Validar el duelo de un aborto espontáneo




“Tuve un aborto espontáneo en mi primera experiencia de embarazo, a los 21 años. Quería ser mamá, estaba determinada a serlo, y el aborto fue algo que nunca consideré que podía pasarme. Fue algo que me marcó, mi primera pena grande. A pesar de que es algo muy natural y que fue temprano, yo lo sufrí mucho. Lo viví sola, como la mayoría de las mujeres. Ahora en la pandemia inicié una terapia familiar con el papá de mi hijo y nos dimos cuenta de que diez años después, todavía nos penaba. Tanto a él como a mí”.

Tras vivir la pérdida de un embarazo en su juventud, que tardó una década en poder superar, la periodista Jimena Colombo decidió escribir Espontáneo, un libro de género híbrido entre ensayo, documentación, entrevistas y su propia vivencia personal. Su objetivo: ayudar a otras mujeres a validar su duelo. Se estima que uno de cada cuatro embarazos termina en aborto espontáneo, y que ocho de cada 10 se producen en el primer trimestre. Jimena quiso darle una mirada feminista a esta experiencia tan común en las mujeres pero que la mayoría vive en silencio.

Dices que sufriste “a pesar” de que tu pérdida fue a las pocas semanas. ¿Hay algo cultural en esto de sentir que el dolor no tuviera tanta validez cuando la pérdida es temprana?

Claro, por eso en el libro quise centrarme en aborto espontáneo hasta la semana 14, porque es el más invisibilizado. No hay cabida al duelo ni a una despedida, ni a un rito ni a acompañamiento psicológico, nada. Cuando no hay guatita, cuando nadie más ha podido percibir esa guagua o entiende lo que tú proyectas en ese embarazo, entonces no existe para el resto. Es violento que haya una sociedad que no lo valide, con violencias que vienen incluso de la familia al decirte “pero si no alcanzó a ser nada” o “bueno, ya vendrá otro”.

¿Cuáles son las principales violencias que viven las mujeres que sufren abortos espontáneos?

En el libro postulo tres castigos a la mujer; primero, invisibilizando su dolor, convirtiendo el tema en un tabú y empujándola a su intimidad, al “báncatelo sola”. El segundo, es a través de la violencia obstétrica. Una de las mujeres que entrevisté para el libro cuenta que fue tal la violencia que vivió en un hospital público, donde la dejaron en un pasillo, sola, que decidió no ser madre e incluso no someterse a ninguna instancia ginecológica más. Y la tercera es que nos sitúen a las mujeres que vivimos un aborto espontáneo en una vereda opuesta a quienes defienden el aborto libre, como si fuera algo que te invalidara. Te dicen “¿Cómo tú, que viviste algo tan triste, vas a defender el aborto? Se ha difundido esa idea de que es algo incompatible. En la otra cara, las feministas que defienden más extremamente el aborto te dicen “¿Cómo vas a sufrir por un huevo?” Pero cuando tú decides ser mamá y te pasa esto, tienes todo el derecho a sufrirlo, y al mismo tiempo, a defender el derecho a decidir por tu cuerpo y defender algo que le da condiciones mínimas a las mujeres.

En tu libro haces una crítica al sistema neoliberal y lo atribuyes como causa a cómo se están viviendo las mujeres sus duelos perinatales.

Para el sistema es muy útil que seamos madres, pero como ellos quieren que seamos. Es decir, que tengas tu guagua, la cuides sola, le des pechuga solo durante el postnatal y después vuelvas a trabajar y a producir. Hacemos además las labores de reproducción, de cuidado de los enfermos, niños, ancianos, todo gratis; esa es la mujer que sirve. Nos han intentado convencer de que entre más tareas cumplas más poderosa eres, pero eso es conveniente para el sistema económico, no para nosotras. En esa cultura, la mujer que no quiere o no puede ser mamá pasa a segundo plano, es inútil, fracasó. Entonces, es todo un sistema que invisibiliza a la mujer que no es funcional al sistema. El aborto espontáneo está invisibilizado porque es visto como un “fracaso”, porque la maternidad es vista como una empresa más. ¿Si fracasaste? Bueno, next, lo intentas otra vez hasta que resulte. Entonces esos suelos se esconden debajo de la alfombra.

¿Sienten culpa las mujeres después de un aborto espontáneo?

La culpa está muy presente en general, somos culposas con todo, y cuando pasa algo así, como eres tú la que lo lleva en tu vientre, más es el peso de la culpa y del cuestionamiento. Muchas veces te dicen ¿Trabajaste mucho? ¿Cargaste peso? ¿No comiste bien? Una de las chicas que entrevisté para el libro cuenta que su doctor ya le decía desde antes que no iba a poder quedar embarazada por lo flaca, y cuando sufrió el aborto le dijo que no se había cuidado lo suficiente. ¡Pero eso no es cierto! El aborto se puede clasificar en dos formas según el origen: espontáneo e inducido, y el espontáneo es por causas naturales donde en muchos casos no hay nada, no hay explicación, es parte de la naturaleza. Me llama la atención que un médico, una persona que vive en función del estudio científico, pueda hacer esos comentarios. Creo que tiene que ver con la falta de educación sexual. Se nos debería enseñar, así como sobre la menstruación, que parte de la trayectoria reproductiva incluye el aborto, de hecho, una de cada cuatro mujeres lo vive. Si es algo tan natural nadie debería porqué decir “oye, es que no te cuidaste”.

¿Cuál crees que son las necesidades básicas de una mujer que experimenta un aborto espontáneo, para poder llevar mejor el duelo y para recibir un trato más digno?

Creo que con la ley Dominga se sentó un precedente de que hay un cambio de paradigma. Es necesario que haya un acompañamiento real en los establecimientos de salud, que toda la que necesite pueda contar con apoyo psicológico, que te contengan para que no se transforme en un duelo patológico. Pero también creo que es súper necesario que culturalmente se le dé más libertad a la mujer de poder expresar, de poder despedirse, del rito. Más empatía para que cada una pueda hacer el duelo. Que si alguien quiere plantar un árbol o escribir un libro deje de mirarse como algo freak, de loca. Eso tiene que ver con algo más discursivo, más inteligible, que va a cambiar en la medida que la gente empatice; ese cambio cultural más grande yo creo que va a tardar. Para empatizar tenemos que leer, informarnos, que la gente se eduque un poco más para que esa violencia que comienza en la casa, bajándole el perfil con comentarios hirientes, termine. Por último, que ese piso básico de dignidad también sea incorporado como una bandera de lucha del feminismo. El aborto espontáneo es otro lado de la criminación del aborto libre, porque muchas mujeres también se exponen a que cuando llegas a la clínica de urgencia te interroguen súper violentamente pensando en que buscaste un aborto inducido. Si tú te dices feminista, tienes que luchar por toda mujer que es oprimida, y me parece que la que sufre un aborto espontáneo está súper violentada y súper invisibilizada. Ese es un punto más para que una viva una situación como ésta de manera más digna: que el activismo también te incluya.

¿Sientes que cerraste tu duelo después de escribir el libro?

Escribir este libro fue cerrar un ciclo, entender un poco lo que me pasó. Fue algo simbólico, de alguna manera hice mi rito. Finalmente me siento súper empoderada y se cierra una etapa, ya no hay nada pendiente con ese tema. Sentí que podía hacerlo, que podía escribir este libro porque lo viví. Tal vez no manejaba los términos científicos, no soy matrona, pero soy lo que llaman “una experta por experiencia”; sé de lo que estoy hablando. Me pasó, lo viví, lo sufrí, me tomé harto tiempo para digerirlo, me documenté, y se transformó en un libro. Espero que todo ese trabajo largo de diez años que hice sola, sea un pequeño aporte. Yo creo en que lo personal es político y en este libro he tocado un punto que nos pasa a todas. Porque sí, es natural que nos pase, está dentro de las posibilidades biológicas, pero no es natural que lo vivamos solas.

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