Paula

Salir a Wwoofear

Es una red mundial y cada día tiene más adeptos. Wwoof –World Wide Opportunities on Organic Farms– nació como un incipiente movimiento que tenía la intención de poner en contacto a pequeños productores orgánicos con voluntarios ansiosos por vivir una experiencia agroecológica. Trabajo en el campo a cambio de comida y alojamiento. Un innovador sistema de intercambio que hoy explota en el mundo y también en Chile.

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Paula 1193. Sábado 13 de febrero de 2015.

Son las cinco de la tarde y el sol pega fuerte sobre los campos de El Monte. Charlaine y Pierre, dos franceses que llegaron a mediados de diciembre a trabajar como wwoofers –o voluntarios– en el campo que arrienda el agricultor orgánico Renato Gatica, cerca del antiguo camino a Melipilla, recogen hierbas y hortalizas. Rábanos silvestres, hojas de quingüilla –pariente de la quínoa–, cenizo, romaza y verdolagas, una suculenta comestible apenas conocida en Chile, pero que Charlaine y Pierre han probado varias veces en Europa. El sábado lo ayudarán a comercializarlas en la Ecoferia de La Reina y a repartirlas en restoranes como el Boragó, del chef Rodolfo Guzmán. Pierre es paisajista, Charlaine es gerenta de una empresa de biocosmética en Francia, y es primera vez que vienen a Chile. Se conocieron mientras viajaban por Australia, trabajando como wwoofers. Ahora su plan es recorrer Sudamérica por un año y empezaron por El Monte.

Desde cosechar frutas y verduras, arrancar malezas o alimentar a las gallinas hasta levantar muros de piedra y construir casas de barro, las labores de un wwoofer, como se llama a los voluntarios que se inscriben en la red mundial Wwoof.net, están a la orden del día y varían según las necesidades del anfitrión, o host, que los recibe.  Hay miles de anfitriones desperdigados por el mundo y tal como Renato Gatica, el host suele ser un pequeño agricultor orientado a la producción orgánica. Pero no es requisito estar certificado. Porque más allá de los tecnicismos, la filosofía del movimiento Wwoof es poner en contacto a personas que están trabajando por un cambio hacia una agricultura –y un estilo de vida– más sustentable.

El movimiento Wooff nació en 1971 como iniciativa de la secretaria londinense Sue Coppard, que organizó un fin de semana de trabajo en una granja biodinámica en Sussex: Working Weekends on Organic Farm. Hoy, las siglas se desglosan como World Wide Opportunities on Organic Farms.

"Incluso, antes de que yo supiera que existía la agricultura orgánica, ya estaba interesado en ella", dice Gastón Fernández, ingeniero agrónomo y fundador de la red chilena del movimiento Wwoof (www.wwoofchile.cl). "Trabajé en varios predios convencionales y había algo que no me gustaba, el aroma a veneno y los suelos muertos, el desequilibrio ecológico que se veía en todas partes", dice Fernández, que también fue gerente de uno de los primeros proyectos orgánicos que hubo en Chile, un Profo de agricultores de Ñuble. Después de terminar ese proyecto partió de wwoofer a Nueva Zelanda. Lo pasó tan bien podando kiwis, desmalezando hortalizas y arriando ciervos, que al volver decidió fundar Wwoof Chile, en 2001. "Al principio no había más de 15 granjas inscritas, la mayoría en Ñuble, y no venían más de cinco personas. Fue un hobby al comienzo, hasta que explotó hace cuatro años, cuando se unieron todas las federaciones Wwoof del mundo", cuenta. Ahora, según Fernández, hay 120 campos y parcelas inscritas –desde una parcela en el oasis de Pica, donde se cultivan mangos y guayabas, hasta un fundo orgánico ganadero de 500 hectáreas en Los Lagos o una estancia ovejera de 10 mil hectáreas en Tierra del Fuego– y el sitio chileno recibe unas 200 solicitudes anuales de extranjeros que quieren venir de voluntarios, la mayoría de Norteamérica.

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UN HOST CERTIFICADO

"Si no fuera por ellos, estaría hasta el cuello", dice Renato Gatica sobre los wwoofers, que desde hace cinco años llegan intermitentemente a ayudarlo con las 11 hectáreas de campo que arrienda junto a su suegro, Héctor Turra. "Son un aporte a la agricultura familiar, porque lo que está pasando es que nadie quiere trabajar la tierra como se hacía antes, a mano, rasqueteando. Los trabajadores del campo ahora quieren hacer todo rápido y con tractor. Los wwoofers, en cambio, a lo que los mandes, lo hacen", dice Gatica, que estudió en la Escuela Agrícola A-22 El Carmen, de San Fernando. Desde el año pasado, Gatica obtuvo la certificación orgánica IMO Chile por el manejo que le da a su campo, con prácticas como uso de compost y rotación de cultivos para mantener la fertilidad del suelo, incorporación de flores como centros biológicos para que lleguen animales benéficos que ayudan al control de plagas y la trazabilidad de sus cultivos; es decir, que no hay intermediarios entre que el producto sale del campo hasta que llega a la mesa.

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Pierre es paisajista y Charleinne es gerente de una empresa de biocosmética en Francia. Están trabajando como wwoofers en un campo orgánico ubicado en El Monte. Recolectan cenizo, romaza y verdolaga, entre otras hierbas, y los sábados acompañan a comercializarlas en la Ecoferia de La Reina y a repartirlas en restoranes como el Boragó.

Por el conocimiento práctico que acumulan, los hosts o anfitriones orgánicos son muy cotizados entre los wwoofers. Aunque la queja recurrente que postean algunos de los anfitriones inscritos en la red es que hay wwoofers que solo vienen a pasarlo bien y viajar barato, la mayoría de los voluntarios –también coinciden los posteos– son ciudadanos de países desarrollados, que viven en ciudades cosmopolitas y que tienen una gran preocupación en la cabeza: la crisis de los alimentos. Por eso, son capaces de atravesar la mitad del mundo para meter las manos en la tierra y ver desde adentro como lo están haciendo los pequeños agricultores orgánicos para ponerle freno a la degradación que han provocado en la tierra los pesticidas y el monocultivo de la agricultura masiva.

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El host Renato Gatica (40, atrás) junto a su suegro Héctor Turra (65), fundador y dirigente del Movimiento Unitario Campesino y Etnias de Chile.  En el campo de El Monte que cultivan juntos con técnicas orgánicas, reciben wwoofers hace 5 años.

"La palabra maleza solo existe para los agricultores convencionales. Nosotros los productores agroecológicos preferimos hablar de hierbas y malas hierbas, que son las que no se usan", dice Renato Gatica. Al otro lado del mundo, en la isla sur de Nueva Zelanda, similar es la visión que tienen los Jolly, un matrimonio que recibe wwoofers en su campo orgánico de avellanos europeos y los acomoda en una casa rodante vintage que usaron en su juventud. "En vez de hablar de malezas, preferimos decir que hay hierbas que crecen en lugares equivocados", dice Eleanor Jolly, que además de bibliotecaria es una experta jardinera. A la salida de su cocina, cultiva una impecable huerta orgánica en la que mantiene a raya babosas y caracoles con cáscaras de huevo que esparce sobre los senderos del huerto. Crecen a destajo zanahorias, ajos, lechugas, zapallos italianos y otros vegetales con los que cocina a diario en su casa. En ocasiones, le pide a los wwoofers que preparen algo de comer, así ella aprende alguna receta de otro país; otras veces es ella quien les enseña alguna especialidad neozelandesa, como el refrescante cordial –o infusión fría y dulce– que prepara con elderflower, una hierba silvestre que crece por montones en los campos de Nueva Zelanda.

Hay 120 campos nacionales inscritos en el movimiento Wwoof Chile. Entre ellos, una parcela en el oasis de Pica, donde se cultivan mangos y guayabas, y una estancia ovejera de 10 mil hectáreas en Tierra del Fuego.

Al igual que en la granja de los Jolly en Nueva Zelanda, por el campo de Renato Gatica en El Monte también han pasado cientos de woofers. Antes que los franceses Charlaine y Pierre, ha tenido a voluntarios holandeses, daneses, australianos y norteamericanos. Y de casi todos, Gatica, que no habla inglés, recuerda el nombre. "Es que pasan a ser como de la familia. Duermen en la casa, tomamos desayuno y almorzamos juntos todos los días", cuenta. ·

EMPEZAR

Lo primero es visitar el sitio www.wwoof.net, desde donde se puede acceder a la página web oficial de más de 100 países que integran la red mundial. Varios sitios nacionales publican la lista de hosts o anfitriones, sin contactos, para ilustrar sobre el tipo de granjas que se podrían visitar. Una vez decidido el destino, solo hay que inscribirse y pagar una cuota de incorporación que bordea los U$ 20, gracias a la que se accede a la lista completa de hosts y sus contactos para escribirles directamente y programar la visita. El tiempo y las condiciones de la estadía se convienen con cada host, pero por lo general se exige un mínimo de una semana y entre 4 a 6 horas de trabajo a cambio del alojamiento y alimentación completa. Hay granjas que trabajan todo el año con wwoofers y tienen confortables dependencias para recibirlos. La acomodación también puede ser en una habitación dentro de la casa familiar, en carpa o casa rodante.

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 La red Wwoof pone en contacto a personas que están trabajando por un cambio hacia una agricultura -y un estilo de vida- más sustentable. Los voluntarios aprenden a cosechar frutas y verduras, sacar malezas, hacer compost.

¿DÓNDE IR?

"Para un chileno lo óptimo es que vaya a uno de los 110 países inscritos en la red, porque la idea es que sea un intercambio cultural, cosa que no ocurre con un connacional", explica el fundador de Wwoof Chile, Gastón Fernández. Hay cerca de 100 mil hosts desperdigados por el mundo que ofrecen sus campos para una experiencia agroecológica. Productores de aceite de oliva en Grecia, viñas biodinámicas en Mendoza, granjas de hierbas aromáticas en Francia, ecolodges en los fiordos de Noruega, queserías en los Alpes suizos y plantaciones de arroz en Tailandia. Hay campos de cientos de hectáreas y parcelas de 5 mil metros cuadrados. La lista es extensa y diversa, por eso conviene tener claro qué país se quiere visitar y qué tipo de experiencia es la que se quiere vivir. Como destinos para ir de wwoofing, Fernández sugiere: "El sur de Brasil, Rio Grande do Sul, tiene una agricultura excepcionalmente buena, con granjas pequeñas y familiares. También en Costa Rica. Si se quiere aprovechar de aprender inglés, Nueva Zelanda y Estados Unidos son países de gran calidad orgánica y donde se trata especialmente bien a los wwoofers".

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