¿Por qué hay chilenos que no se quieren vacunar?

Estudio de Criteria Resarch revela los principales mitos y temores que están detrás de la negativa o la duda frente a una vacuna que proteja del coronavirus.


La percepción y los estados emocionales de las personas frente a una vacuna que los proteja de la pandemia de Covid-19, pueden determinar la disposición que tengan a inocularse. Desde esta perspectiva, Criteria Research realizó una encuesta a 800 personas de todo el país, todos mayores de 18 como una forma de producir información útil para futuras campañas de vacunación.

¿Resultados? El 35,4% de los encuestados dijo que está dispuesto a vacunarse lo antes posible, un 12,2% cuando se haya vacunado al menos el 25% de los chilenos, un 17,5% cuando la vacunación llegue al menos al 50%, un 24,3% cuando sea vacunada el 24, 3% de las personas. Solo el 10,6%, dijo que no lo haría nunca.

Matías Chaparro, gerente general de Criteria Research, explica que a partir de estudios realizados anteriormente, creían que encontrarían un número importante de personas con resistencia a las vacunas, pero en la práctica y con un diseño de preguntas más progresivas y menos directa, la resistencia no es tanta y en general, las personas están esperando a que otros se vacunen, para hacerlos ellos. “Un 10% de la población son rechazadores duros, personas que en ningún caso se vacunarían, pero la disposición general es positiva en la medida en que bien informados, porque las personas sienten que tienen poca información, rechazan vacunarse por esa falta de información”, indica.

Sumados aquellos que se sienten “muy informados” e “informados”, el porcentaje llega al 43%, mientras que aquellos que se sienten entre “”medianamente informados”, “poco informados” y “nada informados”, representan casi el 57%.

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¿A qué le temen?

Para averiguar cuáles son los principales mitos o prejuicios que explican la negativa a vacunarse, la afirmación que más se repite es que no se vacunarán sin saber antes la composición de la vacuna (51,8%). Otro 41,9%, cree que la vacuna aún es experimental y por lo tanto no quiere ser “un conejillo de indias”.

También mencionan en un alto porcentaje la necesidad de conocer la procedencia de la vacuna y las dudas que les genera la rapidez con la que se ha desarrollado, razón por la que todavía no se conocen los efectos de la vacuna a largo plazo.

Más abajo en la lista de preferencia se ubican ideas relacionadas con la desconfianza en los laboratorios, la vacunas y la Organización Mundial de la Salud (OMS), creer en la existencia de un chip de rastreo (15,5%) y que la pandemia no es real sino excusa para controlarnos y restringir nuestros derechos (13,4%).

Para Roberto Olivares, jefe de Infectología de Clínica Dávila, estos miedos no son justificados. “Chile es un país que tiene una tradición muy arraigada en el uso de vacunas como una política potente de salud pública logrando erradicar enfermedades infecciosas o evitando que las personas mueran por muchos agentes infecciosos que son los que se previenen con el uso de las vacunas”.

Según Olivares, un aspecto negativo de internet es que da espacio a que circule información sobre cualquier tema (en este caso sobre las vacunas), falsa o incompleta que difunden grupos que tienen interés en socavar el prestigio acumulado por décadas que tienen las vacunas como elemento de prevención de muchas enfermedades infecciosas. “Y esta información sesgada y mal intencionada cae en un terreno fértil dado que muchas personas siguen estas noticias, no se cuestionan la información, no buscan otras fuentes para corroborar lo que leen y terminan autoconvenciéndose de que las vacunas son perjudiciales o se asocian a efectos dañinos cuando es todo lo contrario”, reflexiona el especialista.

Campaña

La encuesta “Subjetividades y Vacuna Covid-19: Estados emocionales de recepción frente a los mensajes de una campaña de vacunación”, identificó cuatro actitudes o segmento de personas: los que están dispuestos a vacunarse (con poca información pero alta disposición a la vacuna) que representan el 21%; los decididos (se sienten informados y con alta disposición) que son el 26%; los temerosos (poco informados y baja disposición) con un 36% y que representan el grupo más grande; y los rebeldes (informado pero con baja disposición) que suman 17%.

Según el análisis de la encuesta, al primer grupo solo se debe reforzar su actual estado emocional. Los “decididos” pueden ayudar como embajadores para la vacunación, a los temerosos se les debe aumentar la percepción subjetiva de la información. Con los “rebeldes” son los los que representan el público más difícil en una campaña. “Las actitudes que detectamos son transversales, estamos hablando de actitudes y emociones que están en todos los segmentos y edades de la población”, agrega Chaparro.

A juicio de Cristián Leporati, director de la Escuela de Publicidad de la Universidad Diego Portales, es justificable que la velocidad de desarrollo de vacunas genere temor en la población. “El gobierno debió haber tenido claro que era súper importante educar a la población con campañas de educación e ir informando que cuando las vacunas ya estaban cerca de resolverse. Cuando ya está firmada la distribución, haber inmediatamente empezado a atacar de alguna forma mitologías populares que se produjeron básicamente por la velocidad de todo el proceso y por un vacío de información importante”, señala.

Según Leporati, el Colegio Médico y las empresas que distribuyen la vacuna también tiene una responsabilidad. “Yo habría esperado que, sabiendo la velocidad, sabiendo la poca información que hay, el momento histórico y que las redes sociales manejan mucha información, era aún más importante tener un tipo de control de daños y vocerías que fueran creíbles en el Ministerio, en el Gobierno, en el Colegio Médico, en las empresas. Ayudando a las personas a entender que esto de verdad funciona y que no te van a meter un chip qué te va a leer la memoria, todo estos subproductos de las fake news. Se dejó un espacio libre para que las redes sociales, la ignorancia, la falta de información producción a lo que produjeron, estos “rebeldes”.

¿Qué hacer?

Para la vicepresidenta de la Sociedad Chilena de Infectología, Claudia Cortés, los miedos de la población se resuelven con educación y lenguaje sencillo y ameno. “Se le debe explicar a la población que estas vacunas son el producto de uno de los esfuerzos más grandes del último tiempo. Hay que recalcarles que las vacunas son seguras, que han podido eliminar enfermedades mortales como el ébola, el sarampión, entre otras. Sólo a través de mensajes sencillos será posible superar estos miedos”.

El miedo más fácil de contrarrestar, dice Marcelo Wolff, médico jefe de Infectología de Clínica Santa María, “es el genuino temor de las personas frente a un producto que se ha desarrollado tan rápidamente y eso es perfectamente contrarrestable con evidencia científica, y una persona abierta de mente va a entender y va a aceptarlo frente a la situación que estamos viviendo”.

Los objetores no escucharán las voces científicas. “Se le debe explicar a la población que se encuentra amenazada por una pandemia inédita y que falta mucho tiempo para superarla. Necesita ver un acuerdo político-técnico, y que todos estén de acuerdo con el mensaje que se quiere entregar. La población tiene que ser informada, tiene que sentir esto se hace con transparencia, con equidad, y con probidad”, dice el infectólogo.

Leporati dice que estamos antes una crisis de credibilidad, en la que millones de chilenos no creen los atributos de la vacuna. Es necesario, explica hacer rápidamente un levantamiento, saber cuáles son los mitos y los temores, los cuentos, las narrativas que se han ido filtrando en las plataformas y en base a esto, crear un listado claro de estos temas críticos.

El trabajo con líderes locales, juntas de vecino, puerta a puerta, medios masivos y redes sociales también puede funcionar. “Cruzando esas dos dimensiones, lo masivo con lo local, en forma bastante rápida, creo que se puede ir perfectamente disminuyendo el nivel de incredulidad qué hay respecto a la vacuna que hay no solamente en Chile, sino que esto está pasando en varias partes del mundo”, insiste Leporati.

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