Opinión

Mistral y Eltit, escritoras a contrapelo

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Gabriela Mistral era profesora. Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral fue mucho más reconocida internacionalmente que dentro de su patria. Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral recibió el Premio Nacional muy a destiempo. En menor medida, Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral además de su obra creativa escribió numerosos e importantes artículos en la prensa. Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral hablaba de lo público y no ventilaba su vida privada en los periódicos. Diamela Eltit también.

En este registro, Gabriela Mistral se empeñó en decir unas cuantas e incómodas verdades. Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral tuvo siempre un discurso consistente en sus entrevistas, demostrando de manera permanente una activa lectura política del acontecer. Diamela Eltit también.

La voz de Gabriela Mistral en la prensa -ya sea a través de sus artículos como de sus entrevistas- parecía estar a contrapelo. La de Diamela Eltit también.

Gabriela Mistral no se convirtió en una estatua. Diamela Eltit, tampoco.

El párrafo anterior es un plagio a Salvador Dalí, adaptado claro está. El pintor jamás habló de Mistral ni de Eltit. No las conoció y si así hubiera sido nunca se hubiera referido a ellas. Su tema predilecto fue siempre hablar de sí mismo, cosa que hacía en este texto, que me gusta por ese giro lingüístico al servicio de la sorpresa, como Dalí acostumbraba hacer.

Lo he tomado prestado porque me atrae su ingeniosa desfachatez y porque me gusta la idea de someter a Mistral y Eltit a la tensión de un careo. De hecho, me permite presentar a Diamela como figura cultural en una suerte y una cierta simetría con Gabriela. Desde luego en su relación con lo público y la forma de interactuar con los medios de comunicación, que es un tema que siempre me ha interesado en el trabajo de los escritores. Pero incluso si lo extendemos a coordenadas más amplias, esto es, de cómo son situadas en el campo cultural chileno ambas, hay que decir que las dos fueron y siguen siendo leídas como una amenaza.

Y abro dos puntos para la enumeración: porque no se dejan clasificar, porque no acatan los reduccionismos, por su permanente búsqueda de libertad de formas; porque son mujeres y más encima, mujeres independientes. Mujeres a contrapelo prefiero llamarlas. Incómodas con el poder e incómodas para el poder. Ese es el eje que las hace irreductibles y resistentes a la rigidización del bronce o el mármol. Persona, personalidad y obra, imposibles de transformar solo en un objeto yerto y almidonado, en una escultura ornamental.

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