¿Una campaña de cínicos?
De lejos, Chile parece un país polarizado. Los candidatos que protagonizaron la presidencial en 2021 representaban los extremos de nuestro arco político, tal como podría suceder este año. Lo que entonces pareció una excepción en nuestra historia reciente podría interpretarse como un patrón si Jara y Kast llegan a la segunda vuelta. Visto de cerca, el escenario se ve diferente. Los actores son similares (uno de ellos se repite) pero su disposición es distinta. Kast ha encontrado en su idea de un “gobierno de emergencia” el marco perfecto para no referirse a aquello que lo alejó de la Presidencia hace cuatro años. Jara ha ido más allá. En su estrategia de ser una candidata de coalición más que de partido (solo un asunto administrativo la privó de una renuncia táctica al PC) no solo ha guardado todo el silencio posible respecto de las posiciones que definen la centenaria línea de su partido, sino que se ha atrevido a relativizarlas e incluso negarlas. Lo mismo respecto de las ideas que inauguraron el gobierno del que ella fue ministra, su programa de primarias (el de las siete páginas) y de sus propios dichos sobre materias como los retiros desde los fondos de pensión o su posición durante el estallido social. La duda es si Jara y Kast son un ejemplo de cinismo o de moderación.
Para resolver esto, vale la pena preguntarse por qué si la ciudadanía está forzando una versión licuada de estos candidatos, no adhirió a Tohá o declara una mayor intención de voto hacia Matthei, ambas favoritas hasta hace no mucho. Parte de la respuesta está en dos campañas que equivocaron su estrategia, una por dedicar más tiempo a explicar el pasado que el futuro, la otra por buscar votos más a la derecha de lo que sus partidarios estaban dispuestos a tolerar. Jara, como única candidata relevante de izquierda, no necesita vociferar su identidad y Kast se está imponiendo a una Matthei que no previó que competirle al republicano en la cancha de la derecha equivalía a jugar de visita. Así, el proceso moderador de ambos parece más una cuestión circunstancial y tendríamos que concluir que estamos frente a una competencia de cínicos (en el sentido moderno, de hipócritas). Pero esa reducción puede ser apresurada.
Difícilmente alguno de ellos haya reemplazado sus convicciones por otras, pero eso no es lo más relevante. En un mundo donde abundan los políticos que tratan a sus críticos como enemigos, cuya estrategia consiste en polarizar, Jara y Kast transitan otro camino. Seguramente lo hacen motivados por el poder, pero el resultado es mejor que lo que estamos viendo en buena parte del mundo. El avance de estos candidatos no es una buena noticia para nuestra democracia, pero difícilmente los extremos de nuestra política puedan ofrecer otros mejores. En esta paradójica ciudadanía que nuevamente prefiere a las figuras de los polos para luego exigirles que disimulen sus ideas, descansa la esperanza de que los extremos no se comporten como tales. Que así sea, más allá de qué los motive.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP
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