Opinión

Parásitos, una réplica

Fui uno de los miles de “parásitos” que ingresaron al gobierno del Presidente Piñera en marzo de 2010, cuando aún no terminaban de apagarse las réplicas del 27F. Nos recibió un Palacio de La Moneda semivacío. Luego de 20 años había ocurrido algo impensado: la Concertación había perdido una elección presidencial.

Asumí como jefe de gabinete en la Secretaría General de la Presidencia, cargo equivalente al que ostentaba Cristián Valenzuela —autor de la columna “Parásitos” y principal asesor de JAK—, quien cumplió ese rol primero en Hacienda y luego en Energía. Fue una época exigente (eran los tiempos del 24x7), pero llena de épica, por los enormes desafíos que enfrentábamos. El país estaba literalmente en el suelo. Veníamos recién saliendo de la crisis subprime. Éramos la primera generación de centroderecha que llegaba a gobernar tras el retorno a la democracia. Y aunque no nos tocó fácil, los logros fueron notables: la reconstrucción del 27F, el rescate de los mineros, el crecimiento al 6%, el millón de empleos, el posnatal de seis meses; una larga lista de hitos que nos permitieron despedir el gobierno con la sensación del deber cumplido.

Luego vino el segundo mandato, en el que tuve el honor de integrar el gabinete ministerial. Ahí todo fue mucho más difícil. Enfrentamos un estallido social y una oposición implacable, que devino en un intento de derrocar al gobierno. Fueron largos meses de violencia callejera y polarización política que casi derriban nuestra democracia. Vivimos, además, una pandemia inédita que costó miles de vidas, y que destruyó en pocos meses cerca de dos millones de empleos.

Dejé el cargo luego de dos años y medio. Sin embargo, en todo momento seguí conectado con lo que estaban viviendo mis compañeros de ruta, quienes después de mucho bregar lograron completar el periodo. Y pese a las turbulencias, también quedé con la sensación del deber cumplido: la contención de la crisis sanitaria fue un ejemplo mundial, hubo reformas sociales de gran alcance, como la PGU, y la democracia prevaleció por sobre los arrebatos insurreccionales de la izquierda radicalizada.

¿Fue todo como hubiésemos querido? Por supuesto que no. Hubo aciertos, errores, infortunios, deslealtades; en fin, todo lo que es propio de la política y la vida.

En esos años surgió, además, una destacada generación de servidores públicos, formada bajo el liderazgo del Presidente Piñera. Una larga lista de ministros, subsecretarios, jefes de servicio y asesores que trabajaron con profesionalismo y amor por Chile. Por cierto, hubo de los otros, pero fueron la minoría y, en general, duraron poco en sus cargos.

Lo más valioso es que muchos de ellos siguen aportando desde distintos espacios. Ya sea en el Parlamento, los partidos, la academia o los centros de estudio. En Evópoli, RN, la UDI o como independientes. Algunos, incluso, militan o colaboran con republicanos. Con varios de ellos trabajé directamente. Intendentes, jefes de servicio, asesores ministeriales. Todos formaron su vocación pública durante esos mandatos y ejercieron con dedicación sus funciones.

No es Chile ni el Estado lo que se está hundiendo. Lo que nos tiene podridos hace ya largo rato es la pretensión de superioridad moral que unos y otros se arrogan. Primero fue el Frente Amplio y ahora son los republicanos. Acusar al voleo de “parasitismo” es solo otra muestra más. Un espejo de la “escala de valores” de Giorgio Jackson. Ya tuvimos un presidente (y un fiel escudero) que desde la izquierda fueron por la vida blandiendo la espada de la inocencia. Y así fue como les fue: fueron por todo y terminaron con nada.

Repetir la historia, ahora desde la vereda política contraria, no solo sería una frivolidad brutal. Sería, sobre todo, una gran irresponsabilidad que podría tener costos elevados para Chile.

Por Gonzalo Blumel, Horizontal.

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