Wellness




Todo mi vida adulta he hecho de todo por mi bienestar. Cuando digo todo, es literal. He tomado leche dorada para desinflamar, hidroterapia de colon para depurar, yoga para conectar, retiros de meditación, me he ido a Uruguay detrás de una gurú por una semana con un grupo de desconocidos para sanar, actos psicomágicos, limpiezas espirituales con huevos mientras una chamana hablaba en lenguas. Dietas depurativas, he dejado el azúcar, el café, he tomado baños de sal. Yoga, pilates, trekking, spinning, TRX, personal trainer. Me he alimentado “sanamente” escondiendo una relación compleja con la comida. Psicoterapia, terapias complementarias, flores de Bach, flores de Bush, masajes ancestrales, ayurvédicos, reductivos, respiración holotrópica. Y nunca nada fue suficiente.

Invertí en mi vida adulta tanto dinero que en mi condición de mujer blanca privilegiada me da pudor revelar. Todo para “mi bienestar”, para “ser la mejor versión de mí misma”, concepto que hoy me hace reflexionar y preguntarme ¿para qué?.

La mayoría de nosotros quiere sentirse mejor, pero ¿qué podemos controlar y qué no?

Alcanzar una salud integral comiendo nutritivamente, meditando, ejercitándome mínimo 180 minutos a la semana y durmiendo como guagua ¿Cuánto tiempo podemos sostenerlo?

Rina Rafhael, autora del “Evangelio del bienestar” sostiene que el bienestar es una bendición para la industria del marketing. Las mujeres buscamos nuestro bienestar porque estamos en una condición que nos ha llevado hasta la desesperación. La experiencia de ser mujer está plagada de carga en el cuidado de otros, sexismo en nuestros lugares de trabajo, entre otras cosas. Estamos agotadas y hemos caído en la trampa que es una situación individual y por tanto, está en mis manos, llegar a un completo bienestar.

La industria del wellness se ha transformado en una nueva forma de opresión basada en el género, sin negar que también ha emergido una incipiente industria del bienestar para hombres. Sin ir más lejos, el boom de las rasuradoras corporales masculinas, por ejemplo, da cuenta que no están fuera de la industria.

¿Erradico el consumo de gluten? ¿Elimino los lácteos? ¿Sólo consumo productos lácteos? ¿Caldo de hueso? ¿Puedo tomarlo si soy vegana?

Si bien sabemos que tenemos la presión por vernos delgadas y hermosas, también tenemos que sentirnos bien “por dentro”. Un ejemplo es la marca Goop de Gwyneth Paltrow, empresa dedicada al bienestar y estilo de vida que, a pesar de las críticas por comercializar productos y tratamientos sin evidencia científica e incluso nocivos,goza de buena salud y recauda millones de dólares.

La industria del wellness promete ofrecer respuestas para nuestro estrés y sus síntomas. Nos hace sentir mal si no aplicamos atención plena mientras estamos cocinando, tenemos que aprovechar cada segundo para curarnos.

Fariha Róisin reflexiona sobre la cultura del wellness y cómo la industria se ha apropiado de prácticas curativas originarias, adaptándolas a la cultura y convirtiéndolas en un bien de consumo, ignorando su procedencia.

¿Qué nos pasa que vemos nuestro bienestar sólo de manera individual y no sistémica? ¿Por qué obviamos que hay determinantes de salud (que incluyen factores ambientales, biológicos, conductuales, sociales, económicos, laborales y culturales) que no dependen de nuestras ganas? ¿Basta con repetir una frase para lograr lo que quieres? ¿Consumir un producto que te haga sentir bien? ¿Hacer una terapia milagrosa que promete cambiarte la vida? Sostengo que los seres humanos no somos de una manera determinada, sino que vamos siendo y cambiando en nuestro vivir. Las experiencias que vamos teniendo, las alegrías y pesares van moldeando quien estamos siendo.

No demonizo la industria del wellness, incluso creo que hay experiencias en esa cultura que pueden generar bienestar, sin embargo, me pregunto por qué somos las mujeres las que sentimos estar en falta. Y pienso que no es azaroso, que nos prefieren ocupadas en esos asuntos, estar sedadas con el trabajo sin fin que implica preocuparnos de nuestro bienestar y no ocupar, de pronto, otros espacios más públicos, siendo más visibles en espacios sociales, políticos, culturales, etc…

La pregunta que nos dejo es frente a la aseveración “Tú puedes”. Y puede que sí, pero no siempre, no de manera individual, no solo gracias a la propia voluntad.

* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.

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