Fernando Prieto y el quiebre de Pixarrón: “Aquí están 12 años de mi vida profesional”

En su primera entrevista sobre el caso, el cofundador de la edtech habla de su decisión de abandonar el proyecto, tras chocar con sus socios por la estrategia del negocio y acusarlos en tribunales de querer sacarlo de la firma. Denuncia falsificación de instrumento privado y administración desleal. En paralelo, en el CAM, de la Cámara de Comercio de Santiago avanza un arbitraje.


“Todavía estoy dispuesto a llegar un acuerdo”, responde Fernando Prieto a Pulso. El 26 de marzo, el ex CEO de la edtech Pixarrón se querelló contra sus exsocios Cristóbal Fiori y Luis Felipe Ross, de Matrix Consulting, acusándolos nada menos que de querer sacarlo del negocio. “No se había cumplido aún el primer año desde el inicio de Pixarrón, cuando mis socios iniciaron una serie de aproximaciones que buscaban reducir mi participación propietaria. Fiori y Ross fueron explícitos al respecto, de modo que no hay en esta afirmación especulación alguna de mi parte” sostiene el empresario.

En la acción judicial, que se tramita en el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago, Prieto Domínguez, los acusa a ambos y; al director de la firma, el abogado Gonzalo Rencoret, de los delitos de falsificación de instrumento privado y administración desleal.

De acuerdo con su versión, todo comenzó en agosto de 2019 cuando se asoció con Matrix Consulting. Asegura que en un principio todo iba muy bien, que el proyecto de combinar la educación tradicional con las nuevas tecnologías comenzaba a abrirse paso nuevamente en la región, tras la quiebra de su proyecto predecesor Galileo.

“A mí me encanta iluminar donde algo no está bien”, dice entornando los ojos, mientras habla de la génesis de la firma y del conflicto. Asegura que no se lo esperaba. Que jamás se lo imaginó tampoco, pero que no le quedó otra salida que ir a tribunales. Ello, pese a que en paralelo, en el Centro de Arbitraje y Mediación (CAM) de la Cámara de Comercio de Santiago ya se analiza el caso. El abogado Juan Carlos Riesco Ruiz lidera la indagatoria. “Ya se cerró todo el proceso y ahora habrá una audiencia de conciliación”, comenta medio en broma para que quede claro que esa vía también está avanzado. Y que en las próximas semanas debiese comenzar una etapa de posible mediación. Si no hay acuerdo, vendrá la etapa probatoria.

Se le ve muy tranquilo, en todo caso. Asegura que ni su situación económica ni personal se han deteriorado producto del conflicto: “El dinero para mi hoy día no es un tema. Tengo la suerte de tener algunos ingresos y una buena jubilación. Aquí (refiriéndose al proyecto de la discordia) están 12 años de mi vida profesional “, reclama.

También tiene fe en que al final su visión se impondrá. “Este es un juicio factual. No hay mucho más que declarar”, agrega.

El informe Balada

Asesorado inicialmente por el abogado penalista Andrés Baytelman y ahora por Francisco Ortega, Prieto acusa a los socios de Matrix de no haber contabilizado su aporte en el accionariado de la firma, lo cual terminó reduciendo su participación en Pixarrón y dejándolo eventualmente afuera. Según los acuerdos iniciales, Fiori y Ross, a través de “Sociedad de Inversiones Algarrobo Ltda” se quedarían con el 50% y capitalizarían a Pixarrón con recursos frescos, mientras que Prieto, a través de su “Sociedad de Inversiones Melipilla S.A” tomaría la otra mitad, que sería pagada con su trabajo.

“Yo aportaba conocimiento, experiencia, y trabajo, y ambos aportes eran equiparados. Mi renta mensual, y mis bonos por ventas debían ir directamente a pagar mis acciones suscritas” sostiene el empresario. Cuando la pelea ya comenzaba a desbordarse, contrató una asesoría legal tributaria de la consultora Balada, que le dio la razón: “Del análisis realizado se concluye que el capital efectivamente pagado de la sociedad Pixarrón Capital Spa asciende a la suma de $ 38.800.000, aportado por Inversiones Algarrobo Limitada por $5.008.552 equivalente a 12 acciones e Inversiones Melipilla por $ 34.000.000, equivalente a 85 acciones”, indica el documento. En otro de sus párrafos se puede leer: “El contador y los abogados de la compañía generaron balances los primeros, y borradores de actas los segundos, que no se condicen con la documentación oficial de la compañía y los acuerdos del pacto de accionistas, lo que obliga a los consultores a hacer notar este hecho, para que tanto la administración como los accionistas de la sociedad evalúen la calidad del trabajo que estos asesores realizan para las compañías”, ponen en el informe.

Pixarrón ofrecía escuelas virtuales a toda la región, que permitían a alumnos y profesores nivelar brechas de conocimiento de manera personalizada a través de una plataforma tecnológica que podía estar disponible en teléfonos y computadores. Permitía a docentes, padres y directivos de los colegios gestionar en tiempo real, ya sea en el aula o de forma remota, los avances de cada estudiante. La plataforma también estaba habilitada para nivelar competencias básicas laborales. En Chile la usaron los municipios de Las Condes y Providencia, entre otros. También operaba con la Universidad Santo Tomás.

Después de su salida, la firma se mantuvo operando al margen de lo que pasaba entre sus socios.

“Fue idea mía”

Nada de tirar la toalla. Prieto dice que a sus 70 años se resiste a dar por perdida su particular guerra. El ex director de la Asociación Latinoamericana de Inversionistas Ángeles cuenta que le ha dedicado 12 años de su vida a este proyecto educativo desde que partió como Galileo, firma que entre ventas y capitalizaciones de los socios recibió aportes por US$ 25 millones, hasta que en 2017 enfrentó la quiebra, debido a la caída de contratos en diferentes mercados por huelgas de profesores, cambios de autoridades, además de problemas de caja. “Fue un golpe muy duro, más de dos millones de estudiantes de diferentes países lograron nivelar su educación, cambiamos vidas; la tecnología cumplió su promesa”, enumera.

En noviembre de 2017 Galileo entró en proceso de liquidación. Desde ahí hasta mediados de 2019, Prieto no quiso saber más del proyecto. Tenía el 52% y había perdido el equivalente a 92.000 UF (unos US$ 3,9 millones). Pero después se reencantó con la idea de retomarlo y entró al remate de lo que quedaba: se quedó con la marca, la idea y algunos procesos. “Yo pensé en la gente de Matrix Consulting. Fue idea mía ir a asociarme con ellos, porque yo los conocía de cuando estaban partiendo y nos habíamos topado varias veces”, cuenta. Ahí fue cuando partió Pixarrón.

- Ustedes tuvieron más de un intento de negociar y conversar. ¿Qué pasó al final?.

- Esos intentos existieron. Es más, hubo un acuerdo entre abogados, pero que no se respetó. Yo estaba dispuesto a negociar, pero a lo que no estaba dispuesto era a renunciar mi 50%. Era mi proyecto, yo los invité.

- ¿Considera esto una pausa en sus trayectoria?

- Es una pausa necesaria. Para despejar las sombras. Mi papá salió de la pobreza en Melipilla, lo crío mi abuela, estudió inglés, astronomía y a sus siete hijos nos educó. El tema ético para mí es muy fuerte”, declara.

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