Covid-19: “No me quiero vacunar”

Trabajadores de la salud preparan tubos de recolección de muestras en una estación de testeo en Houston, Texas. Foto: Reuters

Una encuesta realizada por Ipsos en conjunto con el Foro Económico Mundial mostró que, a nivel planetario, el 27% no está dispuesto a vacunarse. Entre los países con mayores dudas figuran Francia, España, EE.UU. e Italia.


A lo largo de la historia, parte de la población en diversos rincones del planeta ha respondido con temor y distancia a las nuevas vacunas. Esto, por sus eventuales efectos colaterales, que en general han sido mínimos, pero que han sido más publicitados o comentados que sus múltiples beneficios. En el caso del coronavirus, el principal miedo es que todas las alternativas han sido investigadas en poco tiempo.

Una encuesta de Ipsos a más de 18 mil adultos, en 15 países, realizada en noviembre en asociación con el Foro Económico Mundial, reveló que el 73% sí está dispuesto a recibir una vacuna contra el Covid-19 si estuviera disponible ahora, mientras que un 27% se rehúsa.

En septiembre, un sondeo realizado por la misma encuestadora a casi 20 mil adultos de 27 países mostró que entre quienes no recibirían la vacuna (26%), las razones más comunes son la preocupación por sus efectos secundarios (56%) y las dudas sobre su eficacia (29%), mientras que un 75% de los participantes sí dijo estar dispuesto a vacunarse contra el Covid-19.

El príncipe heredero de Bahrein, el jeque Salman bin Hamad Al-Khalifa, ofreciéndose como voluntario para recibir una dosis en la tercera fase de la vacuna contra el Covid-19, desarrollada por la empresa farmacéutica china Sinopharm. Foto: AFP

Los países donde la intención de vacunación es menor son Rusia (54%), Polonia (56%), Hungría (56%) y Francia (59%). Las naciones donde la intención es mayor son China (97%), Brasil (88%), Australia (88%) e India (87%).

“La confianza de la comunidad mundial se gana con esfuerzo y se logra mediante la transparencia total y el realismo de las expectativas, tanto durante como mucho después del desarrollo y despliegue de la vacuna”, escribieron los autores Naor Bar-Zeev y Sonali Kochhar esta semana en The Lancet.

En el caso de Chile, tres de cada 10 encuestados contestó que no estaría dispuesto a vacunarse si estuviera disponible una inyección contra el coronavirus. Entre el 30% de chilenos que no quiere vacunarse, un 52% dijo que no lo haría porque le preocupan los posibles efectos secundarios, un 20% porque no cree que vaya a ser efectiva, un 19% piensa que no tiene tanto riesgo de contraer el virus y otros señalaron que no estaban a favor de las vacunas en general.

La confianza de la comunidad mundial se gana con esfuerzo y se logra mediante la transparencia total y el realismo de las expectativas, tanto durante como mucho después del desarrollo y despliegue de la vacuna.

Naor Bar-Zeev y Sonali Kochhar, investigadores

A nivel global, los casi cinco mil encuestados que no tienen intención de vacunarse entregaron como principal razón la preocupación por los efectos secundarios (56%), mientras que la segunda razón más común fue la duda sobre su eficacia (29%). Un 19% de los encuestados a nivel mundial siente que no está lo suficientemente en riesgo frente al virus, mientras que la oposición general a las vacunas fue citada por un 17% de los participantes. Este último factor se eleva hasta un 30% en países como Rusia e Italia.

En Chile, las autoridades mostraron preocupación frente a los resultados de una encuesta de la Universidad del Desarrollo, que reveló que cuatro de cada 10 chilenos no se vacunaría contra el Covid-19. Según el estudio, el 38,7% de las personas se quiere vacunar lo antes posible y el 21% lo haría solo si es obligatorio, mientras que el 20,2% de los encuestados dice que no se vacunará y un 19,5% no lo sabe.

En España, el barómetro de octubre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indicó que el 43,8% de los españoles no se vacunaría inmediatamente cuando esté disponible una vacuna. En tanto, un 40,2% de los encuestados señaló que se vacunaría de inmediato contra el virus. Las cifras muestran una mayor desconfianza en una eventual vacuna respecto de septiembre, cuando un 44% se mostró favorable y un 40,3%, no. Aunque muchas de esas personas no se autodenominan “antivacunas”, ya rechazan algunas de las que se están desarrollando, en parte por la desinformación y la “torpeza comunicacional” de algunos gobiernos.

Un asistente de laboratorio sostiene un tubo con la vacuna Sputnik-V de Rusia contra el Covid-19 en el Instituto Nacional de Farmacia y Nutrición en Budapest, Hungría. Foto: Reuters

“Existe una relación entre la confianza en el gobierno, la confianza en la información del gobierno y el escepticismo y la preocupación por la vacunación y lo que hemos visto a lo largo del tiempo durante la crisis”, dijo Bobby Duffy, profesor de políticas públicas en el King’s College de Londres, citado por The Guardian.

Respecto de la edad, el sondeo del CIS mostró que el rechazo a la vacunación inmediata es mayor en el rango de 25-30 años (57%) y 45-54 (50%), mientras que en la población más vulnerable -los mayores de 65 años- solo el 31,3% la rechaza. Sorpresivamente, la segunda franja con menos rechazo es la más joven, con un 45,7% entre 18-24 años.

Pero estas no son las únicas cifras. Según una encuesta de 40dB. para El País, el 24,1% de los españoles se vacunaría lo antes posible, pero el 36,9% optaría por esperar un tiempo antes de hacerlo, mientras que un 20,6% solo lo haría de ser estrictamente necesario y un 13,1% ni siquiera pretende hacerlo.

Mientras Italia enfrenta una dura segunda ola de contagios, una encuesta de Ipsos publicada en el diario Corriere della Sera mostró que uno de cada seis italianos no se vacunará contra el coronavirus en 2021, lo que equivale al 16% de la población. Así, el 42% de los encuestados declaró que prefiere “esperar para conocer la eficacia” de las eventuales vacunas disponibles.

Un investigador trabaja en un laboratorio dirigido por Moderna, farmacéutica que dijo que su vacuna experimental fue 94,5% efectiva para prevenir el Covid-19. Foto: Reuters

En Francia, en tanto, la mitad de la población no quiere vacunarse contra el Covid-19, según una encuesta publicada el jueves por el canal BFM TV. El sondeo indica que solo el 40% de los franceses quiere vacunarse cuando lleguen las primeras inyecciones en 2021, mientras que el 46% se niega a hacerlo y un 14% de los encuestados aún no toma una decisión al respecto.

En el continente americano la situación es algo diferente. Una encuesta del Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) reveló que un 76% de las personas en México “expresaron una mayor predisposición” para aplicarse la vacuna Sputnik V, mientras que, entre más de 12 mil personas consultadas en 11 países, el 73% de los encuestados dijo que estaría dispuesto a vacunarse contra el Covid-19.

En Estados Unidos, una encuesta realizada por SSRS para CNN mostró que solo la mitad de los estadounidenses se pondría una vacuna contra el coronavirus una vez que esté disponible, un porcentaje que ha disminuido desde mayo. El 51% de los encuestados dijo que intentaría vacunarse si una alternativa de bajo costo estuviera ampliamente disponible, mientras que el 45% se negó y un 4% no tenía una opinión, según las respuestas que se obtuvieron durante la primera semana de octubre. Una encuesta del Pew Research Center realizada en septiembre mostró que un 49% definitivamente o probablemente no se vacunaría si hoy estuviera disponible una inyección, mientras que un 51% sí lo haría.

Principales preocupaciones

Uno de los temores más comunes entre quienes se resisten a vacunarse es la seguridad. Sin embargo, en las distintas pruebas que están desarrollando los laboratorios, si alguno de los participantes presenta algún efecto secundario anormal o grave, el ensayo se detiene, como ocurrió recientemente con la vacuna de AstraZeneca. En ese caso, el ensayo se paró hasta comprobar que los efectos secundarios sufridos por uno de los participantes no habían sido causados por la vacuna, sino que podía haber recibido un placebo y una patología previa podría haber explicado los efectos. Si existe la más mínima sospecha de que la vacuna genera un efecto secundario inexplicable, el ensayo se cancela definitivamente y la alternativa queda descartada.

Además, aparte de los científicos que desarrollan las vacunas, hay expertos independientes que siguen los ensayos y revisan los resultados, al igual que organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) del mismo país. Una vez comercializada la vacuna, estas autoridades mantienen el seguimiento, de manera de garantizar su seguridad a largo plazo.

En cuanto a la efectividad, que es otra gran preocupación, los laboratorios Pfizer, Moderna y Gamaleya anunciaron días atrás que sus vacunas tienen una eficacia que supera el 90%. Aunque esta información no ha sido comprobada por las autoridades sanitarias, se consideró como una buena noticia, ya que una vacuna con un 60% de eficacia ya es un avance de acuerdo con los expertos.

Un contenedor con dosis de la vacuna CoronaVac es descargado de un avión de carga que llegó desde China al Aeropuerto Internacional de Guarulhos, en Sao Paulo, el 19 de noviembre. Foto: AFP

Actualmente hay una decena de laboratorios que se encuentran en la fase 3 de sus estudios, la etapa previa a la aprobación. Todas las alternativas de vacunas para el coronavirus están cumpliendo con las fases necesarias, es decir, averiguar primero si son seguras, aplicar la vacuna a entre 100 y 500 voluntarios para probar su seguridad y efectividad, y hacer un estudio ciego, randomizado y aleatorio, donde ni los voluntarios ni los vacunadores saben si se está inyectando el medicamento o un placebo.

De esta manera, se controla a todas las personas de la misma forma, viendo si hay efectos colaterales, midiendo los anticuerpos generados por la vacuna y estudiando hasta cuánto tiempo sirven. Precisamente en ese último factor se encuentra la diferencia entre las vacunas generadas con tiempo y aquellas que fueron fabricadas de urgencia en la mitad de una pandemia. En este caso, ha habido menos tiempo para controlar a los voluntarios, ya que los científicos están trabajando a contrarreloj. De hecho, los controles de la fase 3 están previstos por dos años.

Otro factor que genera desconfianza han sido los anuncios sobre las fechas en que está disponible una vacuna. Esto, porque se piensa que los plazos podrían no cumplirse, mientras que también hay dudas sobre cuánto tiempo tomará obtener una vacuna efectiva y accesible para toda la población.

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