las guerras de desintegración de Yugoslavia.

A la hipótesis de Tohá le faltan todavía las pruebas factuales, la forma precisa en que un incidente llevó a otro y a los siguientes, dónde y cómo se hallaban los vasos comunicantes. Algo de esto logró reconstituir el arquitecto Iván Poduje en su libro Siete Kabezas, que ofrece evidencias sobre la intervención del espacio en la revuelta. Gran parte del resto se ha perdido por la inacción y la intimidación de los periodistas, que desde poco después del comienzo dejamos de ir a las calles, no en forma individual, sino como fuerza de registro. También falta descifrar parte del lenguaje simbólico desplegado en el proceso, que explica al menos una parte de los actos más desquiciados.

¿Hubo un intento de golpe de Estado? Es discutible. Hubo, con claridad, un esfuerzo por desbordar el poder represivo del Estado y otro por motivar la renuncia o destitución del Presidente Piñera. Y hubo también un desborde de facto de las facultades constitucionales del presidente por el Congreso. La lucha en el interior del Instituto Nacional de Derechos Humanos, mejor iluminada ahora por el libro Ocurrió en octubre, de su exdirector, Sergio Micco, se centraba en declarar que existía una “violación sistemática” de los derechos humanos, calificación que permitiría apelar a tribunales internacionales y, más especialmente, a constituir a Piñera como un nuevo Pinochet, el Pinochet al que no habían alcanzado a confrontar los menores de 50 años.

Otra historia es la conducta de las izquierdas en aquellos días. La falta de lucidez de la mayoría de sus dirigentes e intelectuales es una de las explicaciones más contundentes para el crecimiento de las derechas y su expectable posición ante las próximas elecciones. No es sólo la confusión frente a un momento confuso, sino esa inveterada rendición a la ideología, esa “doble conciencia” (Marx) que es tan exigente para mantener la fidelidad a una visión del mundo, aunque el mundo ya no sea el mismo.

Por fin ha cambiado también el contexto mundial. Las tácticas de lucha callejera en Santiago adoptaron una singular semejanza con las de la Plaza Maidán de Kiev, que fueron transmitidas en esos días por la televisión abierta en extensas horas de trasnoche. El levantamiento ucraniano buscaba deponer al presidente impuesto por Rusia. Hoy, Rusia mantiene invadida parte de Ucrania, combate contra ella hace casi cuatro años y ha llevado la guerra a territorio europeo por primera vez en medio siglo.

Con razón se ha añejado tanto el 18 de octubre.

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