Las explicaciones pendientes
La ultraderecha, extrema derecha, derecha alternativa o como sea que prefiera denominarse al sector del que forman parte líderes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y en Chile José Antonio Kast, tiene experiencia en campañas políticas en redes y plataformas de internet. Ya hay historia y literatura al respecto, con las consecuencias que ha tenido en distintos lugares, desde el Brexit en adelante. El uso de las redes sociales, y en especial, de YouTube y X (Twitter), es un dato de una causa esparcida por el mundo por Steve Bannon, creador de una estrategia tan brillante como vacía de toda ética y moral en el uso de las nuevas tecnologías. El patrón es conocido, efectivo y para nada irrelevante, como lo han querido revestir quienes han salido salpicados con las denuncias de cuentas de acosadores anónimos consagrados a difundir bulos y coordinar agresiones en contra de sus adversarios políticos. El uso de bots en campañas políticas en Chile existe, desconozco si hay estudios locales sobre los efectos que han tenido en el voto, pero sería muy raro que fuera una consecuencia marginal como algunos lo han sugerido para evitar asumir responsabilidades y mantenerse a buen recaudo. Hay muchas preguntas sin responder: quiénes, cuándo y contra quiénes se han usado y si alguien financia ese tipo de estrategias.
La discusión que abrió un reportaje de Chilevisión sobre cuentas anónimas dedicadas a asediar a la candidata presidencial oficialista es legítima, es un asunto que debe abrirse, no clausurarse apuntando al mensajero. Sin embargo, por alguna extraña razón, en lugar de sostener esa conversación, abrir el tema del uso intensivo de redes sociales para difundir bulos, contenidos engañosos, discursos agresivos y acoso a determinadas personas que provocan polarización infundiendo emociones reactivas, el asunto quedó en nada. Peor que eso, Francisco Vidal, presidente del directorio de TVN, acusó recibo de quienes mezclaron sus propias declaraciones políticas anteriores -desatinadas en virtud de su rol, es cierto, pero coherentes con su carácter- con el uso de cuentas de hostigadores anónimos de redes sociales. Vidal decidió renunciar a su cargo. Con su decisión, Vidal no sólo le concedió un punto a quienes deberían estar dando explicaciones, sino que, además, terminó de confundir el asunto central -el uso coordinado de cuentas anónimas- desnudando de paso la incapacidad del gobierno para darle un destino seguro al canal público. Hasta el momento en el que escribo esta columna no hay un reemplazo en la mesa del directorio para Vidal ni para Adriana Delpiano, que dejó el directorio para asumir como ministra de Defensa.
El golpe de efecto carambola funcionó. Ahora el tema no sería la estrategia de acosadores políticos anónimos en redes sociales, sino también TVN, una institución en franco abandono.
En mayo, en una entrevista radial, Francisco Vidal hizo sombrías declaraciones sobre el futuro de TVN, sugiriendo la posibilidad de cierre “el día que no podamos pagar los sueldos”. Hace dos semanas, Vicente Sabatini, el director de televisión que estuvo vinculado durante décadas a TVN, concedió una entrevista en la que dijo, entre otras cosas, que en la actualidad no existe un proyecto de televisión pública “no porque no pueda, ni porque sea inviable”, sino porque “no hay voluntad política y no hay épica”. En la misma entrevista en que Sabatini confiesa la simpatía personal que siente por el Presidente Gabriel Boric, admitió que su gobierno “nunca tuvo un proyecto” que ofrecer para el canal. Nadie desmintió las declaraciones del director de Estúpido Cupido y Romané, porque si hay algo que ha estado a la vista es el modo en que el actual gobierno descuidó TVN hasta el punto en que el propio presidente del directorio abrió el tema de su posible cierre.
La mejor herramienta para defender la existencia de un canal público era hacerlo relevante. De poco sirve argumentar la necesidad de mantenerlo si sus programas no conectan con la audiencia, si sus propuestas no generan conversación, si sus contenidos simplemente pasan inadvertidos. Sin una idea central que articule el rol de un canal como TVN en la actualidad, en un ecosistema de medios muy distinto del de las primeras décadas de la transición, de lo que se terminaría hablando finalmente sería de financiamiento para evitar el descalabro.
A la generación actualmente en el poder le tocó crecer durante la primera fase de desarrollo de las nuevas tecnologías de la información. Supieron usarlas a su favor desde la revolución pingüina en adelante como herramienta para sus causas. Conocen de sobra el poder que puede cobrar un mensaje –una frase, un eslogan, una imagen- y tienen muy claro lo que la ultraderecha ha logrado en el mundo interviniendo a su favor el nicho de las redes sociales en la era de los metadatos y algoritmos. Lo sorprendente es que con todo ese conocimiento sobre la mesa, y todos los medios que ofrece el estar gobernando, es decir haber llegado al poder, no aprovechara durante estos cuatro años para hacer algo al respecto desde el canal público, ninguna idea convocante más allá de una comisión de expertos; ningún proyecto de contenidos que le diera un nuevo sentido a TVN como fuente de información y entretención a salvo de los mensajes tóxicos, sesgados y fanáticos de ciertos sectores. Porque ya no se trata solo de defender la pluralidad, sino también de defender el valor de los hechos que conforman la realidad compartida, aquello que permite el diálogo, que dos o más partes debatan o discutan sobre una misma base. La amenaza actual es que cada vez más, las falsedades o las medias verdades ocupan el mismo lugar que los hechos, y el tiempo que toma desmentir un bulo, acaba consumiendo a la política en el sinsentido. Es decir, el mejor de los escenarios para los nuevos autoritarismos.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
6.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE