Cómo callar a los hombres

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Rebecca Solnit.

Apuntes sobre Los hombres me explican cosas (Fiordo), de Rebecca Solnit, el volumen de ensayos, todos breves, sarcásticos y mordaces, que abordan casi en su totalidad el feminismo.


El ensayo Los hombres me explican cosas de la historiadora y referente del feminismo, el medioambiente y los derechos humanos, Rebecca Solnit (California, 1961), se publicó en un blog en 2008 y se viralizó rápidamente por lo sarcástico del título que creó un concepto nuevo con hashtag y poleras. El texto, brevísimo pero incisivo, mezcla de ironía y rabia, nace con una anécdota. Solnit y una amiga trataban de zafar de una fiesta harto decadente (aunque las cuarentonas eran ellas), cuando un personaje aburrido y petulante les preguntó si habían leído un libro sobre la aniquilación del tiempo y el espacio y la industrialización de la vida cotidiana. Cuando la amiga le hizo ver en cuatro oportunidades que la autora estaba frente a él, no la escuchó y al caer en cuenta se sorprendió solo por unos minutos para luego seguir pontificando; inconcebible pensar que una mujer supiera más que él aunque fuese la autora y él se colgara de una reseña.

Los hombres me explican cosas forma parte de un volumen del mismo nombre compuesto por otros ocho textos publicados en Chile por Fiordo al que el Gremio de Libreros de Madrid concedió el premio Libro del Año 2017. Los textos son todos breves, sarcásticos y mordaces y abordan casi en su totalidad el feminismo: la diferencia de género, la violencia doméstica, la incontrolable furia de los hombres, el acoso sexual y la instaurada "cultura de la violación".

El ensayo dio origen el 2012 al concepto "mansplaning" —contracción de las palabras "men" y "explaining"— que comenzó a usarse masivamente online y en escritos políticos. Según la definición del Diccionario de Oxford: "Dícese de la actitud (de un hombre) que explica (algo) a alguien, normalmente a una mujer, de un modo considerado condescendiente y paternalista". Urgía esta palabra para dar nombre a un fenómeno que tantas experimentaban. Solnit se burla: "Los hombres me explican cosas a mí y a otras mujeres, independientemente de que sepan o no de qué están hablando", pero luego retoma el trágico sentido de esta crítica a una línea de violencia que continúa con la desigualdad de género, (batalla que se libra en el trabajo, en la calle, en las redes y sobre todo en la cama), el acoso sexual, la violación y el femicidio. Muchas lo sufren, pocas lo hablan, y menos lo luchan o escriben. Ahí está Solnit para remecer conciencias, sacar a la mujer de la alienación, y contradecir al misógino en una lucha necesaria y estoica.

Solnit colabora en la sección "Easy Chair" de la Revista Harper (es la primera mujer en cubrir esta tribuna creada en 1851). También es regular en el periódico inglés The Guardian donde habla itinerante de desastres naturales, alzheimer, Trump, urbanismo, lo que caiga y donde pueda encontrar resistencia. Es autora de cerca de 20 publicaciones (una por año aproximadamente) entre las que se cuentan Wanderlust: una historia del caminar (Hueders), homenaje al vagabundeo y la riqueza de la incertidumbre del andar sin sentido, Esperanza en la oscuridad, sobre derechos civiles, medioambiente, la guerra en Irak. Este año ha sido nominada por el National Book Award por su colección de ensayos Call Them by their true names: American crises (and essays).

En el ensayo titulado La guerra más larga, Solnit lanza frases claras y frescas aunque a veces con olor a slogan o epigramáticas: "La violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad, pero tiene género", es la forma que por momentos encuentra para combatir la impotencia ante el dominio de lo masculino al tiempo que despertar conciencias básicas. Pero no es para desalentar, todo está calculado; sabe combinar este efectismo con la solidez de afilados análisis que contrasta con hechos, estudios y muchas cifras que ponen el asunto endémico de la mujer en su necesaria y justa perspectiva. Por citar algunas, "cada nueve segundos una mujer es agredida físicamente en este país. Solo para que quede claro: no cada nueve minutos". Y entre los 15 y los 44 años mueren más mujeres por golpes que por cáncer, malaria y accidentes de tráfico juntos. El problema ha sido a todas luces abordado incorrectamente; Solnit denuncia la mala costumbre de atribuir la violencia a problemas mentales, consumo de drogas, golpes en la cabeza y hasta a la exposición al plomo, sin nunca aludir a lo más evidente: el género, ser hombre es el mayor factor de riesgo. Y no se trata como suele explicarse de tipos marginales, Strauss-Kahn, el vicecónsul japonés, Bill Cosby, todos caen por impotencia; quieren tener el control.

Una visión novedosa respecto del rechazo al matrimonio igualitario es Elogio de la amenaza. Qué significa realmente la igualdad en el matrimonio. En este ensayo propone que el matrimonio entre personas del mismo sexo se rechaza porque pone en riesgo la relación jerárquica que mantiene los roles de género tradicionales y pone a las partes en iguales condiciones. "Cuando gays y lesbianas se casan, de alguna manera se amplía el significado del matrimonio".

"El síndrome de Casandra busca describir, por medio del mito, el drama de la anulación de la mujer por descrédito basado la histeria. Casandra es la niña que contó la verdad y no le creyeron (en contraposición a Pedro y el lobo, al que le creyeron la mentira en un principio). Tenía el don de la profecía certera que se transforma en la maldición de no ser creída cuando rechaza a Apolo. La pérdida de credibilidad está vinculada a hacer valer los derechos del propio cuerpo. "Generaciones de mujeres han escuchado cómo se les repetía que deliran, que están confusas, que son manipuladoras, maliciosas, conspiradoras, congénitamente mentirosas, o todo a la vez; podríamos llamarlo el síndrome Casandra", escribe. Porque habitualmente las mujeres son acusadas de incoherentes y la histeria es el término que más ha estigmatizado al género. Rachel Carson fue tachada histérica cuando en Primavera silenciosa advirtió los peligros de los pesticidas, a Coleen Rowley que lanzó los primeros avisos Al-Qaeda tampoco le creyeron. A las denuncias de acoso sexual se acostumbra a desacreditarlas, es una forma de silenciarlas, de eso se trata el síndrome, como le ocurrió la camarera de Guinea que denunció a Strauss-Kahn, atacada por inconsistente e incoherente (¿no trataron de hacer lo mismo en Chile con Nábila Riffo?). La autora recurre a un libro que habría que leer, Trauma y recuperación: como superar las consecuencias de la violencia, de Judith Herman: "El secreto y el silencio son la principal línea defensiva del criminal. Si el secreto falla, el criminal ataca la credibilidad de su víctima. Si no puede silenciarla totalmente, intenta asegurarse de que nadie la escuche".

Para Solnit el lenguaje es poder, por eso cree tan importante hablar de la "cultura de la violación" para que se tome como fenómeno persistente y no siga pasando inadvertido como cuando se previene en las mujeres (no vestirse provocativas, no andar solas en la noche) pero no en los hombres (enseñarles que ser rechazados en las condiciones y tiempos que sean es una posibilidad que exige ser respetada).

Cuando se publicaron estos ensayos, el hashtag #MeToo no había aparecido alentando a las tímidas y liberando del trauma a tantas mujeres agredidas para revolucionar el estancado escenario del feminismo, pero Solnit ya adivinaba la fuerza del signo # y promovía #YesAllWoman, como se titula uno de sus textos, como instrumento para escudar a las víctimas. Fue la misma fórmula —con otro nombre— la que daría el mayor golpe a la impunidad del machismo y remecería la mala dinámica del género. Solnit estuvo persiguiendo el momento en que miles de mujeres expresaran sus vivencias. Por eso es de esperar que mantenga ese ánimo de urgencia y rebeldía de modo que nos siga explicando cosas.

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