La tecnología más avanzada del mundo

Foto: Reuters

Si yo le preguntara a usted, querido lector, cuál cree que es la máquina tecnológica más avanzada del mundo, ¿qué contestaría? Tómese un momento y piénselo. Seguramente se le cruzaron por la mente los grandes centros de computación de IBM, la computadora cuántica de Google, los shuttle espaciales de la Nasa o los trenes levitantes japoneses.

Indiscutiblemente logros tecnológicos formidables. ¿Y si le dijera que todos estos no son más que ridiculeces frente al verdadero orgullo tecnológico de nuestra especie? Parece absurdo, pero es así. El Large Hadron Collider (LHC) en Ginebra, el colisionador de protones más potente del mundo representa una escala tecnológica no solo unos cuantos escalones más arriba que ellos, sino que una auténtica escalera móvil de varios pisos.

Les dejo una medida inmediata de la escala de diferencia, en 2011 D-Wave construye su primera computadora cuántica “comercial”, el costo es de 10 millones de dólares. La construcción del colisionador costó alrededor de 10 billones de dólares, 1.000 veces más.

Imagínese un gran circulo, de 27 kilómetros de circunferencia, cubriendo un área de alrededor de 80 mil canchas de fútbol. En el perímetro de este círculo protones viajan a 99.9999991% de la velocidad de la luz, algunos en sentido horario, otros antihorarios para en algún momento chocan.

Para que esto ocurra, alrededor de cada pedazo del perímetro del círculo potentes campos magnéticos curvan los protones. ¿No les basta? Para soportar la corriente necesaria para la generación de estos campos magnéticos, estos imanes tienen que ser refrigerados a una temperatura de -271.3 grados C, una temperatura más fría que el espacio vacío! Pausemos para darnos cuenta del significado de esto: no existe lugar conocido en el universo más frío que el que creamos nosotros acá sobre la tierra. En la carrera de quien es el mejor refrigerador, le ganamos hasta a la naturaleza.

¿Y para qué sirve? En términos prácticos, de nuestro vivir cotidiano (por ahora) para absolutamente nada. Pero en términos de conocimiento, de saber, de responder a preguntas profundas, de ponernos en contacto con nuestro pasado, con los elementos que nos componen y con la historia misma del universo en el que vivimos, para todo.

En el LHC se están investigando las piezas fundamentales que componen toda la materia y todas las fuerzas del universo. El colisionador nos permite viajar atrás en el tiempo, hasta casi 14 billones de años en el pasado, simulando algunas de las condiciones iniciales en que se encontraba nuestro universo cuando era bebé.

En el 2012 el LHC anunció el descubrimiento del Bosón de Higgs y con ello el origen de la masa de las partículas elementales mismas. El foco ahora es buscar supersimetría, una propiedad fundamental del universo que, si confirmada, daría mucho respaldo a la teoría de cuerdas.

Peter Higgs, descubridor del bosón que lleva su nombre. Foto: Reuters

Pero hay más: materia oscura, dimensiones adicionales, monopolos magnéticos… la cantidad de maravillas que el universo nos puede revelar gracias a la colisión de un par de inocuos protones es asombrosa.

No se necesita ser físico para ser parte de este periodo mágico del conocimiento, como no se necesita ser astronauta para sentir orgullo al pisar la luna. Somos todos uno y el conocimiento no pertenece a nadie ni tiene bordes geográficos. No perdamos nunca el placer que nos trae el saber.

* Facultad de Artes Liberales UAI

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