Mauricio Larraín, vicepresidente de la CMF: “No es una etiqueta hippie. El cambio climático está produciendo una reasignación de recursos en la economía”

Mauricio Larraín, vicepresidente de la CMF. Mario Tellez/La Tercera

Los temas de sostenibilidad están siendo un eje estratégico en esta entidad, según Larraín. La Norma de Carácter General 461, una taxonomía de inversiones verdes y más difusión, son algunas de las líneas de acción.


Hace seis meses, la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) emitió la Norma de Carácter General (NCG) 461, que incorpora temáticas de sostenibilidad y gobierno corporativo en la memoria anual de las entidades supervisadas. Para aquellas sociedades anónimas abiertas (SAA) que superen el equivalente a 20 millones de UF en activos totales consolidados, se aplicará a partir del 31 de diciembre de 2022. Un año más tarde, le corresponde a las que superen 1 millón de UF y más adelante, al resto.

Mauricio Larraín, vicepresidente de la CMF, explica cuál ha sido el feedback del sector privado y la hoja de ruta que viene. Larraín asumió este cargo hace menos de dos meses, con un fuerte énfasis en la sustentabilidad. “Para la Comisión, el cambio climático y las finanzas sostenibles son tan importantes que lo elevamos a la calidad de tema estratégico”, comenta. De hecho, hace pocas semanas organizaron la 1ª Conferencia sobre Regulación y Supervisión de Riesgos Financieros relacionados con el clima.

¿Cuáles son las principales líneas de acción con respecto a cambio climático?

-Es una estrategia que se basa en tres grandes pilares. El primero tiene que ver con divulgación de la información de riesgos de cambios climáticos y transparencia y, es ese contexto, es que se genera la NCG 461. El segundo, con promover la integración de dichos riesgos en el sistema financiero. Y el último, con tratar de promover el desarrollo de un sistema financiero que sea verde. Que apoye proyectos e iniciativas más sostenibles.

¿Cuáles son los desafíos que vienen?

-No todas las empresas reportan su información de sostenibilidad basadas en el mismo estándar de divulgación y ahí está uno de los mayores desafíos. Por eso nos pusimos a trabajar con el sistema Sustainability Accounting Standards Board (SASB), para que la información sea más comparable y le pueda facilitar la vida a los inversionistas, como las AFP o los fondos de inversión extranjeros.

Muchas empresas ya tienen áreas que conocen estos temas, ¿pero hay algunas a las que aún les falta entender bien esto para poder adherir a ello?

-Nosotros publicamos la norma y hemos hecho un esfuerzo por darle difusión y publicidad, pero todavía existen algunas empresas que no entienden muy bien de qué se trata este esfuerzo. Entonces, queda bastante por hacer. Al respecto, creamos el Área de Supervisión de Finanzas Sostenibles para, específicamente, fiscalizar la información de sostenibilidad que se va a reportar. Ya están trabajando en una primera medida, que es publicar las expectativas de supervisión de la norma.

¿Cómo así?

-En otras palabras, qué espera la CMF de cómo deberían las empresas reportar esta norma. Porque acá el enfoque de la supervisión es más moderno. No se trata de andar castigando a las empresas que no responden o responden mal. Por el contrario, lo que tratamos de hacer es evitar que existan fallas en la comprensión de la norma o interpretaciones divergentes.

¿De qué forma cree que las iniciativas de la CMF con respecto a la sustentabilidad están influyendo en los inversionistas?

-Acá hay dos grandes grupos de inversionistas. Los primeros, tienen consideraciones éticas y morales a la hora de tomar decisiones de inversión. Por ejemplo, no invierten en una compañía de tabaco o en una empresa que vende armamento, por definición. Pero hay otro grupo que le interesan los temas de sostenibilidad no por razones éticas ni morales, sino porque pueden perder plata. BlackRock es el ejemplo clásico, ya que al ser un administrador de cartera (o sea de terceros), tiene un deber fiduciario de velar por la maximización de la riqueza que está administrando. El mismo Larry Fink (CEO de BlackRock) ha dicho que el tema de riesgo climático es un tema de riesgo financiero.

¿Cómo puede influir esto en que también los bancos desarrollen más productos verdes?

-Los bancos son “secos” para gestionar los riesgos de crédito. Lo que queremos tratar de promover es que logren integrar los factores climáticos a su gestión normal de riesgos. De todas formas, ya saben de este tema. Por ejemplo, como CMF estamos trabajando en “pruebas de tensión” para simular, por ejemplo, un evento extremo climático adverso o una sequía mucho más prolongada de la que estamos viviendo, para saber si las instituciones financieras pueden sobrevivir o no.

¿Qué podría pasar ante ese tipo de eventos?

-Si un banco está prestándole dinero a empresas que no están gestionando bien el cambio climático y viene un gran evento medioambiental, su cartera se va a deteriorar y el banco va a perder plata. Y puede incluso que tenga un problema de liquidez o de solvencia, lo que sería muy grave para la economía. Cuando los bancos se dan cuenta de esto, empiezan a darle crédito a empresas más sostenibles. Por eso que se debe promover un mercado financiero verde.

¿Qué es una actividad verde?

-Son instrumentos para financiar proyectos y actividades más sostenibles. No es una etiqueta hippie. Sabemos que el cambio climático está produciendo una reasignación de recursos en la economía. Por ejemplo, una empresa que tiene plantas de carbón, tiene que cerrarlas, si consideramos el plan de descarbonización de Chile, e invertir en energías renovables.

Pero a veces estos temas se utilizan también como greenwashing.

-Eso es un riesgo y no es bueno para el mercado financiero. La forma en cómo la comunidad internacional ha resuelto esto es estableciendo taxonomías. O sea, una definición más objetiva de qué se considera una actividad verde y lo que no. El Ministerio de Hacienda tiene justamente un proyecto al respecto. Y lo que estamos haciendo como CMF es colaborar como contraparte técnica en el diseño y la definición de una hoja de ruta para una taxonomía verde.

¿Qué beneficio en concreto tiene esta taxonomía verde?

-Por ejemplo, reduce los costos de transacción cuando una empresa quiere financiar un proyecto verde, ya que no hay que gastar muchos recursos para convencer al inversionista.

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