Las cosas por limpiar: el silencioso éxito de la serie de Netflix

La miniserie protagonizada por Andie McDowell y su hija, Margaret Qualley, es la segunda ficción más vista del momento en Chile, tras El juego del calamar. La historia de una veinteañera víctima de VIF cuenta con sólidas actuaciones y tiene un emocionante viaje de sanación y autodescubrimiento.


Debutó casi a la par con El juego del calamar y mediáticamente ha sido eclipsada por el fenómeno surcoreano. Tiene un nombre en español que más bien incentiva a no verla (en inglés, La nana, tampoco parece mucho mejor). Pero, gracias a las buenas críticas que ha recibido -tiene un 82% de aprobación en el sitio Metacritic- y al boca a boca, Las cosas por limpiar se ha vuelto un silencioso éxito, al punto de figurar actualmente como la segunda serie más vista en Chile, tras el Calamar, en la plataforma de Netflix.

Una sorpresa, porque no tiene a estrellas en su reparto (Andie McDowell lo era en los años 90, pero no ha tenido gran figuración en los últimos años y Margaret Qualley aún es una promesa), porque su historia es bastante dura y porque incluso su primer capítulo se hace muy difícil de ver, con una veinteañera y madre de una pequeña hija que escapa de una pareja violenta, que abusa sicológicamente de ella, y con unos padres y amigos que definitivamente no puede contar como apoyo. Alex es una mujer que está sola.

Lo interesante de esta miniserie de 10 capítulos es que parte como un melodrama puro, pero en su segundo episodio incluye momentos de humor y ternura, de luminosidad y propone un viaje de sanación y autodescubrimiento con el que no es difícil empatizar. Aunque el libreto está lidiando constantemente con el drama, siempre se las arregla para no ser tan gráfica ni majadera en el sufrimiento y, para ello, lo más importante con lo que cuenta para lograrlo tiene dos palabras: Margaret Qualley.

La actriz consigue una actuación espléndida, que podría consolidarla como figura de primera línea, tras realizar algunas películas y series. Su estampa, entre vulnerable y decidida a la vez, sus ojos brillantes y su capacidad para transmitir emociones la vuelven el corazón de la serie que tiene, además, el acierto de casting de contar con su madre en la vida real, Andie McDowell, para personificar precisamente a su mamá en la ficción.

Adaptación del libro de memorias de Stephanie Land, la miniserie no parece demasiado interesada en el trabajo de nana que toma la protagonista para independizarse económicamente -limpia casas de lujo y otras horrorosas- y plantea ese oficio como parte del contexto. Sí opta por profundizar, acertadamente, en cómo una mujer intenta salir de la pobreza y cae en conciencia de que su pareja y padre de la niña es un hombre abusivo, que la ha anulado durante años y que puede que no la haya golpeado físicamente -no aún y es la razón por la que cree que no se trata de alguien realmente violento-, pero es un tipo igualmente terrible, más allá de que sea un buen padre o amante, porque ha socavado su autoestima e impuesto el control de su vida, al ser quien provee económicamente.

Paula, su madre, tiene una enfermedad mental no diagnosticada y ella más parece necesitar de su hija que viceversa. Su padre, hace años que ha rehecho su vida con otra familia. Sus amigas solo parecen estar interesadas en noches de fiesta donde abunda el alcohol. Alex, en ese escenario de falta de apoyo, termina encontrándolo en otras mujeres víctimas de VIF, en un hombre al que ella no le ha prestado atención e incluso en mujeres con las que parece no tener nada en común. Entre el primer capítulo y el último de la miniserie, el crecimiento no es solo para la protagonista sino también para el espectador. El círculo de violencia es mucho más complicado que una golpiza, dice la serie, y en la mayoría de los casos resulta difícil escapar de ahí.

Sin estridencias, pero con un ágil montaje, sólidas actuaciones y en un tono particularmente sensible, Las cosas por limpiar es un viaje de sanación, y también un retrato sobre la actual sociedad desigual, en Chile, Estados Unidos o Europa, donde muchos ganan muy poco y pocos ganan demasiado, en un círculo vicioso de falta de oportunidades para la clase baja.

Pero su principal valor es que narra una historia de violencia con la que, muy posiblemente, muchas mujeres en el mundo se están sintiendo identificadas. En ficción hay innumerables títulos que abordan el tema -ni hablar de las teleseries-, pero pocas se habían detenido a indagar en una historia mínima, a simple vista, pero que tiene un eco que resuena tras verla hasta el final.

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