Camilla Parker Bowles: ¿La mala del cuento de hadas?




En abril de este año Camilla -hoy duquesa de Cornualles- y Carlos, heredero al trono de Inglaterra,cumplieron 15 años de matrimonio. Y para celebrarlo, publicaron en Instagram una foto con sus dos perros. El Telegraph tituló ese día: La pareja real que se ganó su felicidad. Y cómo no, si para lograrlo tuvieron que superar una serie de obstáculos y circunstancias como que el príncipe estuviese casado con la princesa más popular y querida de la historia, convirtiendo a Camilla en la villana del cuento de hadas.

En los 70, Camilla era una it girl por derecho propio. Le gustaba la equitación y la caza de zorros, pero además había estudiado francés en París y hablaba sin tapujos de su vida sexual. Pretendientes no le faltaban, pero había uno que, simplemente, le robaba los suspiros: Andrew Parker Bowles, un oficial de la Armada Real Británica que, por desgracia para ella, era todo un playboy. Ella solamente una más de las chicas con las que salía.

Entonces Camilla también se dispuso a conocer a otros hombres y conoció en un torneo de equitación al heredero a la corona británica. Ambos se gustaron, pero Camilla seguía enamorada de su marino, quien por ese entonces se encontraba en una campaña en el norte. Comenzaron a salir y las fotos y comentarios no se hicieron esperar, pero la familia real fue clara en su rechazo por esta joven.

Aparentemente, Camilla no era lo suficientemente aristócrata, era católica y estaba claro: no era virgen, características con las que no existía posibilidad alguna de que ella fuera la futura princesa consorte.

De todas formas, aunque Carlos le gustaba, su corazón seguía con Andrew, quien a su vez mantenía un romance con la hermana del príncipe, la princesa Ana. Cuando se dio cuenta de que Ana no tendría una relación seria con él, y que Camilla tenía otros pretendientes, decidió formalizar la relación y en 1973 se casaron. El príncipe se enteró del compromiso por carta, durante un viaje a India, y aunque parte de su familia asistió a la ceremonia, él se excusó de ir.

Siguieron viéndose, como amigos, y la familia real le exigió al heredero formalizar su vida y casarse con alguien adecuado. Estaba cortejando a Sarah Spencer cuando conoció a su joven hermana: Diana. Protestante, aristócrata y tremendamente inocente.

Todo lo que viene después es historia archi repetida, desde el punto de vista de Lady Di. Se casaron, vivieron siempre con Camilla “en las sombras”, Diana sufrió desórdenes alimenticios y una depresión potente, acusaciones de infidelidad, hubo una biografía no autorizada, escuchas telefónicas, divorcio y muerte en un túnel parisino.

La mala

Cuando hay un personaje tan dulce, carismático y “bueno” como Diana de Gales, si alguien aparece en contraposición, catalogarla popularmente como alguien malo no es de extrañar. Se podría haber creído que tras la muerte de la princesa, el público iba a permitir que Carlos rehiciera su vida con quien había sido su pareja informal por décadas, pero fue todo lo contrario: ¿Se puede competir con un fantasma?

En la serie The Crown, Camilla es interpretada por Emerald Fennell, quien tras estudiar para el personaje asegura que su vida hubiese sido mucho más fácil sin Carlos: “Aún así, siempre dio la cara con valentía, pese a la increíble hostilidad. Me impresiona que haya podido sobrevivirlo”.

Para Reino Unido, la pareja real eran Carlos y Diana, por lo que la presencia de Camilla solo podía significar la de la otra, siempre del lado de Lady Di, a quien, por supuesto, no dejaron de acosar hasta la noche que murió.

Un hecho particularmente vergonzoso para todos, fue llamado Camillagate y llenó los kioskos ingleses en 1989. Los tabloides tuvieron acceso a conversaciones telefónicas donde quedaba clara la relación del príncipe con Parker Bowles, y donde una de las frases más icónicas es aquella en la que Carlos le cuenta que le gustaría poder vivir entre sus piernas, a lo que ella responde: “¿Quieres reencarnarte en un calzón?” y el le corrige: “Incluso peor, en un Tampax”.

Todo empeoró incluso más para Camilla cuando se publicó la entrevista televisada que dio Diana a Martin Bashir, para la BBC, en 1995. En ella, Di confiesa que siempre ha estado al tanto de la relación extramarital del príncipe, asegurando que en estas cosas, el instinto femenino no falla y que “hay tres personas en nuestro matrimonio”. Un año después se formalizaría el divorcio.

La prensa rosa británica, como suele suceder, no tuvo piedad. “La bruja mala de Wiltshire”, le llamaron algunos en sus titulares, así como también la mujer más odiada de Inglaterra o el rottweiler, como muchos aseguran que Diana la apodaba. Una vez una amiga, con la intención de defenderla, dijo que era una persona muy relajada y poco paranóica -a diferencia de la princesa de Gales- y que no tenía problemas en bajarse del caballo y ponerse un vestido de gala, sin siquiera bañarse. Para la prensa, no fue más que la confirmación de los malos hábitos de la bruja.

Incluso sus uñas, cuando la manicure no estaba al día, ocupaban páginas de tabloides.

La madrugada después de que murió Diana, pasó horas hablando con Carlos por teléfono. Ambos tenían pánico sobre cómo los iba a tratar la prensa y la opinión pública, pues aunque suene simplista, muchos pensaban que el único motivo por el que Diana estaba en París con otro hombre era porque Carlos había sido infiel. También culpaban a Camilla, a quien tachaban como la gran responsable de que el príncipe no hubiese sido leal. No por nada a la mañana siguiente la entrada de su casa estaba inundada con fotógrafos y periodistas.

Pero se mantuvo en las sombras, hasta que recién en 1999 hicieron su primera aparición como pareja y fueron fotografiados dejando el cumpleaños de la hermana de Camilla en el Hotel Ritz. Pero recién el año 2000 la reina Isabel aceptó reconocerla como pareja de su hijo, y potencial futura princesa consorte.

En 2005 se casaron en una ceremonia civil, sin la participación de la reina, quien sí llegó a la recepción posterior, sellando una relación que se podría considerar como ilegítima, tormentosa, con muy poco a su favor más allá del amor de dos personas que por décadas no lograron coincidir en un momento adecuado.

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