Políticos y ética
SEÑOR DIRECTOR
Ante la decisiva mega elección que tendremos, es necesario que los electores prefiramos a quienes tengan posturas y definiciones éticas precisas y no ambiguas.
Conviene recordar al filósofo Leonardo Polo, quien enfatizó innumerables veces que en la aplicación práctica del saber, como ocurre con la política, la última palabra siempre la ha de tener la ética. “Aunque las ciencias sociales o humanas, que, por sus límites, se distinguen de la ética, posean cierta autonomía (que reside en su misma limitación), esas ciencias estudian leyes de alternativas, y deben por tanto remitirse a la ética. Pues tales ciencias no ponen la alternativa: quien la pone es el ser humano. La ética tiene la última palabra porque la alternativa es lo peculiar del tiempo social. Si no fuera así, no habría ningún criterio para la asignación de recursos, o para fumar o no fumar. Si no existiera el bien humano, las ciencias prácticas se quedarían perplejas ante las alternativas de las que dependen” (“¿Quién es el hombre?”, 1993).
Y es que al buen político no le basta con conocer solamente las leyes, sino que tiene que saber poner en práctica la prudencia, la fortaleza y la templanza. Sin el carácter que estas virtudes proveen, resulta impensable un buen gobernante, un buen parlamentario, o un buen gobierno.
Germán Gómez Veas
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