Premio Reina Sofía

SEÑOR DIRECTOR
El mundo, tal y como lo conocíamos, se nos cae a pedazos. Pero, entre las ruinas y los desastres, el alma humana va buceando hacia la superficie.
Hace una semana supimos que Elicura Chihuailaf ganaba el Premio Nacional de Literatura y pocos días atrás nos llenamos de júbilo con la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía a Raúl Zurita. ¿No es maravilloso que dos plumas que han abogado siempre por la unión, por la humanidad, por el entendimiento, por la justicia y por el amor estén ahora en las cúspides de un mundo en recomposición? ¿No sería maravilloso también que ellos fueran nuestro ejemplo a seguir, para que empecemos a mirar a los de al lado y volvamos a ser hermanos todos?
Este premio a Zurita viene a reconfirmar la grandeza de una obra que se ha construido siempre desde el límite y ha transitado humildemente atada a la tradición. No quiero repetir los mismos tópicos en torno a su trabajo, pero se me hace difícil no reiterar que Raúl lleva dando voz a Chile desde inicios de los años 70, que se ha hecho cargo de una historia y de su devenir y que su labor titánica en el arte lo hacen el más justo merecedor de este y todos los reconocimientos que le traiga el porvenir; pues Zurita, desde un espacio que siempre ha sido mirado en menos, ha sabido situarse de frente a la realidad y visibilizar la pena, el amor, la miseria, la fuerza y la rabia, incluso a costa de sí mismo.
Chile sigue marcando la diferencia en el ámbito de la cultura y me congratulo desde lo más profundo del alma de que sea a través de la figura de Raúl Zurita, que ayer nos emplazaba a terminar con las pedradas y empezar con los abrazos.
Zenaida M. Suárez Mayor
Instituto de Literatura
Universidad de los Andes
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