Paula

Quebrada de La Plata: un ecosistema amenazado en Santiago

Tras los cerros que están a la izquierda del Túnel Lo Prado se está librando una batalla. Cuatro empresas mineras interesadas en el cobre que hay en el subsuelo amenazan con destruir el más importante centro de investigación de la fauna silvestre de la Región Metropolitana: la Quebrada de la Plata, perteneciente a la Universidad de Chile. Y las leyes los amparan.

Primera mañana. Miércoles 21 de noviembre. Bello amanecer en la cumbre de la Quebrada de La Plata.

–¿Qué hace aquí?– grita un hombre desde una camioneta.

El cañón de una escopeta brilla en el asiento de atrás.

–Tomo fotos de pájaros–, explico.

–¡No puede estar acá! Desde ahora estos terrenos los ocupa una minera. Así que hágame el favor…

–Pero este fundo es de la Universidad de Chile– replico.

–Era… ya no.

Las 800 hectáreas de la Quebrada de la Plata pertenecen a la Universidad de Chile desde 1933 cuando fueron compradas a la familia de Pedro Aguirre Cerda (dueña de Lo Aguirre y Lo Cerda) para la investigación biológica y agropecuaria. El terreno es áspero y ralo, pero en 79 años –sin intervención de leñeros o ganado– se repobló de las especies silvestres que alguna vez habitaron la Zona Central. Incluso, varias que se creían extintas como el hermoso ratón degú o cola de pincel, que luego de 80 años fue visto de nuevo en este lugar; el cururo, un roedor negro que parece un conejo; la enorme iguana chilena, un reptil de 50 cm que Claudio Gay no tuvo que cazar, porque la vendían como mascota en el Santiago de 1860; yaca o monito del monte; marsupial endémico de Chile, nocturno y de enormes ojos. Además, hay ahí quillayes, guayacanes, peumos, pájaros carpinteros, picaflores gigantes, ranitas, culebras, tarántulas, zorros, aguiluchos y muchas otras especies que no se encuentran en ningún otro sitio. Es un pequeño Fray Jorge desconocido de Santiago.

A pesar de ser apenas un rincón, una estrecha quebrada entre los cerros, es el más importante centro de investigación científica dentro de la Región Metropolitana. Es un hotspot (punto caliente) para el estudio de la biología silvestre. En los últimos 40 años se realizaron ahí más de 30 investigaciones de doctorado. Un centenar de tesis de alumnos de ciencias de la Universidad de Chile, la Católica, universidades extranjeras y hasta de expertos del Museo de Historia Natural. El último hallazgo de magnitud fue este año: la mariposa Battus polydamas archidamas, que se alimenta únicamente de una planta venenosa, hecho por el doctor Alejandro Urzúa de la Universidad de Santiago.

Pero a los mineros eso les importa poco.

–Lo de la Universidad de Chile –insiste el señor escopeta– es esta capita de arriba (indicando la capa de suelo fértil apilada por una pala mecánica). Todo lo que está debajo es nuestro. Y lo vamos a empezar a sacar. 20 mil toneladas de cobre hay acá.

Cuando me obliga a bajar en su camioneta desde los 1488 hasta los 600 metros de altura, le pregunto para qué usa el arma del asiento trasero.

–Para espantar a los zorros que se comen el alimento de los perros…

En marzo, un zorro culpeo armó su madriguera en el patio del colegio del Maitén, el pueblo más cercano a la quebrada, en Rinconada de Maipú. Los directivos –antes de comenzar las clases– llamaron al SAG. Sospecharon que alguien lo tenía de mascota. Pero los vecinos les informaron que el zorro no era la única especie protegida que estaba bajando de los cerros en busca de comida y abrigo. También aguiluchos, tencas, búhos, picaflores gigantes, iguanas y otros.

–Huyen de las detonaciones de las mineras– dice María Muga, quien vive frente a la escuela del Maitén y es una de las activistas en defensa de la quebrada. Ella vive en el lugar desde hace 40 años. Antes iba a bañarse a una cascada de la quebrada, seca desde hace cuatro años.

–Arriba, en la quebrada vibra el suelo por las detonaciones, los camiones tolva y las palas mecánicas –dice–. Semana a semana avanzan destruyéndolo todo.

Siguiente mañana, jueves 22 de noviembre.

A las ocho en punto retumban las detonaciones en la cumbre. Vuelan los pájaros y las cigarras se callan. Las enormes iguanas chilenas, que a esas horas frías se mueven lento por el sendero, se esconden. Del tímido ratón degú ni hablar. Con los pequeños terremotos que sacuden sus madrigueras ya no se les ve ni la cola.

El curioso ratoncito es un indicador biológico importante. Como es esquivo e hipersensitivo, su presencia indica que la quebrada es un ecosistema casi intacto. Durante mucho tiempo no se le avistó en toda la Región Metropolitana, donde lo clasificó el Abate Molina en 1782. Pasaron casi 80 años hasta que recién fue visto en 1993. Desde entonces han venido a estudiarlo desde Argentina, Louisiana, Berkeley y de casi todas las universidades chilenas, para comprender el elusivo comportamiento de los roedores salvajes, casi todos amenazados de extinción.

Los mineros usan la fuerza -dice Antonio Lizana, decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile-, pero la Universidad no tiene fuerza que usar. Solo tenemos como arma el diálogo. ¿Y se puede dialogar con este estilo de empresarios, sin moral y sin criterio?

En muchos rincones todavía hay trampas de la Facultad de Ciencias. Lo medían, lo pesaban, lo marcaban y lo devolvían. También hay nidos para mensurar huevos de aves. –La quebrada es un pequeño laboratorio de vida silvestre –dice Antonio Lizana el sempiterno decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, los reales dueños de la quebrada– como estuvo sin intervención durante tanto tiempo, volvieron especies que no se encuentran en ningún otro sitio de la Zona Central.

Fue declarada Zona Silvestre en 1963, cuando ni siquiera existía Conaf. Luego, en 2005 la propusieron como zona de mitigación para la zona de preservación El Roble, que parte en los cerros de Lo Aguirre y termina en Caleu. Pero ninguna de esas figuras la protegió realmente (la primera quedó obsoleta y la segunda solo tiene valor preventivo).

Así que, como cualquier territorio chileno, la quebrada quedó supeditada a la Ley de Minería de 1983, (cuyo autor fue José Piñera, hermano del Presidente cuando fue ministro de Minería en 1981) y que dice que el suelo tiene propietarios, pero el subsuelo es propiedad del Estado que puede concesionarlo a perpetuidad a quien quiera explotarlo. Incluso pasando sobre el propietario de la superficie.

Superpuestos a los límites de Quebrada de la Plata hay 27 peticiones mineras. 11 de ellas vigentes y que pueden explotarse.

Y 16 en trámite.

Las empresas que irrumpen actualmente en el predio son Inmobiliaria Valle Azul, Sociedad Minera la Plata y Aur Resources, Panales 1 y 2, según consta en la lista de concesiones autorizadas por Sernageomin y avaladas por la justicia civil sobre la Quebrada de la Plata, y que fueron entregadas a la Universidad de Chile para su conocimiento.

Abren caminos, ensanchan antiguos piques, derriban árboles, espantan la fauna. Instalan un monolito de geomensura y viene la otra empresa y se lo derriba. Para eso son las escopetas, me dicen en privado.

Y uno se pregunta: ¿cómo puede suceder esta batahola, sin el acuerdo del dueño del predio?

En marzo de este año un abogado de la Compañía Minera Aur Resources llegó hasta las oficinas del administrador, el ingeniero Marcelo Orellana, ubicadas al interior del predio donde está la Quebrada de la Plata. Venía a informarle que sondearían la quebrada desde abajo hacia arriba con maquinaria pesada. Les impidió el paso. Pero le empujaron la camioneta con una pala mecánica. Después volvieron con Carabineros y una orden del Tercer Juzgado Civil de Santiago para mensurar la exploración de la minera Panales 1 y 2 al comienzo mismo de la quebrada. Aun así Orellana no dejó pasar los camiones por el camino principal y se fue detenido.

Pero solo impidió las faenas momentáneamente. El vecino, el dueño del fundo Chorrillos, Alfredo Garibaldi Malfanti, en el mes de septiembre les cedió a los mineros de Aur Resources el paso por Lo Aguirre y dejó entrar a las palas mecánicas hacia Quebrada de la Plata desde la cumbre hacia abajo.

–¡Nadie espera que lo ataquen por la espalda! –dice el decano– ¡esto nos pilló totalmente por sorpresa! Desde ese mes vienen ensanchando el camino y haciendo rajos a diestra y siniestra sin consideraciones de impacto ambiental ni ecología ni nada, porque son peticiones mineras antiguas, anteriores a la Ley Ambiental de 1994.

La universidad lleva tres largos juicios sin resultados. Los propietarios de las mineras solo los dilatan. Cambian de domicilio, traspasan la concesión, presentan otros estudios, análisis fraudulentos. Cuando han sacado todo, se van. Una sola compañía minera saca 70 camiones diarios de material en las mismas narices de la universidad usando una concesión denunciada como fraudulenta por el propio Sernageomin, el organismo encargado de las concesiones mineras. Desde 1999. Y aún no pueden echarlo.

–El Estado –dice el decano– debe velar porque el suelo agrícola se preserve cuando convive con una mina. Pues son como los dedos de una mano, distintos pero que deben convivir. ¡Pero, a su vez, no tiene la facultad de expulsar a una concesión minera! –dice totalmente impotente–. ¡No tiene atribuciones! Solo la justicia puede sacarlos.

Tercera mañana: el sábado 24 de noviembre.

Marcelo Mora, un ciclista de montaña que sube a la Quebrada de la Plata todos los fines de semana, alega que una de las empresas mineras cerró el sendero y lo echaron, amenazándolo con una escopeta. Mora recorre en bicicleta la quebrada desde hace 6 años. Antes no valoraba el medio ambiente. Ni las especies silvestres. Sin embargo, ahora parece un experto. Lo que sabe, lo aprendió pedaleando ahí. Viendo a los animales en su hábitat.

Los trabajadores de la Sociedad Minera La Plata, de capitales españoles, tienen órdenes de no dar ninguna información. Y solo por buena voluntad nos dejan pasar.

–Todos estos yacimientos son antiguos –dice Mora, que se ha ido informando de la historia de la quebrada– dejaron de tener valor y por eso los abandonaron. Pero hoy, por el alto precio del cobre, se paga la extracción y la refinación y lo que sea.

Llegamos a un peumo de casi 100 años a punto de caer bajo una pala mecánica, justo en un raje donde sondean fosfato de cobre de un antiguo pique minero. Marcelo Mora tiene una expresión desolada; es probable que como el zorro, el degú o el aguilucho entre en etapa de huida y deje de ir a la quebrada.

Hoy, junto a vecinos del Maitén, en la Rinconada participa del Movimiento Salvemos la Quebrada de la Plata de Maipú que formó el ex candidato a concejal por Maipú e ingeniero informático Pedro Lazo de 27 años.

Iguanas que miden cerca de 50 cm, pájaros carpinteros, picaflores gigantes, ranitas, culebras, tarántulas y muchas otras especies no se encuentran en ningún otro sitio, más que en este pequeño Fray Jorge desconocido de Santiago.

Lazo por mucho tiempo ha vivido en Maipú y desde niño iba a la quebrada. Es otro que ahí aprendió de medio ambiente. Desde 2009 viene denunciando la irrupción de las mineras. Lo encuentro repartiendo volantes en la Plaza de Maipú. En junio interpuso una denuncia ante la Fiscalía Centro-Norte por daño ambiental y destrucción de propiedad privada. Ingresó con Carabineros en un par de ocasiones. Y la Brigada del Medio Ambiente de la PDI en otra.

–En cuatro meses todavía los peritos de ambas policías no logran identificar a los propietarios de las compañías mineras –dice levantando los brazos– me parece raro, ¡qué quieres que te diga!, dice Lazo.

Llegamos hasta un mirador en la quebrada. Cactus, espinos, guayacanes. Es lo último que queda de los bosques costeros que alguna vez habitaron la Zona Central.

–Llegaremos hasta las últimas consecuencias –dice Pedro Lazo– ¡Si tengo que encadenarme en alguna parte lo voy a hacer! Porque estoy cansado de estas reuniones que no llegan a nada.

Lunes 26 de noviembre, el abogado de la Facultad de Agronomía, Roberto González, el administrador Marcelo Orellana y Carabineros llegaron hasta las faenas donde amenazaron a Mora y antes a mí. Aún no derribaban el peumo.

Pero no obtuvieron ni siquiera la identificación de la empresa.

Los mineros se negaron a mover sus palas mecánicas.

–Los mineros usan la fuerza –dice el decano– pero la universidad no tiene fuerza que usar. Puede pedirla (a la justicia) pero nada más. Solo tenemos como arma el diálogo. ¿Y  se puede dialogar con este estilo de empresarios, sin moral y sin criterio?

Martes 27 de noviembre.

El decano Lizana constituyó una comisión de emergencia de expertos científicos, biólogos y agrónomos para intentar proteger la Quebrada de la Plata. Casi la única opción que ven es que el Estado la declare urgentemente "sitio de interés científico –dice Lizana como Paranal o los cerros donde se instalan los telescopios". –Que están todos sobre cerros de cobre– le acoto. Mientras tanto, presentarán esta semana un recurso de no innovar ante la Corte de Apelaciones para intentar detener los sondeos mineros.

Pero el Derecho, como defensa, es decepcionante ante la Ley Minera. El abogado Roberto González emitió en septiembre un informe ante la exploración de Valle Azul, la primera de las mineras que llegó a la Quebrada de la Plata: "Vimos todos los recursos en Sernageomin y está todo en regla. No hay nada que podamos hacer", decía la carta.

Lo que ocurre en Quebrada de la Plata hace recordar la historia de la joven de 23 años Julia Butterfly Hill quien, agotada de las pancartas y las leyes, pasó 2 años en Missouri viviendo en la copa de una milenaria secuoya para impedir que talaran un bosque de 60 mil hectáreas. Lo logró. El peumo centenario que están por derribar, en el ombligo de la quebrada, llegó al mismo punto. Espera que alguien hable por él.

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