Más que una cumbre de izquierda
“Se llame Netanyahu en Israel o Nicolás Maduro en Venezuela. Se llame Ortega en Nicaragua o Vladimir Putin en Rusia. Se autodefinan de izquierda o de derecha”, fueron las condiciones que estableció el Presidente Boric para condenar las violaciones de derechos humanos, durante una cita con los mandatarios de Brasil, España, Francia y Canadá, en el marco de la última Asamblea General de Naciones Unidas.
Sus palabras resuenan justo cuando la oposición busca desacreditar la “Reunión de Alto Nivel: Democracia Siempre” –con la que Boric recibirá este lunes a sus pares de Uruguay y Colombia, España y Brasil– sindicándola como una comparsa de “amigotes de izquierda”.
Más que una cumbre de izquierda, el encuentro busca reivindicar el derecho internacional como base del multilateralismo, al tiempo de intercambiar iniciativas concretas que reduzcan las desigualdades sociales y prevengan la desinformación, dos flagelos que afectan la salud de la democracia liberal. En febrero, la agenda de la reunión fue trabajada con el expresidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, un liberal de derecha que ha defendido la cooperación regional y el rol del Estado.
El intercambio llega cuando el sistema multilateral ha quedado sin capacidad para proteger a las naciones más pequeñas de la exclusión, las agresiones bélicas y el genocidio. Nuevamente, el estado de excepción de las guerras es la excusa de los autócratas para suspender la democracia. Y los aspirantes a autócratas se apoyan en el uso malicioso de la tecnología para desconocer los resultados de las elecciones o se valen del Estado para “minarlo por dentro”.
¿Por qué se eligen países sudamericanos para defender la democracia, cuando existen sendos ejemplos de deterioro en la región? Más allá de la persistente condena de Boric a las dictaduras de izquierda, habría que señalar que los pueblos de Chile, Uruguay y Colombia y Brasil, además de España, comparten el valor de la independencia democrática tanto como la necesidad de la autonomía económica y tecnológica.
En otras palabras, la democracia liberal no es un patrimonio de la derecha. Según el V-Dem Democracy Report 2025, mientras EE.UU. ha descendido en el Índice de Democracia Liberal, ubicándose en el puesto 24 con un puntaje de 0.75 Chile, bajo el gobierno de Boric, alcanza el puesto 15 con 0.79.
Por supuesto, no es novedad que la derecha chilena cuestione el manejo de las relaciones internacionales por parte de gobiernos de izquierda, para luego celebrar sus recompensas. Joaquín Lavín, le pidió disculpas al expresidente Frei por su campaña de 1999, en que se burlaba de los viajes de Frei con un avión de juguete. Y más recientemente, el candidato de ultraderecha, José Antonio Kast, dijo que Frei era un estadista que no había sabido apreciar cuando era Presidente. Pero en 2008, su partido decía que Frei no debía volver a gobernar por su manejo de la crisis asiática.
Si hay algo parroquial en la derecha chilena, son sus opiniones de política internacional. En su última gira asiática, el jefe de Estado recibió una reprimenda de Kast, en que lo instaba a volver de Japón por un lío de política doméstica. Justo en la inauguración del pabellón de Chile en la Expo Osaka, clave para las relaciones comerciales del país.
Lo más revelador de la interpelación de Kast es que omite que el jefe de Estado puede responder preguntas durante su periplo y la prensa libre es parte fundamental del avión presidencial. Tal desconocimiento es muy elocuente respecto a las limitaciones que tendría la derecha para gobernar. Mientras tanto, la reunión convocada por el Presidente Boric es una muestra de su capacidad para dirigir las relaciones internacionales del Estado de Chile.
Por Tomás Leighton, director ejecutivo de Rumbo Colectivo
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