La trágica muerte de Bernardo O’Higgins en Perú y el misterio de sus últimas palabras

Bernardo O'Higgins

El prócer de la independencia de Chile falleció en Lima, el 24 de octubre de 1842, rodeado de los suyos. En sus últimas palabras, dio cuenta de un antiguo anhelo que se concretaría tiempo después.


A las 12.30 horas del 24 de octubre de 1842, Bernardo O’Higgins, prócer de la independencia de Chile, fallecía a los 64 años en su casa de la calle Espaderos, en Lima. El ex Director Supremo estaba rodeado de su grupo más íntimo, con su media hermana Rosa, su hijo Pedro Demetrio, y las mujeres mapuches que trabajaban para él y le habían acompañado desde su salida del país en 1823, tras su abdicación. La única que no estaba era su madre, Isabel Riquelme, quien falleció en 1839.

La noticia pronto se conoció en la capital del Perú, país donde el prócer se había exiliado y cuyo gobierno en reconocimiento por impulsar la expedición libertadora de la antigua capital virreynal, le había entregado las haciendas de Moltalván y Cuiba. Un destino al que se entregó, y para el que tenía experiencia, pues antes de integrarse a la lucha por la independencia había administrado el el fundo Las Canteras que le había dejado en herencia su padre, el exgobernador y exvirrey, Ambrosio O’Higgins.

El periódico El Comercio de Lima, publicó una necrología del prócer el día 26 de octubre. “El espíritu de un hombre verdaderamente grande acaba de dejar este mundo y ascendido a otro mejor. Tal era el general O’Higgins, que falleció ayer en su residencia en esta ciudad, de resultas de una enfermedad en el corazón”, la que según el matutino tenía una causa. “Causada por la ingratitud, mala fe e injusticia que experimentó por muchos años”.

Al momento en que la muerte lo sorprendió, O’Higgins estaba empeñado en volver a Chile. Tras años en que su figura causó división, en 1839, se enteró que el gobierno chileno le había restituido su título de Capitán General del Ejército de Chile. A eso se le suma a que en el país siempre hubo partidarios de un posible regreso. Tras casi un decenio de gobiernos conservadores, la situación estaba algo más asentada y había una chance de permitir la vuelta a casa. Pero cada intento se frustró.

Un regreso frustrado

En enero de 1841, O’Higgins comenzó a sentir molestias en el pecho mientas cabalgaba por el campo. Ello lo motivó a dejar su hacienda en manos de su hermana y trasladarse hasta Lima, donde se le diagnosticó una hipertrofia al corazón. Poco a poco mejoró, lo que le permitió planificar su viaje de regreso al país para diciembre de ese año, pero la mala salud no lo dejó y el día en que debía embarcar sufrió un ataque al corazón que postergó los planes. Lo intentó meses después, en febrero de 1842, pero volvió a sufrir un fuerte dolor en el pecho. Allí los médicos fueron tajantes; no podría viajar. Así, el prócer debió resignarse a que moriría lejos de su tierra.

Muy debilitado, O’Higgins volvió a su hacienda, pero su situación médica lo obligó a volver a Lima. Sintiendo el pulso de la muerte, dispuso su testamento, en que dejó sus bienes a su hermana Rosa, además de destinar recursos para su hijo Pedro Demetrio. En tanto, mandó a levantar un altar en su dormitorio para escuchar misa todos los días.

Ese 24 de octubre, Bernardo O’Higgins agonizó. Se dice que sus últimas palabras fueron “Magallanes, Magallanes”, en referencia al estrecho austral, que ya estaba en la mira de varias naciones por su valor estratégico en plena era de expansión de las potencias europeas. Chile finalmente hizo toma de posesión del mismo en septiembre de 1843.

La noticia de la muerte de O’Higgins se conoció en el país varios días después. El presidente Manuel Bulnes dispuso de ocho días de duelo oficial. “El Capitán Jeneral de la República Don Bernardo O’Higgins fallecido en la capital del Perú el 24 de octubre del próximo pasado. Ha dejado de existir el más antiguo caudillo de la Independencia, el que en cien combates señaló otros tantos días de glorias para la Patria, aquél cuyo nombre figurará siempre en las más brillantes páginas de la historia chilena”, rezaba el preámbulo del decreto.

Los restos de O’Higgins fueron sepultados en Lima, pero fueron repatriados a Chile en 1869 para ser sepultados en una pomposa ceremonia en el Cementerio General. Pero desde agosto de 1979 descansan en el Altar de la Patria, en la Alameda, una de las obras destacadas de su mandato.

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