Carolina Santelices, psicóloga: “Como padres nos está costando ser firmes sin ser autoritarios y ser contenedores sin entrar en la sobreprotección”.
El 3 de diciembre Carolina Santelices lanzará Mi hij@, un mundo por descubrir, su primer libro en el que desmenuza la importancia que tiene la conexión, la comprensión y la crianza con los niños. Aquí, cuenta parte de sus motivaciones para escribirlo como experta y mamá de adolescentes.
Carolina Santelices es psicóloga, Magíster en Clínica Relacional con niños, niñas y adolescentes de la Facultad de Psicología UAH, y entrenadora de Disciplina Positiva certificada por la Positive Discipline Association. Es además diplomada en terapia infanto-parental, intervención y mediación familiar, terapia de juego para niños y convivencia escolar. En los años que lleva ejerciendo, ha estado en constante búsqueda de nuevas herramientas para abordar los temas de crianza, parentalidad y salud mental. Y es que tal como la sociedad y los modelos de crianza cambian, es, como ella misma dice, fundamental adaptarse a las necesidades y actualizarse.
Mi hij@, un mundo por descubrir es su primer libro. Ahí, no solo aborda su filosofía de crianza basada en la conexión y el respeto mutuo, también argumenta por qué las respuestas a los desafíos de la crianza actual no se encuentran en fórmulas preestablecidas, sino en la conexión profunda con cada hijo, siempre teniendo como foco que todos somos diferentes y que cada ser humano necesita tratos y recursos particulares. “Tenemos que ayudar a que nuestros niños vayan mejorando desde ellos mismos, desde quienes son. De esa manera podrán ser la mejor versión de sí mismos y no en comparación a otro”, dice.
Como mamá de adolescentes de 22, 21 y 15 años, Carolina ha vivido la maternidad en diferentes épocas y con diferentes paradigmas. Y no lo ha hecho como una especialista que no se permite equivocarse, sino como un ser humano consciente de que en el camino es inevitable cometer errores. “La crianza es algo que a mí me cuesta también y sé que la teoría supera la realidad. Me vivo equivocando y reparando. Como mamá trato de hacer lo mejor que puedo con los recursos que tengo porque sé que no hay papá o mamá malo”, dice.
¿Cómo definirías la crianza respetuosa?
Muchas veces la crianza respetuosa se confunde con el “si no te gusta, haz lo que quieras”, y hacerlo así puede ser muy dañino. Pienso más bien que el mensaje tiene que ser “yo te guío, te acompaño y en ese acompañarte va a haber límites”. Tiene que haber límites y deben establecerse desde el respeto, el amor y el cuidado, no desde lo impositivo ni menos con maltrato. Yo te veo, te entiendo, te acompaño en la emoción, pero te pongo límites porque ese límite es el que te va a cuidar. Hay que invertir energía y tiempo en eso.
Cómo experta en temas de crianza y parentalidad, ¿qué cambios has detectado en los niños?
Hay muchos. Lo primero, es que hoy a los niños y jóvenes se los mira más como sujetos de derecho, algo que yo celebro mucho. En mi época estaba validado el autoritarismo y las relaciones dominio-sumición y eso ya no está validado no solo en la familia, sino que en ningún tipo de relación. Fuimos formados con pautas de crianza autoritarias en las que el adulto mandaba solo por el hecho de ser adulto. En ese sentido, se les exigía a los niños que obedecieran y se adaptaran a lo que los adultos les decían, algo que era más fácil porque no nos cuestionaban, no argumentaban. Ahora en cambio, tenemos que buscar diferentes caminos para ejercer la autoridad, y la manera de hacerlo es generando vínculos afectivos, haciéndolos entender que lo que se les pide y exige es porque los queremos y los cuidamos.
¿Cómo se hace eso?
Lo primero es ser coherentes e intentar mantener un vínculo afectivo y contenedor al mismo tiempo. A los niños les están faltando límites porque muchas veces como padres nos cuesta ponerlos por no querer ser autoritarios. Todos queremos hijos felices, el tema es que un niño que está siempre bien, alegre y no se frustra, como adulto no va a tener las herramientas para levantarse. Hay que descubrirlos, conocerlos, conectar con ellos de verdad y no dar por sentado que los conocemos porque sabemos qué les gusta. Hay que conocerlos en todas sus dimensiones. Hay que encontrar el equilibrio; nos cuesta ser firmes sin entrar en el autoritarismo y nos cuesta ser contenedores sin entrar en lo permisivo o sobreprotector.
Hay una sensación de que los niños y jóvenes hoy son más sensibles, como que no se les pueden decir las cosas. ¿Es así?
Creo más bien que hoy tienen más posibilidades de expresar lo que les pasa. Al estar menos exigidos y más sobreprotegidos se fragilizan y son más sensibles porque les cuesta más. Es importante acordarse de que en la frustración se aprende, entonces si no se les expone a esas situaciones, sin duda se ponen más sensibles. Hoy día hay más sensibilidad porque hay más capacidad de expresión y menos autocontrol y eso hace que aflore la persona que son, con lo que nos gusta y con lo que no. La esencia no está tan controlada como antes, se deja fluir más y eso es muy bueno. Parte del objetivo de mi libro es que formemos niños y adolescentes para que sean quienes son y no el ideal que como madres y padres tenemos de ellos. Que no que se desenvuelvan en función de las altas expectativas que les ponemos los adultos. Esto es importante porque permitirles actuar en función de ellos mismos ayuda a su salud mental, a que de puedan fortalecer recursos y trabajar aspectos.
¿Cómo se sostiene una frustración?
Primero me parece que hay que entender que la frustración es una emoción natural de no tener lo que uno quiere cuando lo quiere, y hay que normalizarla. Tenemos que evitar taparla porque es humana y natural. No hay que temerle, hay que entender que si el límite que los cuida los frustra, eso está bien. Segundo, creo que como adultos tenemos que estar conscientes de que no somos nosotros los que hacemos que los niños sufran, es la situación. Hay que acompañar esa emoción, empatizar y decirles que entendemos lo que sienten. Tercero, nunca cuestionar su amor porque sientan frustración. El vínculo no se quiebra porque los padres pongamos límites que frustran, todo lo contrario, los niños los necesitan y si no se ponen, sienten que no fueron cuidados, y eso de grandes se resiente.
Los hijos nunca nos van a agradecer por cuidarlos de no meter los dedos al enchufe a los dos años, se van a frustrar y la van a pelear porque es su manera. La frustración es súper poderosa, ayuda a sacar recursos de resiliencia. Hay que corregir la conducta, no la emoción de la frustración. Hay que enseñarles a expresar frustraciones de maneras adaptativas, con códigos sociales.
¿Qué errores estamos cometiendo como padres?
Nos estamos quedando en los comportamientos y no en lo que los promueve. Tratamos de corregir sin identificar lo que realmente pasa y hay que intentar interpretarlos para entender qué necesitan realmente. Con una actitud de curiosidad podremos responder mejor a sus necesidades. Cuando son más grandes y ya tienen lenguaje es más fácil dar con esas respuestas, pero no necesariamente ellos saben lo que les pasa entonces ahí viene la actitud de querer conectar. Y aunque no demos con la respuesta, el solo hecho de querer saber hace que se sientan contenidos, que vean que alguien los está tratando de entender, de leer. Eso de por sí ya es un regulador.
¿Con una buena crianza podemos formar adultos más felices?
Si bien no todo lo que resulte de nuestros hijos en su futuro va en la crianza -porque influyen distintos aspectos que se relacionen entre sí- en la crianza sí se puede acentuar o modular lo que existe en la tendencia natural. Se puede ayudar a que el temperamento sea lo más adaptativo posible. Después la vida ya va haciendo lo suyo, pero es importante darles una base que los ayude a vivir en el mayor bienestar posible para que el día en que tengan que tomar decisiones solos, lo hagan desde las habilidades que les entregamos.
Hay un ejemplo que me gusta mucho porque es bien decidor: cuando enseñamos a manejar, hay que enseñar que la luz roja se respeta por autocuidado y cuidado al otro. Si esto se enseña desde una crianza autoritaria, probablemente los niños van a parar por miedo a que haya un Carabinero, sin haber internalizado el sentido de la luz roja, la normativa. Cuando enseñamos eso, lo que realmente queremos es que internalicen el sentido de bienestar y comunitario no por temor al parte, al castigo, sino por temor al accidente.
*El libro está disponible en Buscalibre y en todas las Librería Antártica del país. $14.990.
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