Una selección nacional para Chile
Hay momentos en que un país entero se detiene a observar una nómina. En el deporte, la expectativa se concentra en quiénes vestirán la camiseta, quiénes estarán a la altura de una competencia exigente, quiénes representan no solo talento, sino carácter, liderazgo y visión colectiva. Está en juego el orgullo, la reputación y, aunque sea simbólicamente, el nombre de Chile.
Hoy no estamos ante un torneo más. Venimos de años de desorden, de una verdadera borrachera política que casi nos cuesta caro: violencia normalizada, instituciones debilitadas y un proyecto constitucional que, de haberse aprobado, habría puesto en jaque la estabilidad del país por décadas. Ese riesgo no fue una caricatura ni un invento. Fue real. Y el mensaje ciudadano en la última elección fue inequívoco: basta de experimentos, basta de consignas. Se necesita foco en crecimiento, empleo y orden.
El primer gran mensaje lo entregará el equipo que conforme el Presidente electo. En economía ya asoman nombres de primer nivel. Jorge Quiroz es un economista con profundo conocimiento del sector privado y de la complejidad productiva del país. Un equipo económico bien articulado puede darle a Chile una base macroeconómica sólida y creíble.
Sin embargo, el problema de Chile no es solo técnico. El país necesita volver a crecer al 4%, atraer inversión en un escenario fiscal estrecho y recuperar la confianza perdida. Eso no se logra con diagnósticos ni discursos, sino con conducción política. En ese plano, la experiencia de Claudio Alvarado es clave. Conoce el Congreso, sabe negociar y entiende que sin acuerdos no hay reformas posibles, solo titulares.
En un Congreso fragmentado, donde la tentación del cálculo corto suele ganarle al interés general, la política se vuelve el partido más difícil. Cuando la política falla, el país se vuelve impredecible y la imprevisibilidad es el peor impuesto para quien quiere invertir, emprender o contratar.
La política será uno de los terrenos más complejos del próximo gobierno. Sin estabilidad y sin acuerdos, cualquier agenda económica está condenada al desgaste. Por eso, conformar un equipo experimentado, dialogante y con vocación de acuerdos no es un lujo, es una condición habilitante para los cambios que Chile necesita.
Como en una selección nacional, no basta con reunir talentos individuales. Se requiere un proyecto común, roles claros, liderazgo y compromiso con el resultado colectivo. Chile necesita su mejor equipo en la cancha, uno que juegue con convicción, disciplina y sentido de urgencia. Porque el partido que viene no admite improvisaciones. Y porque esta vez, lo que está en juego es el futuro del país y la calidad de vida de los chilenos.
El autor de la columna es vicepresidente de Sofofa
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