Las dudas que rodean al Presidente electo de Perú

Pedro Castillo deberá gobernar un país profundamente polarizado y sin mayorías en el Congreso; por ello, su principal objetivo debería ser despejar con prontitud las incertidumbres en torno a su gestión.



Un mes y medio después de las elecciones y a solo ocho días de que deba asumir la Presidencia de Perú, Pedro Castillo fue finalmente proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones como el ganador de la segunda vuelta electoral del 6 de junio pasado. Menos de 45 mil votos lo separaron de su contrincante, la líder de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, quien durante las últimas semanas presentó más de 1.200 recursos ante las autoridades electorales objetando el resultado. Pero ninguna de esas acciones tuvo resultados y finalmente ayer reconoció su derrota, aunque sin dejar de insistir en su posición, asegurando que “la verdad va a terminar de salir a la luz de todas maneras” y trabajará para que “se restablezca la legitimidad” en el país. Afirmaciones que adelantan una compleja convivencia con el futuro mandatario peruano, quien llega además al poder en medio de un clima de incertidumbre e inquietud sobre el rumbo que tomará Perú.

Durante la campaña, el ahora presidente electo marcó un claro quiebre con el camino seguido hasta ahora por ese país. No solo se mostró crítico del modelo de apertura económica que, más allá de evidentes deudas pendientes, favoreció un sostenido crecimiento que llevó a algunos a hablar del “milagro económico peruano” y permitió que Perú fuera la nación que más redujo la pobreza multidimensional en la última década, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). También despertó dudas sobre su real compromiso con la institucionalidad democrática, al proponer disolver el Congreso, cerrar el Tribunal Constitucional y plantear una ley para regular los medios de comunicación. Todo ello sumado a un discurso político rupturista, ligado a sectores de izquierda radical que siguen defendiendo un sistema ya fracasado que ha sido incapaz de responder eficientemente a las demandas de mayor bienestar de la ciudadanía.

Si bien después de las elecciones Castillo moderó su discurso, insistiendo en que su gobierno será democrático y respetará la gobernabilidad y la institucionalidad peruana, aún quedan muchas dudas sobre el rumbo que tomará. Sus primeras declaraciones tras proclamarse su victoria, en las que aseguró que “garantizará estabilidad jurídica y económica” y descartó que fuera a “importar modelos foráneos” -en una clara referencia a Venezuela- son, sin duda, una buena señal. Sin embargo, existe coincidencia en Perú que el gobierno que se iniciará el 28 de julio próximo no será fácil. Castillo debe lidiar con un Congreso altamente fragmentado, donde su sector suma menos de un tercio de los escaños, y una oposición en alerta ante cualquier intento del nuevo gobierno por subvertir el orden democrático, escenario al que se suma su nula experiencia política y de gestión.

Es importante, por ello, que Castillo despeje lo antes posible las incógnitas que rodean su futuro gobierno y, junto con definir las personas que lo acompañarán en el gabinete, aclare si serán finalmente los sectores más radicales, ligados al líder de su partido Vladimir Cerrón, o los más moderados quienes terminarán primando en su gestión.

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