“Reservado para el placer”: ¿Es buena idea agendar los encuentros sexuales?
En un mundo de agendas saturadas, la idea de ponerle fecha y hora a la intimidad puede sonar poco romántica. Sin embargo, para la psicóloga y terapeuta sexual Florencia Grebe, agendar puede convertirse en un aliado del deseo si se hace con juego, flexibilidad y conexión.
Agendar la intimidad puede ser sexy… y puede salvar tu relación. Con esa frase, la psicóloga, terapeuta sexual y de parejas Florencia Grebe (@sobre.esocl) abre una reflexión que para muchos suena a pésima idea, pero que, en tiempos de agendas saturadas y vidas en las que el descanso y el placer quedan al final de la lista, podría ser todo lo contrario.
“Cuando tu vida se vuelve un sinfín de deberes, a veces es necesario hacerse el tiempo para el placer”, comenta.
No siempre el tiempo o las ganas se alinean por arte de magia. “A veces esperar a que las cosas pasen puede provocar que nos quedemos esperando eternamente. Y muchas veces la vida se vuelve muy intensa: entre compromisos sociales, el trabajo, los niños, la familia… no nos da tiempo para todo”, advierte Grebe.
Uno de los grandes malentendidos —añade— es la idea romántica de la espontaneidad. “Creemos que ser espontáneos es que algo pase de la nada y lo sobrevaloramos. Pero la verdad es que siempre estamos creando contextos para que algo pase”, explica. En ese sentido, agendar “tiene que ver con darse un tiempo y un espacio para estar juntos, y no esperar a que eso pase por arte de magia”.
¿Cómo funciona el deseo?
Para entenderlo mejor, vamos más atrás. ¿Qué es el deseo? Según Grebe, se trata del “impulso a”: esa energía que moviliza y motiva.
“El problema es que siempre pensamos que el deseo es solo ese que inicia las relaciones sexuales, ese momento en que veo a mi pareja —o a alguien— y me dan ganas. Pero el deseo también puede aparecer cuando ya estoy con mi pareja. Quizás llegué a un encuentro sexual no tan motivada, pero consciente de que cuando estoy con él lo paso bien y que necesitamos ese momento de intimidad porque nos hace bien como pareja”, señala.
En esos casos, añade, el deseo físico puede surgir después: “Una vez que empezamos a acariciarnos, a besarnos, a reírnos, quizá ahí aparece ese impulso más físico y se suma al juego. No todos los encuentros sexuales tienen que nacer de un deseo espontáneo: también podemos llegar desde un lugar más mental o emocional, desde la necesidad de cariño o afecto. Y está bien que las ganas aparezcan ya en el acto, no tiene nada de malo”.
Y es que no siempre se trata de ganas o no ganas: hay un montón de hilos invisibles que tiran de nuestro deseo; factores hormonales, biológicos, emocionales, sociales, y el estrés. “Hay momentos en que estos factores interfieren menos y el deseo puede surgir más espontáneamente. Pero si el estrés es alto, las hormonas no me acompañan o la carga mental está al tope, le pongo trabas a que aparezca de forma natural”, explica.
A menudo, recuerda, idealizamos los inicios de la relación como más “espontáneos”, pero no siempre lo eran. “Cuando no convivíamos, había más novedad y menos preocupaciones. Nos veíamos solo el fin de semana y esa era nuestra oportunidad. Había un preámbulo de toda una semana que nos mantenía expectantes. Con la convivencia, la rutina le quita un poco esa chispa”, comenta.
Entre los factores que apagan el deseo —y por eso agendar puede ser una solución— menciona la falta de tiempo en pareja: “Le damos tiempo al trabajo, a la familia, a los amigos, pero como vemos a nuestra pareja todos los días creemos que no necesitamos un espacio extra. Y sí lo necesitamos: para volver a ser pareja, no solo padres o compañeros de casa”.
También pesa la carga mental: la lista interminable de pendientes, las preocupaciones cotidianas y las tensiones acumuladas. “La desconexión emocional y los resentimientos también influyen”, advierte. Y agrega la falta de espacios para uno mismo: “Cuando me doy tiempo para algo que me gusta —juntarme con amigas, tener un pasatiempos— me siento mejor conmigo misma. Desde esa energía es más fácil conectar y desear al otro. Pero si vivo en función de los deberes, no queda espacio ni para mi propio placer ni para el compartido”.
¿Cómo hacer más sexy agendar nuestros encuentros?
Por supuesto, Grebe advierte que ponerlo todo en el calendario no es la única respuesta. “Claramente agendar siempre no va a ser la única solución, ya que la relación también necesita de picor, de salir de la rutina, de dejarnos sorprender. El deseo aparece cuando hay algo de misterio”, apunta.
Esa chispa, agrega, puede encenderse mucho antes del encuentro. “La anticipación del deseo y construirlo durante el día puede ser muy excitante”, afirma. Y ahí es donde la agenda puede convertirse en cómplice, no en enemiga: planificar un momento puede dar espacio para imaginarlo, fantasear y preparar el terreno.
“Si agendar es nuestra solución por ahora, algo que les puede servir para hacerlo sexy es tomarlo como un preámbulo: imaginar lo que vamos a hacer y construir el deseo a lo largo del día. Podemos tener un código —un emoji, una palabra— que signifique ‘tengo ganas de verte en la noche’”, propone.
La sorpresa también puede nacer de ahí: un mensaje coqueto, una foto, un gesto que no es habitual. Y puede aparecer durante el encuentro, con un juguete, lencería, disfraces, nuevas posiciones o texturas. “No porque sea agendado significa que tengamos que hacer siempre lo mismo. Podemos innovar, seguir la intuición y las ganas cuando aparezcan”, sugiere.
Eso sí, antes de agendar, recomienda conversar sobre las expectativas: ¿Qué espero yo que pase en ese momento? “Teniendo eso claro, ahí es donde uno puede flexibilizar. Puede que haya días en que espero que sea un encuentro sexual, pero otros en que simplemente necesito un espacio para conversar contigo, porque llevamos dos semanas en la máquina y no hemos podido hablar de nada”, comenta.
Pero al menos agendarlo nos hace tenerlo presente: hoy no pudimos, pero las ganas de estar con el otro y de hacerse el tiempo están. “Conversemos: ¿cuándo podemos de nuevo? Quizás mañana sea un mejor día, quizás pasado mañana. Lo importante es tener la flexibilidad y no sentirse presionada o presionado, ni pensar que decir que no será motivo de reclamo”, señala. Y, añade, a veces será necesario un poco de esfuerzo: “Puede que todas las noches esté cansada o tenga un ‘pero’, pero quizás esta noche sí puedo hacer un pequeño esfuerzo”.
Posponer no significa apagar la conexión. Mantener la comunicación en un tono erótico también cuenta: hoy no pasó nada, pero tengo ganas… mira lo que me compré… podríamos probar este juguete la próxima vez. La proximidad física es igual de valiosa: un buen beso, un abrazo largo, unas caricias, sin que necesariamente termine en algo más. “Si quiero a mi pareja, probablemente también quiero estar cerca de él o ella físicamente. Y eso se puede lograr con un beso, un abrazo… un buen beso también es erótico”.
Lo mismo ocurre con las conversaciones que conecten emocionalmente —hablar de cómo estamos, qué necesitamos y cómo nos sentimos— fortalece el vínculo y, con él, las ganas. Y en lo sexual, invita a atreverse a jugar: “El sexo es infinito. Podemos explorar cosas que antes no nos gustaban y hoy sí, recuperar el lado lúdico, reírnos, perderle un poco el miedo a la vergüenza. Eso devuelve las ganas y hace que el sexo sea más atractivo”.
En su experiencia, lo que marca la diferencia es quitarle el peso de que, por estar agendado, significa que no hay ganas. “Si lo aprovechamos para conectar, reírnos y estar presentes, aunque haya sido planificado, se sentirá especial”.
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