Opinión

La ultraderecha y sus potenciales límites electorales

La ultraderecha y sus potenciales límites electorales Andres Perez Andres Perez

Los avances de la ultraderecha en América Latina han sido mucho más rápidos que en el resto del mundo. Mientras en Europa estas fuerzas llevan años creciendo lentamente, en nuestra región han llegado de forma mucho más repentina. A los triunfos de Bolsonaro y Milei, es probable que se le sume el de Kast en algunas semanas. Si miramos más allá, a Trump o Bukele, sabremos que las consecuencias pueden ser complejas para las instituciones democráticas.

Hay distintas explicaciones para un fenómeno que ya es global. No es exagerado decir que pasamos de la idea de una democracia liberal como el modelo incuestionable, a una era en que abundan los populismos y el iliberalismo. Si bien estos procesos han tenido distintos colores políticos en el tiempo, el sabor que abunda hoy es el de la ultraderecha, que lo hace desde una plataforma basada en exclusión de grupos minoritarios, un popurrí de posturas ultraconservadoras y una mentalidad autoritaria.

En el caso de nuestra región, se suman las consecuencias de nuestro sistema presidencial. Mientras las democracias parlamentarias han logrado mantener cierto control al avance de las ideas más extremas, los mecanismos de elección presidencial, incluyendo las segundas vueltas, han fomentado el rápido ascenso de estos gobernantes. Enfrentados ante decisiones dicotómicas, los votantes eligen el que consideran el mal menor, y en un entorno con baja confianza pública, eso suele ser el candidato de oposición.

En un estudio que saldrá esta semana, preparado junto a Cristóbal Rovira (PUC) y Nerea Palma (UAH) y editado por la Fundación Friedrich Ebert, nos volcamos a los datos para tratar de entender qué pasa al otro lado de la ultraderecha. En Argentina, Brasil y Chile, una mayoría dice rechazar a los candidatos de ese sector, pero aun así logran posicionarse en el primer lugar de preferencias en un balotaje. Para ello, hicimos una radiografía de los límites electorales de la ultraderecha, analizando a quienes no la apoyan y sus distintas preferencias.

Hay tres conclusiones claves del estudio. La primera es que este es un grupo diverso en todo sentido: socioeconómico, religioso, ideológico, etc. No hay una sola receta que sirva para movilizar a todo ese grupo, por lo que es importante considerar ofertas que sean atractivas e inclusivas. En sociedades altamente individualistas, eso es un desafío mayor. Lo segundo que comparten los detractores de la ultraderecha en estos tres países es una convicción sobre la importancia del control de armas. Siendo América Latina la región más violenta del mundo, es interesante observar que esta mayoría quiere mantener el armamento bajo control estatal en vez de entregarlo a la ciudadanía. Finalmente, estos electorados son diversos, pero unidos por un respeto a la democracia y un rechazo a quienes busquen desestabilizarla. El desafío es cómo visibilizar la amenaza que representa la ultraderecha a estas mismas instituciones.

Quizás estas conclusiones llegan algo tarde ante la elección de un par de semanas más, pero pueden servir para una eventual segunda vuelta o, mejor aún, para motivar a los actores políticos que sí creen en la importancia de una democracia liberal a que mejores sus estrategias de coordinación y movilización en el futuro.

Por Javier Sajuria, profesor de Ciencia Política, Queen Mary University of London, y director de Espacio Público

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