Tropezar con la misma piedra

Democracia Cristiana


Si la DC no toma plena conciencia de los severos problemas estratégicos que significó en los años recientes, cuando quedó arrinconada dentro de un bloque como la Nueva Mayoría, que muchas veces careció de una visión compartida sobre el país, se acentuarán las dificultades para decantar su identidad política y, consiguientemente, inspirar adhesión en la sociedad. La incoherencia muchas veces suele tener un precio alto.

No han sido precisamente prístinos los afanes de algunos diputados de la DC para conseguir que sus colegas del Frente Amplio, que rompieron el acuerdo suscrito a comienzos del año pasado, acepten entregar sus votos para que uno de los suyos sea presidente de la Cámara por un año. Huelga decir que no se ha visto bien que esos afanes hayan sido encabezados por el propio principal interesado en la línea de satisfacer las condiciones puestas por el FA, que se resumen en la idea de amarrar una especie de pacto opositor de acción legislativa.

Es evidente que hablar de un "acuerdo administrativo" para la mesa de la Cámara es solo un modo de guardar las apariencias. Lo que algunos buscan es arrastrar a la DC a definir anticipadamente una manera de actuar frente a los proyectos de reforma tributaria, de pensiones y otros. O sea, un bloque político que se oponga "eficientemente" al gobierno. Algunos dirán que la presidencia de la Cámara bien vale una misa, pero sucede que esa manera de operar reduce las posibilidades de que la DC tenga voz propia en la política nacional, como la tuvo el año recién pasado.

La exigencia de "comportarse como buenos opositores" tiende a limitar el espacio de autonomía de los parlamentarios DC para juzgar con sentido nacional los proyectos de ley, es decir, considerando ante todo la posibilidad de beneficio real para la mayoría de la ciudadanía. Eso de ninguna manera puede inhibir la crítica bien fundada a las insuficiencias o defectos que muchas veces tienen los proyectos de La Moneda, pero siempre considerando el objetivo de aprobar leyes que favorezcan el progreso del país.

La DC no puede priorizar el logro de un cargo aquí y otro más allá, al precio de poner en entredicho su independencia. Ese camino fomenta los acomodos oportunistas y conlleva pérdida de autoridad. Si la DC no resiste la inercia que pretenden imponerle otras fuerzas, pagará un costo de credibilidad ante los electores.

¿Hay que pensar en las elecciones que vienen? Por supuesto. Pero eso mismo exige no renunciar a la lucha por proyectar una línea diferenciada del resto de la oposición, que rechace tanto el populismo de izquierda como el de derecha, que apueste por el diálogo democrático y no deje de pensar en lo que es mejor para Chile. Usando una frase del gran Fernando Savater: hay que desconfiar de aquellos movimientos o partidos que "llaman cambio más al trastorno que a la mejoría".

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