Elke Schüttler y el desafío de investigar al fin del mundo
La académica de la UMAG lidera un estudio pionero en Isla Navarino para revelar el impacto de los perros asilvestrados en la biodiversidad. Y aunque el rigor académico marca la pauta, Elke también busca dejar en claro que detrás de cada dato científico hay investigadoras que cargan mochilas pesadas, duermen mal y caminan kilómetros para que, desde ese esfuerzo, se proteja la vida silvestre.
Una mochila tamaño XL para acampar, más de 15 kilos de equipamiento, comida, cámaras y ropa. Con esto en la espalda y con una ruta de más de 50 kilómetros de distancia por delante, comenzó en enero la expedición número dos del equipo de la académica de la Universidad de Magallanes e investigadora del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC), Elke Schüttler. La expedición tenía como objetivo instalar cámaras trampa para registrar la presencia o ausencia de perros asilvestrados en Isla Navarino, al extremo sur de Chile, puerta de entrada a la Antártida.
“A nivel mundial, se sabe muy poco de cómo viven los perros que se han desconectado del ser humano, y esto es importante, porque el perro es el carnívoro más abundante del planeta y en manada se convierte incluso en el depredador que más logra afectar la vida silvestre”, explica la académica. La ventaja de conocer la tendencia de comportamiento de estos perros en Isla Navarino es que “podemos delimitar esta ruta, ya que se trata de un lugar con un solo poblado (Puerto Williams), lo que permite estudiar de forma más fácil cómo se mueven los perros asilvestrados, cuáles son los ecosistemas que prefieren, entre otras cosas”, señala Elke Schüttler.
Isla Navarino cuenta con un poco más de 2.500 km² de superficie. De ella, sólo una pequeña porción está habitada. Si bien existen caminos con señaléticas para hacer el trekking a los Dientes de Navarino o al Lago Windhond, la mayoría de la superficie de la isla no cuenta con caminos ni senderos. Son estos espacios prístinos los que más interesan a la académica de la UMAG.
Se trazó una ruta de aproximadamente 50 kilómetros, donde se instalaron ocho cámaras trampa con el objetivo de detectar la presencia o ausencia de perros. Además, se levantó con la comunidad de Puerto Williams una serie de preguntas relacionadas con la percepción de los vecinos sobre este grupo de animales. “Queríamos saber qué opinaba la comunidad, dónde pensaban que habría zonas sensibles para la vida silvestre o para el ganado”, explica la investigadora, quien lidera un proyecto Fondecyt Regular interdisciplinario financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). El objetivo es cruzar el imaginario de los vecinos con la data que arrojen las cámaras trampa.
El primer viaje para instalar estas cámaras demoró 5 días y 4 noches, durante los cuales cruzaron a pie la isla de norte a sur, cargando 15 kilos diarios en la espalda. El camino era difícil al estar poblado por bosques y extensas turberas, castoreras y señaléticas caídas. “A veces la gente se imagina que las salidas de terreno de las y los biólogos son ir de vacaciones, pero definitivamente no era nuestro caso”, aclara Elke Schüttler. “Era bastante esfuerzo solo para tomar un par de fotografías, pero aun así logramos registros muy valiosos, ya que nadie sabe qué pasa en estas zonas remotas de la isla”.
Selfies entretenidas
El primer viaje en enero tuvo la misión de instalar cámaras trampa para estudiar la existencia o ausencia de perros asilvestrados en la isla. El destino era realizar el trekking al Lago Windhond, a 20 km de distancia directa de Puerto Williams, hacia el sur de la isla. Para llegar a Windhond, se debe comenzar por el trekking de los Dientes, que lleva a cruzar la montaña más alta de la isla, el Monte Betinelli (altura aprox. 870 metros), donde corren vientos de 80 km/h. “Aquí, años atrás, me tocó subir una cuesta pendiente gateando en cuatro patas por el viento. Si bien la altura del cerro no parece tan grande comparada con la cordillera de los Andes, no hay que subestimar el clima, porque puede llegar a ser similar al de zonas de bastante altura. Es decir, un día de verano puede terminar con una tormenta de nieve”, explica Schüttler.
Como el clima es muy variado y suele nevar en verano, el equipo debió planificar muy bien el trekking. “Considerando que durante el trekking no hay señal, llevamos un GPS inReach por si ocurría un accidente de vida o muerte. Aun así, sabemos muy bien que caminar en la isla es de nuestra total responsabilidad, ya que un posible rescate se realizaría bajo condiciones complejas para los rescatistas".
El destino final era el Lago Windhond. “Con el equipo instalamos un total de ocho cámaras trampa, con distancia mínima de 1 km entre ellas, en cuatro grillas cercanas al lago. Estas cámaras toman fotos al ser activadas tras un movimiento por la presencia de algún animal”. Todas contaban con un tarro de atún clavado a una raíz como cebo, cuyo irresistible olor atrae a cualquier carnívoro —sea perro, visón o gato— y también a aves rapaces o carroñeros, lo que permite conducirlos a la zona de activación de la cámara. “Al parecer la reflexión del lente de la cámara genera mucho interés en los animales, ya que obtuvimos muchas selfies”, bromea la investigadora.
Las salchichas en la mochila
Producir conocimiento en áreas de ciencias naturales requiere muchas veces —si no siempre— trabajo en terreno y varios días lejos del hogar. Esta no es la primera vez que la investigadora se aleja de la ciudad para recoger datos que la ayuden a responder sus preguntas de investigación. “Este verano he realizado cinco salidas de trekking y treinta salidas de día para instalar y, luego de dos meses, recoger las cámaras, lo que me dejó en ¡muy buen estado físico!”, comenta con humor la académica de la UMAG.
Para Schüttler, salir a terreno y recoger evidencia en lugares como la Isla Navarino es una total aventura. “Hermosa naturaleza, por supuesto, pero que también a veces genera ansiedad, por lo que la clave es tu capacidad física y buena compañía. Caminar durante 8 a 10 horas diarias con una mochila bien pesada básicamente te reduce la vida a caminar, comer y dormir, lo que es bastante meditativo”.
Según Schüttler, uno de los desafíos, más allá de lo obvio, es la primera jornada de acampar. “En la primera noche nunca duermo bien por todos los ruidos que se escuchan en medio de un bosque enorme. Por aquí, un golpe de cola de castor; por allá, el grito de un ave nocturna. A veces incluso he pensado que podía venir una manada de perros asilvestrados guiados por el olor a la comida que trajimos. Ahora me parece gracioso, pero esas noches mi mayor preocupación eran las salchichas en la mochila. Y es que, no hay que faltar el respeto a estos perros: he escuchado muchas historias y mitos de ataques. Por eso, para mi autodefensa siempre llevo un spray de pimienta, a pesar de que, en los pocos encuentros que tuve con perros asilvestrados durante mis caminatas, siempre se alejaron ellos primero”.
Pero, a juicio de Schüttler, lo más incómodo es tener los pies húmedos. “Siempre tienes los pies mojados, salvo que te compres zapatos de trekking de material impermeable, que son carísimos, pero en realidad estos tampoco te salvan si tienes que cruzar turbera tras turbera, a veces con hoyos escondidos en los que sueles caer, o cuando debes cruzar constantemente ríos o los diques en las castoreras”, detalla la investigadora.
Entre tanta incomodidad, una ventaja: no necesita llevar agua. La isla Navarino, ubicada al interior de la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, es conocida también por poseer y proveer a sus habitantes una de las aguas más limpias del mundo, lo que resulta especialmente beneficioso cuando vas de excursión. El equipo de la investigadora llevaba botellas vacías y se iba abasteciendo de agua desde las corrientes que ofrecía el camino.
De regreso con las cámaras
El 12 de marzo fue la fecha en que el equipo de la académica Elke decidió empezar la ruta para recoger las cámaras trampa instaladas en enero y que estuvieron durante dos meses en la zona trazada. Esta vez la ruta la lograron hacer en cuatro días y tres noches, un día menos, debido a que tomaron la ruta de ida y vuelta por el valle para evitar la alta montaña en estas fechas ya otoñales. Y, de hecho, aparecieron dos perros en dos cámaras distintas, uno de ellos cerca de la Cabaña Charles, en el Lago Windhond, con varias heridas tras una pelea, probablemente con otros perros.
“Estando en mayo, ya tenemos las 63 cámaras recogidas de toda la isla, con algunos datos inesperados: casi cada segunda cámara en el sur de la isla mostraba un guanaco, animal considerado vulnerable aquí, entre otras razones por la presencia de perros. Estas son muy buenas noticias”, explica la investigadora de la UMAG. Ahora el equipo interdisciplinario demorará alrededor de tres meses en analizar las fotos y compararlas con la percepción de las personas. Tras eso, se escribirá un artículo científico que deberá enviarse a una revista indexada, según los requisitos de ANID a la hora de financiar la producción de conocimiento en el país.
Y aunque el rigor académico marca la pauta, Elke se queda también con lo esencial: haber registrado, en medio de la dureza del terreno, que detrás de cada dato científico hay investigadoras que cargan mochilas pesadas, duermen mal y caminan kilómetros para que, desde ese esfuerzo, se pueda proteger la vida silvestre.
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