¿Cómo salimos de la actual crisis política?



Primeramente, hay que comprender las causas que nos han llevado al estallido de violencia. Sin ello no hay comprensión del fenómeno y las respuestas serán más bien mediáticas y de corto plazo. Hay quienes se han empantanado en qué es primero: el orden público o el pacto social que permita salir de la crisis. Recuerdan aquel dilema de qué es primero, ¿el huevo o la gallina?

Comprender lo que nos ha sucedido como pueblo es necesario para renovar la confianza en las instituciones de la República. Al respecto, la estrategia de desarrollo actual recogida desde la gobernanza mundial ha permitido la concentración de capital producto del sistema financiero y comercial, el cual fue instaurado voluntariamente por las élites políticas y empresariales del país, por lo que en el trasfondo de la violencia política y social estaría la percepción de injusticia que conlleva las fuerzas de la globalización. Hace que las personas estén supeditadas a las necesidades del capital financiero.

Las respuestas del paradigma moderno (racional) no satisfacen a muchos actores sociales. Parecieran caer en el vacío los contrargumentos tales como que el sistema ha sido beneficioso porque ha conseguido "objetivamente" mejorar la calidad de vida de todos, ya que el país se ha capitalizado, la pobreza reducido, la cobertura educacional ampliado, el ingreso a las universidades se ha multiplicado por cuatro o cinco, entre otros muchos datos o realidades que parecieran incontestables desde la perspectiva "progresista"- racionalista. Sin embargo, no consigna el proceso que muy posiblemente explica la irrupción de la violencia, que es la constante y gradual pulverización del tejido social, es decir, el alma del pueblo.

La causa primera de aquello estaría en el individualismo, el cual ha caracterizado el diseño de las políticas públicas en particular en un contexto general de pérdida de sentido de pertenencia entre los miembros del pueblo, situación que nubla el pasado común y no proyecta un futuro unido, relegando al presente a un campo de batalla entre quienes pugnan por sus intereses contrapuestos según la autopercepción del papel al que ha sido relegado en la sociedad.

Casos para ejemplificar lo señalado son muchos, quedando en evidencia la atomización de la ciudadanía y la fragilidad de una perspectiva de vida en común. Como botón de muestra vemos cómo las encuestas revelan que una gran mayoría de los chilenos, sobre el 60 por ciento, quiere que el seis por ciento de incremento en materia de pensiones vayan a sus cuentas individuales y no al pilar solidario.

La política debe brindar las respuestas al cómo construir una nación que sea más que la simple suma de bienes o intereses individuales. En definitiva, debemos encontrar el camino para reconstruir los afectos (amistad cívica) de los unos con los otros y así renovar un compromiso de bien común de la nación como un todo.

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