Sexo, mentiras y cine

Dice que se aburrió. Que se cansó de lidiar con la industria del cine y los productores. Steven Soderbergh se retira del cine y nos deja a Julia Roberts y su Oscar por Erin Brockovich, un díptico arriesgado e incomprendido con Benicio del Toro como el Che, y esa maravilla que es Un romance peligroso, que partía como un policial y terminaba como una comedia romántica. Y en la despedida -si es que realmente nos creemos la historia del retiro-, Soderbergh nos deja Efectos colaterales, construido con la misma eficacia y los trucos narrativos de un director que se abrió paso como una figura del cine independiente, en el crepúsculo de los 80, con Sexo, mentiras y video.
En Efectos colaterales, Rooney Mara (Red social, La chica del dragón tatuado) interpreta a Emily, una mujer depresiva, que tiene una crisis y un intento de suicidio después que su marido sale de la cárcel. Emily recibe la ayuda de un psiquiatra (Jude Law), quien le receta unos antidepresivos que le generan incómodos efectos colaterales, entre ellos sonambulismo, lo que traerá fatales consecuencias a su vida.
En una primera lectura, la película es un alegato contra el uso de antidepresivos y la industria farmacéutica. Eso en la superficie. A la hora de los recuentos y las despedidas, la película es otra cosa: un Soderbergh en forma, con un thriller intenso, tramposo a ratos, pero muy entretenido.
“Efectos colaterales”, de Steven Soderbergh.
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