Medioambiente y filantropía

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Torres del Paine. Foto: Paula Díaz.


Somos un país privilegiado por nuestra naturaleza. Al este, la Cordillera de los Andes recorre nuestro país de norte a sur, albergando los volcanes más altos del planeta y nuestros glaciares. Al oeste limitamos con el océano Pacífico, con un borde costero que se extiende por más de 6.400 kilómetros. En el norte se encuentran las mesetas elevadas del altiplano y la puna, el Desierto de Atacama y nuestros oasis y salares de una belleza única; mientras que nuestro sur se caracteriza por sus bosques lluviosos templados, lagos, fiordos, islas y la pampa patagónica. A ello se suma un conjunto de islas de origen volcánico en el océano Pacífico Sur: el archipiélago de Juan Fernández y las islas Desventuradas en Sudamérica, y la isla Sala y Gómez e Isla de Pascua en Oceanía. Esta variedad de ecosistemas y las fronteras naturales que nos aíslan del resto de Sudamérica han favorecido la exclusividad de diversas especies en nuestro territorio. De las especies descritas, cerca del 25% son endémicas, situándonos en un lugar relevante a nivel internacional en la conservación de la biodiversidad.

El calentamiento global, la basura, el aumento demográfico, entre otros, amenazan nuestros frágiles ecosistemas. Actualmente, el 66% de las especies nativas evaluadas están bajo amenaza y el 11% en estado crítico. El cuidado de nuestro medioambiente es tarea de todos. Así también lo estipulan nuestras Bases Curriculares, que incorporan el cuidado medioambiental como uno de los principios a inculcar en todos nuestros estudiantes. Precisamente por eso resulta tan contraproducente nuestra legislación, que pone barreras a la participación de la sociedad civil en la conservación de nuestra naturaleza.

Chile no solo carece de una política única e integral de donaciones que incentive la filantropía, sino que, además, la ley castiga las donaciones cuya finalidad es la protección y conservación del medioambiente. En nuestro país, una persona natural puede gastarse su fortuna en el casino o en una fiesta, pero si quiere donarla debe pedir permiso a un juez, quien podrá negarse si considera que perjudica a sus herederos forzosos. Las personas jurídicas pueden gastar en maquinarias, asesorías, viáticos, pero si deciden donar deben pagar impuestos por ello. Por regla general, toda donación está afecta al Impuesto a las Donaciones, que es progresivo, con un límite máximo del 25% del monto recibido y lo paga quien recibe la donación. Cuando la donación la realiza una persona jurídica se aplica un recargo del 40% por sobre el impuesto determinado. Por otra parte, si el donante es una persona jurídica, la donación queda afecta al impuesto del gasto rechazado que corresponde al 40% del monto donado.

Veamos un caso concreto. Si una fundación recibe una donación de US$ 100 millones de una empresa para fines de conservación, la fundación debe pagar el 35% de lo que recibió (US$ 35 millones) en impuestos y la empresa debe pagar un impuesto equivalente al 40% del monto donado (US$ 40 millones) en impuestos. A la empresa esta donación le cuesta US$ 140 millones y la fundación solo recibe US$ 65 millones, ¡los otros 75 millones se los queda el Estado! ¿A alguien le quedan ganas de donar?

Existen distintas leyes de donaciones con diferentes beneficios tributarios dependiendo de la finalidad, pero ninguna de ellas se aplica a las donaciones a privados con fines de conservación medioambiental. Como si fuesen pocas las cortapisas, el proyecto de ley de modernización tributaria, que se discute actualmente en el Congreso, propone gravar las donaciones extranjeras a donatarios chilenos (hoy no pagan impuestos) y liberar de impuesto a las donaciones de chilenos al extranjero, ¡el mundo al revés!

El cuidado del medioambiente urge y es importante incluir a todos en esta tarea. Necesitamos avanzar hacia una ley única de donaciones que propicie la filantropía, pero en el corto plazo necesitamos al menos quitar los castigos a la donación con fines de conservación medioambiental.

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