La impresionante misión de la Nasa que intentará el primer aterrizaje en un asteroide

Recreación artística de la nava Osiris-Rex de la Nasa aproximándose al asteroide Bennu. Foto: Reuters

La sonda Osiris-Rex intentará esta semana posarse sobre Bennu, una roca espacial de medio kilómetro de diámetro, para extraer muestras de su superficie y traerlas de regreso a la Tierra.


Después de casi dos años rodeando un antiguo asteroide a cientos de millones de kilómetros de distancia, una nave espacial de la Nasa intentará esta semana descender en una traicionera superficie llena de rocas y arrebatarle un puñado de escombros.

El drama se desarrollará el martes cuando Estados Unidos intenté por primera vez recolectar muestras de un asteroide y regresar a la Tierra, una hazaña lograda hasta ahora solo por Japón.

Rebosante de nombres inspirados en la mitología egipcia, la misión Osiris-Rex busca traer de vuelta al menos 60 gramos del asteroide Bennu, la muestra más lejana recolectada en otro mundo desde las misiones Apollo a la Luna.

Imagen real del asteroide Bennu. Foto: Reuters

La nave espacial del tamaño de una camioneta tiene como objetivo aterrizar en el centro relativamente plano de un cráter del tamaño de una cancha de tenis llamado Nightingale, un lugar comparable a algunos lugares de estacionamiento aquí en la Tierra. Rocas tan grandes como edificios se ciernen sobre la zona de aterrizaje objetivo.

“Entonces, para tener una perspectiva, la próxima vez que estacione su automóvil frente a su casa o frente a una cafetería y camine en él, piense en el desafío de conducir Osiris-Rex a uno de estos lugares a 200 millones de millas de distancia”, dijo el subdirector de proyectos de la Nasa, Mike Moreau.

Una vez que salga de su órbita a 0,75 kilómetros de altura alrededor de Bennu, la nave tardará deliberadamente cuatro horas en llegar hasta su objetivo, justo por encima de la superficie.

Luego, la acción se intensifica cuando el brazo de 3,4 metros de Osiris-Rex se extienda y toque el asteroide. El contacto debe durar entre cinco y 10 segundos, lo suficiente para disparar gas nitrógeno presurizado y aspirar la tierra y la grava batidas.

Programada de antemano, la nave espacial funcionará de forma autónoma durante esta delicada e inédita maniobra de tocar y recoger. Con un retraso de 18 minutos en la comunicación por radio en ambos sentidos, los controladores terrestres del fabricante de naves espaciales Lockheed Martin no pueden intervenir.

Si el primer intento no funciona, Osiris-Rex puede volver a intentarlo. Las muestras recolectadas no llegarán a la Tierra hasta 2023.

Si bien la Nasa ha recuperado el polvo de cometas y las partículas del viento solar, nunca ha intentado tomar muestras de uno de los casi un millón de asteroides conocidos que acechan en nuestro sistema solar hasta ahora.

Japón, mientras tanto, espera obtener muestras del asteroide Ryugu en diciembre, en miligramos como máximo, 10 años después de traer de vuelta las partículas del asteroide Itokawa.

Bennu es un paraíso para los buscadores de asteroides

La gran roca espacial negra, redonda y rica en carbono, más alta que el edificio Empire State de Nueva York, existía cuando nuestro sistema solar se estaba formando hace 4.500 millones de años. Los científicos lo consideran una cápsula del tiempo llena de prístinos bloques de construcción que podrían ayudar a explicar cómo se formó la vida en la Tierra y posiblemente en otros lugares.

“Se trata de comprender nuestros orígenes”, dijo el científico principal de la misión, Dante Lauretta de la Universidad de Arizona.

También existen razones egoístas para conocer mejor a Bennu.

El asteroide en órbita solar, que pasa cerca de la Tierra cada seis años, podría apuntarnos a finales del próximo siglo. La Nasa calcula que las probabilidades de impacto son de 1 en 2.700. Cuanto más sepan los científicos sobre asteroides potencialmente amenazantes como Bennu, más segura será la Tierra.

Imagen del asteroide Bennu captada desde la sonda Osiris-Rex. Foto: Nasa

Cuando Osiris-Rex despegó en 2016 en la misión de más de US $800 millones, los científicos imaginaron tramos arenosos en Bennu. Entonces, la nave espacial fue diseñada para ingerir pequeñas piedras de menos de una pulgada (2 centímetros) de ancho.

Los científicos se sorprendieron al encontrar rocas masivas y grava gruesa por todo el lugar cuando la nave espacial llegó en 2018. Y ocasionalmente se vieron guijarros saliendo del asteroide, cayendo y, a veces, rebotando nuevamente en un juego cósmico de ping-pong.

Con tanto terreno accidentado, los ingenieros se apresuraron a apuntar a un lugar más estrecho de lo previsto originalmente. El cráter Nightingale, el objetivo principal, parece tener la mayor abundancia de granos finos, pero aún abundan las rocas, incluida una llamada Mount Doom.

Entonces llegó la pandemia.

El equipo se quedó atrás y adelantó el segundo y último ensayo general de la nave espacial hasta agosto. Eso postergó la toma de muestras a octubre.

“Traer de regreso una muestra es difícil”, dijo el jefe de misión científica de la Nasa, Thomas Zurbuchen. “El Covid lo hizo aún más difícil”.

Osiris-Rex tiene tres botellas de gas nitrógeno, lo que significa que puede aterrizar tres veces, no más.

La nave espacial retrocederá automáticamente si encuentra peligros inesperados como grandes rocas que podrían hacer que se vuelque. Y existe la posibilidad de que aterrice de manera segura, pero no acumule suficientes escombros.

En cualquier caso, la nave volvería a orbitar alrededor de Bennu y volvería a intentarlo en enero en otro lugar.

Con el primer intento finalmente ad portas, Lauretta está preocupado, nervioso, emocionado, pero "confiado en que hemos hecho todo lo posible para garantizar obtener una muestra segura”.

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