¿Qué más estamos esperando?

Nueva jornada de Manifestacion en Plaza Italia
12 de Noviembre de 2019/SANTIAGO Un artefacto explota en medio de una barricada, durante una Nueva jornada de protesta en dicho lugar. FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO


Lo más fácil es apagar el televisor, alejarse de los diarios, no prender la radio o dejar de mirar el teléfono. Lo más fácil es tratar de hacer como si nada estuviera ocurriendo, como si por no enterarnos de las cosas, éstas no estuvieran sucediendo. Lo más fácil, al menos para unos pocos privilegiados, es aislarse en nuestra pequeña comodidad, asumiendo que es generalizada esa tranquilidad momentánea de la que podemos gozar, al punto de incluso ni querer preguntarse por lo que ocurrirá en marzo.20

Y lo más difícil no será tomar conciencia de la realidad, sino interrogarnos sobre lo que debemos hacer para revertirla. ¡Sí, todos! De las pocas seguridades que nos van quedando, es la conciencia de que este escenario no es solo responsabilidad de algunos y, por lo mismo, la manera de afrontarlo requiere de un consenso y esfuerzo colectivo. Será difícil arribar a ese acuerdo. A los diferentes y legítimos diagnósticos que cada uno pudiera tener, debemos sumarle las pequeñeces y miserias que en todos han aflorado en este tiempo, al punto de no reconocer a otros y probablemente -si pudiéramos mirarnos con algo de distancia- tampoco quizás a nosotros mismos.

Pero si la democracia y la política justamente consisten en cómo organizamos la convivencia pacífica entre personas que pensamos de manera muy diferente, el primer y más importante punto de encuentro justamente debería ser el decidir cuáles son las cosas que sí podemos hacer en el ejercicio de la libertad o manifestación de nuestra disidencia; y cuáles, por el contrario, nos están vedadas en el espacio público y por lo mismo queremos y debemos sancionar.

Llegados a este punto, es el momento de abandonar los eufemismos y lo políticamente correcto. Los que han "criminalizado la protesta social", son justamente aquellos que, en el marco de ésta, han alentado, justificado o tolerado, sea por acción u omisión, mucha de la violencia que se ha instalado en nuestras calles. Una sociedad civilizada no puede dejar de reprochar y castigar que, por ejemplo, se queme o vandalice la propiedad pública o privada; que se interrumpa de manera violenta la circulación de las personas; que se fune o agreda a quienes piensan diferente; que se normalice que para protestar haya que cubrirse el rostro, o que se agreda verbal y físicamente a los llamados a imponer la autoridad.

Y aunque el tema de la legalidad y legitimidad del actuar de las fuerzas policiales es una parte importante del problema y que será motivo de una próxima columna, mal podemos exigir que se investiguen y sancionen los delitos cometidos por algunos carabineros, si no estamos dispuestos a reclamar y pedir lo mismo para cuando el incumplimiento de las normas y reglas se da por parte del resto de los ciudadanos.

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