Culto

El litigio con Argentina en el norte

La historiadora Macarena Ríos publica De frontera natural a límite político, acerca de la demarcación de la Puna de Atacama entre 1881 y 1905.

Imagen-punaWEB

Los hitos fronterizos en todo el mundo se han hecho de distintos materiales, entre ellos la piedra, material que sugiere perdurabilidad y permanencia. Lo que no está escrito sobre piedra son los límites internacionales, flexibles como varios han mostrado ser. Tal constatación tiene variadas implicancias en el presente (basta pensar en los diferendos con Perú y Bolivia), pero también obliga a reconsiderar el pasado. Es lo que hace De frontera natural a límite político. La demarcación de la Puna de Atacama (1881-1905).

El libro de Macarena Ríos Llaneza, uno de los que inauguró este año la colección de historia de Ediciones UC, da una nueva mirada a los términos en los cuales se fijó el límite chileno-argentino en la Puna de Atacama. De allí surge la pregunta por cómo lo diplomático, lo político y lo científico (en particular lo geográfico) hicieron transitar a los Andes, en la consideración de los Estados, de barrera natural a límite político rectilíneo. Y el intento de responderla supone conocer los argumentos, las tácticas y las estrategias de cada país a partir del tratado que en 1881, en plena Guerra del Pacífico, definía el límite a lo largo de las más altas cumbres divisorias de aguas.

El problema era que, en la mayor parte de la cadena montañosa, esos dos rasgos no iban juntos. Así que, si en Buenos Aires apostaron por las cumbres más altas como criterio dirimente, en Chile defendieron la tesis del divortium aquarum. En ambos casos se echó mano, ya antes de 1881, a peritos y demarcadores que podían dar la razón, llegado el caso.

Ahora, ¿por qué la disputa en torno a la Puna de Atacama asoma tan rezagada en la memoria? Tal vez, porque más presente está la historia de la Patagonia "perdida" ante Argentina. Pero incluso así, un nuevo examen nos recuerda que este territorio desértico tuvo un rol.

La autora lo explica así desde México, donde estudia un doctorado: "La Puna de Atacama se incorpora oficialmente al conflicto fronterizo en el Acuerdo de 1896, en cuyas negociaciones los representantes chilenos intentaron transar esta parte de la provincia de Antofagasta por un aumento de las posesiones en el sur. A lo largo de toda la disputa, fue representado como un espacio que tenía valor en función de la Patagonia, pues la cordillera andina en ambos sectores presentaba características similares, y por lo tanto, lo que se definiera en el norte tendría que regir también en el sur".

Barros Arana

El libro, afirma su autora, "es una oportunidad de comprender el territorio como una construcción social, como un objeto de estudio histórico: de entender el espacio en el tiempo y, por lo tanto, sujeto al cambio". En este caso se suma un tercer actor: Bolivia, que tras la guerra con Chile y la pérdida de Antofogasta, firmó un tratado limítrofe con Argentina que enrevesó aún más las cosas.

"La Puna adquirió una importancia fundamental, una valoración política y estratégica, pues su posesión significaba integrar a uno u otro Estado los territorios patagónicos, que eran los que realmente interesaban a Chile y Argentina", afirma Ríos. Para que eso ocurriera, sin embargo, debieron movilizarse recursos humanos, técnicos y financieros: ir a otros países si no había sabios en el propio, y confiar en gente ajena al mundo de las decisiones políticas, que en el caso chileno fueron ingenieros de la Universidad de Chile, algunos con experiencia previa al Tratado de 1881 y a la posterior creación de comisiones bilaterales de límites. Al mando tuvieron a Diego Barros Arana, quien al decir de Ríos tuvo un rol más digno que el del tipo que presuntamente le "entregó" la Patagonia a Argentina.

Habla la investigadora, más bien, de la "férrea defensa" que el autor de Historia General de Chile hizo del deslinde internacional según la tesis de su país. Su quehacer, añade, "contribuyó a construir, proyectar y mostrar la validez de la divisoria internacional de las aguas como condición distintiva de la cordillera de los Andes y, por ende, del límite internacional, entregando argumentos basados en el conocimiento científico y en el derecho internacional.

Contra lo que reza el mito, Ríos dice que Barros Arana tenía conciencia "del valor de la Patagonia y la necesidad de integrarla al territorio nacional". Sin embargo, muchas veces se le marginó de las conversaciones y, finalmente, renunció después de que el Presidente Errázuriz Echaurren gestionara una solución alternativa para el problema de la Puna (1898), en virtud de la cual una parte quedaría en Argentina y el límite terminaría siendo una línea recta dibujada por un diplomático estadounidense sin conocimientos de geografía.

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La línea de frontera en la Puna de Atacama, Santiago, Imprenta i encuadernación Barcelona, 1906.[/caption]

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La cordillera de los Andes entre los paralelos 23° y 26°52'45", Bs.As., Imprenta de M. Biedma e Hijo, 1899.[/caption]

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