Los hogares monoparentales están completos

Aunque las familias donde no hay pareja pero sí hijos son cada vez más comunes, quienes viven esas realidades muchas veces se sienten solos y solas. Y es que la norma sigue siendo criar de a dos, y pareciera que quienes no lo hacen están buscando completar esa ecuación. Pero no siempre es el caso.




“Tenía 33 años cuando llegó mi hija. Un regalo que recibí con toda la incertidumbre y nerviosismo de mamá primeriza, pero feliz de recibir la sorpresa más linda que he vivido. A todo este mundo nuevo de la maternidad, en pleno embarazo, se sumó el coronavirus. Elisa nació durante el peak de la pandemia en Chile. Yo tenía 7 meses de embarazo cuando el padre de Elisa decidió y me informó que no sería parte de nuestras vidas en ningún aspecto. Y paradójicamente ese día el amor por mi hija creció aún más. Decidí enfocar todas mis energías y mi tiempo en desarrollar las mejores herramientas para nosotras. Me hice consciente de que las dos seríamos una familia genial”. Así se presenta Denisse Ide, fundadora de Together we have it all (Juntos tenemos todo), una comunidad para familias monoparentales, donde se comparten historias, datos y consejos, en un contexto en que, según explica Denisse, no existe demasiada información ni redes de apoyo.

Y es que el nombre Together we have it all es como una especie de respuesta a los estigmas y mitos que existen en torno a familias monoparentales, las que incluso después de toda la información que existe al respecto son consideradas por algunas personas como incompletas, siempre en falta o siempre buscando a alguien que las complete.

Los hogares monoparentales son aquellos donde no hay presencia de cónyuge o pareja, pero sí de hijos y según la encuesta Casen aumentaron 3 puntos porcentuales entre 2006 y 2017, llegando a 27,4%, mientras que los hogares biparentales registraron una disminución en el mismo periodo del 67,6% al 56,6%. El mismo informe develó que solo el 2,8% de los hogares en Chile son monoparentales con jefatura masculina.

Pese a estas cifras, da la impresión de que cuando se habla de la norma, se sigue hablando de las familias biparentales, específicamente casadas y heterosexuales cuando lo cierto es que ya en 2016 el Registro Civil daba a conocer que el 76% de los niños y niñas nacían fuera del matrimonio.

La psicóloga y académica de Universidad Alberto Hurtado, Irene Salvo, postula en su columna La estigmatización de la monoparentalidad que uno de los errores se centra en que se estudia a estas familias como si fueran homogéneas, cuando en realidad no lo son. “De igual modo, una familia en la que conviven padre y madre no necesariamente garantiza el bienestar de los hijos o hijas”, dice. “Creo que es fundamental pluralizar el término y hablar de monoparentalidades. Las configuraciones monoparentales son muy diversas entre sí y es clave analizarlas de forma interseccional, no solo considerando su estructura, para así poder distinguir bien de qué monoparentalidad estamos hablando”.

“En términos estructurales, la realidad de la familia chilena contemporánea ha llevado a que se visibilicen progresivamente y comiencen de otro modo. La psicología tradicional las consideró muchas veces un factor de riesgo para el bienestar de hijos e hijas, no obstante, la evidencia actual, especialmente de grupos de investigación prestigiosos como el que dirige Susan Golombok en la Universidad de Cambridge, ha mostrado que la estructura per se no tiene un impacto diferencial sobre el bienestar integral de los hijos e hijas que crecen en estas familias o en otras configuraciones familiares”, agrega la académica.

Encuestas como la misma Casen aseguran que un porcentaje importante de hogares monoparentales con jefaturas femeninas están más expuestos a vivir en pobreza, por lo que se tiende a vincular este formato familiar con la feminización de la pobreza, cuando lo cierto es que esta es una forma reduccionista de enfrentar un panorama mucho más complejo. Salvo explica: “Las monoparentalidades en estratos socioeconómicos bajos se viven de manera muy diferente y con muchísimos menos recursos, dado que el Estado carece de políticas suficientes y de calidad para el apoyo en el cuidado infantil”.

Esta misma línea de pensamiento da a entender que la monoparentalidad es una consecuencia, una situación producto de un quiebre, de un abandono o incluso una muerte, pero nunca una elección, cuando lo cierto es que este también es un escenario que se da, y cada vez más. Existen los hogares monoparentales por adopción o por fertilización in vitro, donde un tercero nunca fue parte de la ecuación. Se trata, por lo general, de mujeres profesionales que han optado por su carrera y que, llegado un punto, toman la decisión de tener hijos sin la necesidad de comprometerse.

“Por otro lado, como señalamos en un artículo que escribimos con la antropóloga Herminia González el año 2015, las maternidades monoparentales electivas por adopción o reproducción asistida vía donante son un fenómeno más reciente en el que algunas mujeres de estratos medios altos y altos están desafiando la idea de que la monoparentalidad se construye desde una falta o ausencia”, dice Salvo.

La psicóloga infanto juvenil y de familia, Camila Jara (@psicologiainfantilyfamiliar) conoce de cerca este tema, no solo por su trabajo diario, sino que además por su experiencia personal, dado que lidera una familia monoparental, compuesta por ella y su hija de 6 años. “No es necesario que existan dos personas jefas de familia”, asegura y agrega: “Con amor, contención y respeto se puede criar súper bien a un hijo. No es una necesidad ni algo primordial que haya papá y mamá dentro de una familia”.

“Aún así, las mujeres que crían solas tiene muchas responsabilidades, lo que les lleva a padecer estrés y ansiedad. Aunque están más empoderadas, la carga de ser mamá y jefa de hogar conlleva a múltiples responsabilidades. Y tener, por ejemplo, un sueldo bajo o no contar con una red de apoyo dificulta mucho más”, añade Jara.

Pese a las cifras y a las investigaciones que dan cuenta del aumento de familias monoparentales, personas como Denisse Ide tienen problemas a la hora de encontrar información o apoyo, porque sigue siendo un tema del que no se habla lo suficiente. Como dice ella misma en la bienvenida a su sitio: “Tener una familia monoparental no es estar solos, es necesario tener una red de apoyo, además de la familia, amigos; conectar empáticamente con otros en la misma situación y poder crecer en comunidad”.

Irene Salvo complementa que aunque el modelo de familia tradicional o nuclear se ha ido cuestionando, sigue prevaleciendo en las representaciones y expectativas de personas que se sienten en falta al intentar cumplir con la vara que impone ese modelo familiar. “Cuando se habla de mamá soltera o incluso de madres solteras por elección, se evidencia la pregnancia de la soltería como algo menos deseable o de la monoparentalidad como si se tratara de una experiencia vivida en soledad, cuestión que muchas veces no ocurre con este tipo de familias, que tienen redes de apoyo social muy ricas”, dice.

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